Nación
Secretos de una negociación fallida con ‘Otoniel’ y el Clan del Golfo
SEMANA habló con los protagonistas, quienes contaron cómo se llevó a cabo, cuáles fueron los temas centrales, las líneas rojas y qué ocasionó el fracaso.
El garrote representado en la Operación Agamenón y la zanahoria en abrir el camino para una salida negociada, fueron los factores que sentaron en una mesa a representantes del Gobierno y del Clan del Golfo, para buscar que este grupo silenciara los fusiles. El intento fracasó y hoy el país no deja de hablar de la caída de alias ‘Otoniel’, quien fue capturado en Antioquia, en la zona del Nudo del Paramillo, su retaguardia histórica, en la que en medio de la tupida selva por años evadió el cerco de las autoridades.
El punto de partida de la negociación se dio con una carta que el máximo jefe del Clan del Golfo, Dairo de Jesús Úsuga, alias ‘Otoniel’, le envió al senador del Polo Democrático Iván Cepeda, quien en ese momento era protagonista de la negociación entre el Gobierno y la guerrilla de las FARC. De este modo, tuvo la confianza del presidente Juan Manuel Santos, quien dio vía libre a una hermética conversación que se mantuvo bajo estricto secreto y a la que se sumó José Noé Ríos, un hombre que puede sonar desconocido, pero que ha estado en las negociaciones más importantes del país y es justamente esa su cualidad, la prudencia y poco interés de ser protagonista.
La Operación Agamenón fue lanzada en 2015 y comprometía en conjunto a la Policía, la Fuerza Aérea, la Armada y el Ejército. ‘Otoniel’ se dio cuenta de que el reloj empezaba a correr en su contra y buscó el acercamiento. Por parte del Clan del Golfo eran cuatro personas: Consuelo Parra (abogada), Jovani de Jesús Marín Zapata, Óscar David Hernández Castro y Alfonso Mauledoux Varón.
Según cuentan quienes estuvieron al lado de este intento de salida negociada señalan que era evidente que la abogada Parra tenía 100 % de confianza de ‘Otoniel’, era quien, en últimas tenía poder de decisión entre los asistentes que representaban en la mesa a los más importantes jefes del Clan del Golfo: Luis Orlando Padierna, alias ‘Inglaterra’, y el último de Roberto Vargas Gutiérrez, alias ‘Gavilán’.
Al otro lado de la mesa estaban José Noé Ríos, el general Óscar Naranjo, en ese momento vicepresidente de la República, y el fiscal Néstor Humberto Martínez o la vicefiscal María Paulina Riveros. También tenía un rol importante Iván Cepeda, aunque no oficial. Nunca se filtró nada y ese fue el secreto de los avances ciertos que se dieron.
Señalan los involucrados en la negociación que no fue sino que se hiciera público, para que iniciara el trámite de la ley que ampararía la negociación, para que se empezara a desmoronar lo logrado. “Nosotros habíamos construido un caballo y lo convirtieron en un camello”, aseguró una de las fuentes consultadas por SEMANA.
Lo primero fue definir el marco de la negociación dejando claro que, bajo ningún motivo, los miembros del Clan del Golfo iban a tener posibilidad de participar en política. No se trataría de un proceso de paz, sino de un “sometimiento a la justicia acordado”.
Una de las condiciones, que en principio parecía un inamovible, era la no extradición. En ese tema debió dejarle claro al Clan del Golfo que ese era un compromiso que no podían asumir, pues dependía del gobierno de turno.
El segundo punto era la entrega de toda la información sobre el negocio del narcotráfico, rutas, socios, envíos, alianzas. Sobre este tema sí hubo acuerdo. Pero también estaba la condición de delatar a funcionarios del Gobierno o de las Fuerzas Armadas que les estuvieran colaborando. Ahí, la situación fue condicionada, solo prenderían el ventilador si les daban garantías de seguridad, pues consideraban que había gente muy poderosa y sus vidas estarían en riesgo.
En el diálogo también se alcanzó a acordar una “zona de concentración para el desarme”. No se trataba de un despeje, serían lugares en los que se establecerían las diligencias judiciales de información y trámite de beneficios. Tampoco habría inmunidad, tendrían que pagar penas, pero mucho más bajas que si fuera por justicia ordinaria. Esas eran las condiciones iniciales.
Llegó el momento del trámite de la Ley 1908, “por medio de la cual se fortalecen la investigación y judicialización de organizaciones criminales, se adoptan medidas para su sujeción a la justicia”. Le colgaron de todo, dicen quienes participaron en la negociación. Congresistas, Procuraduría, Fiscalía y gente del mismo Gobierno le incluyeron condiciones que hacían más fácil entregarse individualmente que someterse como organización.
Finalmente, el tiempo fue el que le dio el golpe de gracia al intento de negociación con el Clan del Golfo. El gobierno de Juan Manuel Santos terminó y con él los acercamientos. “Fundamentalmente nos cogió la tarde y con la administración del presidente Iván Duque se cerró la puerta a cualquier tipo de sometimiento. La nueva orden era sometimiento raso y confrontación”.
Por esta vía se le venían dando golpes contundentes al círculo más cercano de ‘Otoniel’, pero él seguía siendo un objetivo que por momentos parecía inalcanzable, hasta el sábado a las tres de la tarde cuando, en medio de una gigantesca operación, cayó el considerado narcotraficante más grande de Colombia. Irá seguramente en extradición a Estados Unidos. Los tiempos de una salida negociada quedaron atrás.