INVESTIGACIÓN
El secuestro que involucra a uniformados y los delitos inventados en los Gaulas Militares
SEMANA revela la impresionante historia en que integrantes del Gaula Militar terminaron por participar en un secuestro. Y cómo en el Gaula del Ejército inventan delitos para inflar los resultados y cumplir las metas.
Un exitoso rescate de un secuestrado dejó al descubierto algo más oscuro: lo habían privado de la libertad las propias autoridades encargadas de combatir ese delito. El caso sucedió hace tres semanas, pero los detalles de lo ocurrido, que implican a integrantes del Gaula Militar, hasta ahora se han mantenido en secreto y con extrema discreción. Y no es para menos. Se trata de un grave y escandaloso episodio que algunos miembros del Ejército han tratado de ocultar ante la opinión pública.
El hecho ocurrió el sábado 20 de julio a las 9:40 de la noche, cuando Estiven Beltrán, de 22 años, salía de un local de autoservicio al sur de Bogotá. Allí lo abordaron varios hombres con uniformes del Gaula Militar que le dijeron que debía acompañarlos y le enseñaron una supuesta orden de captura por delitos sexuales. Desconcertado, Beltrán subió a la camioneta en la que iban los uniformados. Le permitieron hacer una llamada para informar a su familia que iban a trasladarlo a una fiscalía a la ciudad de Bucaramanga para, supuestamente, ponerlo a disposición de las autoridades. Todo era parte de una farsa con el fin de ganar tiempo.
En video: los documentos que revivieron el temor de los falsos positivos
A la mañana siguiente, la familia se enfrentó a su peor pesadilla. Recibieron la llamada de un hombre que se identificó como comandante de las autodenfensas y les dijo que si no pagaban 800 millones de pesos, asesinarían a Estiven. Presentaron la denuncia en la Fiscalía, por lo cual investigadores de esa entidad e integrantes del Gaula de la Policía asumieron las pesquisas.
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Un par de días después, los curtidos sabuesos vieron con sospecha que un sargento retirado del Gaula Militar, amigo de la madre de la víctima, se había ofrecido a ayudarla. De inmediato le advirtió que no buscara a las autoridades y que consiguiera el dinero para pagar. Por eso, los investigadores empezaron a seguir al hombre.
Los días iban pasando y las llamadas intimidatorias para presionar el pago aumentaban. Tanto, que incluso los secuestradores amenazaron con cortarle un dedo a Estiven para enviarlo a su familia.
Al joven lo secuestraron uniformados activos en un carro asignado al director de los Gaulas Militares.
Mientras un grupo de los investigadores vigilaba al sargento retirado, otros adelantaban labores que arrojaron un dato sorprendente. Por medio de las cámaras de seguridad identificaron el vehículo en el que secuestraron al joven. Se trataba del carro asignado al director de los Gaulas Militares, el teniente coronel César Augusto Martínez, sobrino del comandante del Ejército Nicacio Martínez.
Los seguimientos y las interceptaciones legales a las líneas del sargento retirado arrojaron otra información interesante. Allí descubrieron que este hombre se comunicaba con dos militares activos adscritos a la dirección de Gaulas Militares, quienes habían perpetrado el secuestro. Los investigadores, que no le perdían el rastro al sargento retirado, lo habían seguido hasta una vivienda en Ciudad Bolívar, al sur de Bogotá. El hombre salía poco del sitio, escasamente a hacer llamadas desde teléfonos de la calle. Estaban seguros de que la víctima podía estar en esa casa.
En la mañana del 25 de julio allanaron el lugar, aprovechando una de las salidas del sargento. En uno de los cuartos encontraron amarrado a Estiven, así como esposas y prendas del Gaula Militar. En medio del impacto, Estiven contó que los militares lo habían secuestrado. Solo cuando el público conoció el rescate, el director de los Gaulas Militares buscó a las autoridades para decir que el carro usado en el delito estaba asignado a él, y que los dos militares secuestradores estaban bajo su mando. No obstante, negó cualquier relación con los hechos con el argumento de que llevaba poco tiempo en ese cargo.
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En el Ejército conocen bien el caso, pero lo han tratado con extrema discreción. “Ahí no va a pasar nada. El señor oficial es el sobrino de mi general Martínez. El año pasado hubo unas investigaciones en su contra por supuesta corrupción, que sencillamente no avanzaron porque en ese momento el inspector era mi general Martínez. Ahora, siendo comandante del Ejército, pasará menos”, dijo a SEMANA un oficial de la inspección que en el pasado tuvo que detener algunas investigaciones en contra del sobrino del comandante del Ejército. Este caso reviste la máxima gravedad por tratarse de un secuestro en el que están involucrados militares. Sin embargo, no es la única irregularidad presentada en esas unidades.
Resultados inflados del Gaula Militar
El 20 de marzo pasado, el Gaula Militar de Cundinamarca, por medio de la Dirección de Comunicaciones Estratégicas, registró el balance de una extraña operación. Se trataba de la captura de 11 personas que harían parte de una banda de extorsionistas. “Se les imputa el delito de concierto para delinquir con fines extorsivos”, dice el parte de comunicaciones interno de esa unidad. En ese mismo documento, el resultado aparecía enmarcado en la operación mayor Pedro Pascasio Martínez. Se trata de una redada que el Ejército adelanta en el ámbito nacional, enfocada especialmente en combatir la extorsión, delito que, junto con el secuestro, es la especialidad de las unidades Gaula del país.
FOTO: Al comparar los reportes del Gaula Cundinamarca con las órdenes de captura solicitadas por la Fiscalía, queda claro que la unidad del Ejército infla sus resultados con otros delitos.
Sin duda, las 11 capturas representaban un buen resultado, pero algo no cuadraba. Dos días antes de la operación, la Fiscalía solicitó las órdenes de captura a una jueza de Bogotá, y ella las autorizó. Sin embargo, estas daban cuenta de un caso totalmente distinto, pues los delitos por los que se solicitaba la detención de los supuestos delincuentes incluían, además de concierto para delinquir, “corrupción de alimentos, productos médicos o material profiláctico, y usurpación de derechos de propiedad industrial y derechos de obtentores de variedades vegetales”. Es decir, los sospechosos formarían parte de una red de venta ilegal de medicinas. Una conducta que nada tiene que ver con los señalamientos de extorsión descritos por el Gaula Militar de Cundinamarca.
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En las órdenes de captura no se registran los mismos delitos reportados por el Gaula Militar de Cundinamarca.
Este no ha sido el único caso de ese estilo. SEMANA pudo contrastar documentos de la Fiscalía y los papeles internos de esa importante unidad militar, y encontró al menos 12 situaciones similares ocurridas entre febrero y julio. En otras operaciones, personas capturadas por clonar tarjetas bancarias o por hurto terminaron presentadas ante el Ejército como extorsionistas. Estas irregularidades aparecen en los radiogramas de operaciones de ese Gaula, firmados la mayoría por su comandante, el coronel Yeison Calvo Gómez.
Uno de los resultados más extraños se produjo el 7 de marzo. Un hombre y una mujer fueron detenidos en el aeropuerto El Dorado de Bogotá cuando intentaban abordar un vuelo con destino a Madrid. Llevaban consigo una consola de videojuegos dentro de la que las autoridades encontraron 16 kilos de cocaína. Al día siguiente, la Fiscalía los imputó por el delito de tráfico, fabricación y porte de estupefacientes. No obstante, en el reporte operativo del Gaula apareció, además, el delito de concierto para delinquir con fines extorsivos. ¿Cómo graduaron de extorsionistas a dos mulas capturadas en flagrancia?
La Fiscalía imputó a dos personas por intentar pasar cocaína a España. Sin embargo, en su reporte el Gaula Militar de Cundinamarca les registró también el delito de concierto para delinquir con fines extorsivos.
Detrás de estos casos habría una estrategia para inflar los resultados del Gaula Militar con varios objetivos. Por un lado, responder a las exigencias de la cúpula militar en cuanto a resultados. Los medios de comunicación han venido documentando durante el año cómo distintas unidades se han comprometido a duplicar sus mediciones de todo tipo, pasando por bajas, capturas y desmovilizaciones. Incluso las presiones que habría ejercido la cúpula para lanzar operaciones y entrar en combate.
La Fiscalía no imputó a los detenidos por concierto para delinquir con fines extorsivos, delito que sí reportó el Gaula Militar de Cundinamarca.
Pero detrás de los resultados irregulares asimismo habría una estrategia para cobrar recompensas y gastos por operaciones infladas, o incluso inventadas. De hecho, oficiales inconformes ya pusieron estas denuncias en conocimiento del general Nicacio Martínez. En mayo pasado le enviaron un documento que hablaba del aumento, frente al año anterior, del dinero destinado a los gastos reservados de esta unidad, con los que pagan las labores de inteligencia. Y de los presuntos cobros irregulares de estos dineros por parte de oficiales del Gaula, quienes se estarían apropiando de los recursos. Varios militares habrían recibido presiones de sus superiores para firmar las misiones ficticias.
Detrás de los resultados irregulares habría una estrategia para cobrar recompensas y gastos por operaciones inventadas.
SEMANA conoció los libros de las minutas de esa unidad que contienen la relación del personal de servicio. Llama la atención que militares que aparecen firmando de puño y letra, como si estuvieran de servicio en Bogotá, también figuran el mismo día con viáticos y misiones de trabajo en otros lugares. Esos libros hoy están desaparecidos.
Esta revista tuvo acceso al audio de una conversación entre el coronel Calvo y otros militares de la unidad, que se produjo luego de que se enteraron del documento enviado al comandante del Ejército. En esta, el oficial se refiere a las denuncias y dice: “Independiente de cualquier cosa, de lo que digan, yo no estoy preocupado porque sé que he hecho las cosas bien, buscando al enemigo. Que hace uno peculados… que ninguno me vaya a grabar… Sí, marica, lo he hecho. ¿Pa qué? Pa tramar un poco de bandidos que traigo acá para ver cómo cambia la vaina. Sí lo he hecho, pero en busca de inteligencia”.
El documento causó una revista de inspección realizada por la Brigada 13 que junto con la dirección de Gaulas nacionales son las unidades a las que responde el Gaula Cundinamarca. En ese momento, el coronel Martínez, sobrino del general Nicacio Martínez, era el segundo comandante de esa brigada. De ese cargo pasó al que ahora tiene, de comandante de los Gaulas nacionales.
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Según le dijeron a SEMANA fuentes que ejecutaron esas pesquisas, en la inspección ratificaron las presuntas malversaciones de los dineros de las operaciones. Sin embargo, la diligencia quedó en un saludo a la bandera, pues las irregularidades no pararon y tampoco comenzó ningún tipo de investigación contra los señalados. De hecho, SEMANA pudo comprobar que, al menos hasta julio, siguieron reportando resultados inflados en esa unidad. Sin duda alguna, todo esto huele muy mal.
Estos radiogramas del Gaula registran resultados inflados.