TESTIMONIO

“Pagamos mucho menos de los 4.000 millones que pidieron”

Marlene Camacho, madre de Ramón José Cabrales, contó a Semana.com la dramática historia de cómo su familia pagó una millonaria suma al ELN para liberarlo. No se trató de un gesto de buena voluntad.

28 de marzo de 2016
Ramón José Cabrales. | Foto: Semana / La FM

La espera duró 203 días. Todo empezó el 3 de septiembre del 2015, cuando guerrilleros del ELN detuvieron al alto consejero de la Gobernación de Norte de Santander, Ramón José Cabrales, en una carretera de la vereda Venadillo, de Ocaña.

“En la tarde de ese día, como a la hora y media del secuestro, mi hijo nos hizo una llamada. Nos anunció que lo tenían retenido lejos de Ocaña y que era un secuestro político y económico. (…) Pasó mucho tiempo y no volvieron a llamar. Quedamos en una gran preocupación. Ahí empezó esta tragedia, porque no hay nada como que a uno le arranquen un hijo”, contó su madre, Marlene Camacho, en un estremecedor relato a Semana.com.

Según Marlene, a inicio de octubre el ELN se puso en contacto con un sacerdote que ayudó como intermediario para concretar una cita entre los guerrilleros y Melissa, la esposa de Cabrales. En el encuentro los subversivos fueron claros: pedían 6.000 millones de pesos para la liberación del funcionario.

“Ella les manifestó que no teníamos ese dinero, pero ellos le dijeron: ‘Ustedes quieren lo que tenemos en nuestro poder, así que tienen que conseguirlo’ (…) Unos días después, el ministro de Defensa se pronunció y aseguró que no se reanudarían conversaciones con esa guerrilla hasta que no se liberara. (…) Después de esa presión el ELN no volvió a comunicarse con nosotros hasta diciembre”, contó. El 4 de diciembre pasado, según Marlene, los insurgentes volvieron a reunirse con la esposa de Cabrales. Allí le pidieron 4.000 millones de pesos, una cifra que también se salía de todo alcance.

Llegó el 2016 y las cosas seguían igual. El 26 de enero pasado, cuando apareció la primera prueba de supervivencia de Cabrales, la familia volvió al desespero y buscaron a otro sacerdote para que les ayudara a concretar una tercera cita con los guerrilleros.

El encuentro se dio a principio de marzo. Allí, según contó Marlene, los guerrilleros le mostraron a la esposa del funcionario otra prueba de supervivencia en la que Cabrales se veía “cadavérico”. “Lo que ellos querían, al mostrarle esa prueba a mi nuera era que nos enloqueciéramos. Ella llegó destrozada. (…) Aunque el Gobierno dijo que la liberación debía ser sin contraprestación, nos desesperamos y tocó negociar”, contó.

Según narró Marlene, Cabrales estuvo tan extremadamente delgado, que desde el 8 de enero hasta el día de su liberación, los jefes de esa guerrilla dieron la orden de darle cinco comidas diarias para engordarlo. “Ya no podía sostenerse en pie. Él cuenta que subió unos 10 kilos en los últimos dos meses”, dijo.

Aunque Marlene prefirió no revelar la suma de dinero que negociaron con el ELN, aseguró que fue “mucho menos” de los 4.000 millones que pedían. “Luego hubo una cuarta cita, en esta última semana, allí se concretaron la liberación y el pago”, dijo.

El miércoles pasado la espera terminó. Cabrales fue entregado a un sacerdote de la zona y a su esposa, Melissa, en un sitio cercano de San Calixto (Norte de Santander). Allá se encontraron con el obispo de Ocaña, Gabriel Ángel Villa, y luego partieron hacia ese municipio norsantandereano.

“Aunque no fue una liberación, yo les agradezco mucho al Gobierno, a los medios y a la gente porque gracias a esa presión mi hijo está vivo y no lo dejaron morir”, puntualizó.

Por su parte, Ramón José Cabrales narró a Blu Radio cómo fue su pesadilla a manos del ELN. Contó que su familia ha vivido de tragedia tras tragedia: tres de sus tíos también fueron víctimas del secuestro, dos de ellos fallecieron en cautiverio.

También contó que, en medio del plagio, se enteró de que el ELN estaba pidiendo una millonaria suma de dinero. “Un alias ‘Raúl’ fue quien me dijo que iban a pedir tres millones de dólares. En medio de mi preocupación me dio como risa porque yo, un ciudadano normal, no sabía de dónde se iba a sacar ese dinero”. Y agregó: “Esa fue la primera cifra que había, al final sé que hubo una pretensión económica que se dio y pues eso terminó con mi liberación, además porque el Gobierno presionó para eso y la ciudadanía hizo mi secuestro visible”.

¿Y las negociaciones con el Gobierno?

El Gobierno había puesto como condición para reiniciar los diálogos preliminares con el ELN que tanto el ingeniero Cabrales como el cabo Billar fueran puestos en libertad.

Por eso el presidente Santos hizo una dura advertencia a esta guerrilla: “Yo quiero decirles a estos individuos que nuevamente les exigimos la liberación del cabo Billar y del ciudadano Cabrales. Si quieren iniciar cualquier tipo de negociación, tienen que liberar a estos secuestrados”. Lo dijo en momentos en que esta guerrilla mantenía su escalada militarista y atacó con tatucos las instalaciones de la Brigada 18 del Ejército en Arauca, hace dos meses.

El mensaje que envió Santos a esa guerrilla se cumplió a medias. Por un lado, el uniformado fue liberado en un acto de buena voluntad de la guerrilla. Pero en el caso de Cabrales, se trató de la consumación de un delito de lesa humanidad: un secuestro extorsivo.

Los acercamientos entre el Gobierno y esa guerrilla siguen empantanados. Los mensajes de doble vía de esa guerrilla confunden a la opinión. Es decir, por un lado reclaman tener la misma relevancia que el Gobierno ha otorgado a las FARC para sentarse a negociar. Por el otro, siguen con su ofensiva para demostrar el poderío que aún conservan en varias zonas del país.

Lo cierto es que cuando se pensaba que con este grupo insurgente el panorama parecía aclararse para retomar los contactos con el Gobierno, ahora las cosas parecen complicarse cada vez más.

Es por ello que el presidente Santos ha insistido en declaraciones públicas que “si no se ponen las pilas, al ELN lo va a dejar el tren de la paz”.

Antonio Sanguino, actual concejal de Bogotá y desmovilizado de una disidencia del ELN, advierte que si bien los gestos por parte del ELN buscan acelerar la negociación, “resultan empañados por la versión de que la liberación de Ramón Cabrales fue el resultado de una negociación económica y no un gesto político por parte de esa organización guerrillera”.

Los hostigamientos de esa guerrilla tienen en un punto muerto la fase exploratoria de la negociación, que desde cuando empezó, en enero del 2014, no recibe una inyección que reviva el interés de buscarle una salida al alzamiento armado del ELN.

La negociación, por lo pronto, está estancada. El tiempo pasa, aumenta la expectativa mediática, pero no se conoce la agenda para comenzar a discutir los temas de fondo. Como se ha dicho, la dejación de armas sigue siendo el palo en la rueda de la fase preliminar.

Esa guerrilla, al parecer, no está dispuesta, por lo menos en estos primeros encuentros, a firmar una agenda que hable de manera directa de que dejarán los fusiles, como sí lo hicieron en un principio las FARC.