SEGURAMENTE QUE NO FUI YO...

SEMANA revela hechos desconocidos hasta el momento sobre el 'robo del siglo' al Banco de la República de Valledupar.

28 de noviembre de 1994

UNA FRASE VIEJA DICE que la realidad supera con creces a la ficción. Y así parece confirmarlo lo ocurrido hace unos días en el Cesar. Porque muchos de los hechos sobre el llamado 'robo del siglo' a la sucursal del Banco de la República en Valledupar son dignos de novela. Por ejemplo, que al menos dos reuniones para concretar la colaboración de oficiales de la Policía en el hecho se sucedieron en el Comando de la Policía del Cesar. Sin embargo el hecho más sorpresivo y que puede cambiar el rumbo de la investigación fue puesto al descubierto el pasado fin de semana. Uno de los detenidos por el millonario hurto confesó que el dinero fue llevado en la madrugada del lunes 17 de octubre pasado, minutos después del robo, a la Hacienda El Paraiso, que pertenece al gobernador del Cesar, Lucas Gnecco Cerchar.

La revelación -que hay que tomar por ahora solo como la versión de uno de los implicados- fue hecha por el teniente Cesar Barrera Caicedo, uno de los participantes en el hurto. Según su confesión, "después de que nos repartimos algún dinero en Colchones Colchoflex, como ellos sabían que los operativos y allanamientos iban a ser muy duros decidieron llevar el dinero a la hacienda del gobernador, porque sabíamos que allí no iba a entrar la Policía". El miércoles pasado, las autoridades decidieron allanar el lugar, situado en la vía a Curumaní. Aunque no se encontró nada, una alta fuente de la Policía advirtió a SEMANA que "vamos a seguir investigando pues la información que se tiene hasta el momento no permite concluir que el gobernador tenga algo que ver en el asunto, aunque sí nos ha llamado la atención que el mandatario no haya protestado por el hecho". La noticia sobre el allanamiento corrió como pólvora y la semana que pasó todo fue especulación en Valledupar sobre el asunto.

Lo cierto es que mientras la investigación avanzaba, precisamente en Curumaní, en la salida de Valledupar hacia Bucaramanga, el dinero 'maldito' se repartió como en feria. Dos agentes de rentas del Cesar, conocidos popularmente como 'chirrincheros', se presentaron con una caja de cartón que contenía 75 millones de pesos, en billetes de los robados. Según su versión, después de revisar un camión que pasó por el retén de Curumaní, la caja cayó de su interior, ellos la recogieron y la presentaron a las autoridades. Al mismo tiempo en Cúcuta eran detenidos otros tres curumanenses repartiendo dinero al por mayor. ¿Pero cómo comenzó la historia?

Según las versiones que ha recogido la Fiscalía, a mediados de junio pasado llegó al Comando Departamental de Policía del Cesar el teniente César Barrera Caicedo, acompañado por Jaime Bonilla Esquivel. Preguntó por el teniente Juan Carlos Carrillo Peña a quien había conocido en enero de 1988 cuando los dos comenzaron a adelantar estudios como oficiales en la Escuela General Santander. Los dos habían trabajado durante seis meses en la Sijin de la Policía Metropolitana de Bogotá. Carrillo, quien se desempeñaba como jefe de la Policía Judicial en la Sijin del Cesar, invitó a los recién llegados al casino, en donde se tomaron tres rondas de cerveza. Ellos preguntaron también por el subteniente Jairo Alberto Varón Montero, quien no se encontraba en esos instantes porque laboraba por esos días en Aguachica.

Jaime Bonilla Esquivel, un abogado bogotano nacido el 16 de junio de 1963 en Bogotá, quien se desempeñó entre 1989 y 1990 como visitador del Cuerpo Técnico de la Policía Judicial en Riohacha, le preguntó a Carrillo que cómo le había ido trabajando en el Cesar. Entre chiste y chanza le inquirió:"¿Cómo anda de billete, bien o mal?". El teniente se quejó, pero de inmediato Bonilla le dijo: "Le tengo un negocio en Valledupar que le va a arreglar las cosas de por vida". Entonces el teniente Barrera, quien aseguró ser enviado por el mayor Fabio Guzmán Cuervo desde Bogotá, le explicó que venían a proponerle un 'trabajito' que más adelante le identificaron como el robo a un banco, pero no le dijeron en cuál. De inmediato Carrillo dijo que sí le interesaba y entonces quedaron en hablar más adelante. Dos semanas después Bonilla regresó al Comando de la Policía y contactó al teniente Carrillo quien viendo que el asunto era grande pidió que se vieran esa noche en la Plaza Alfonso López, en donde cada año se celebra el Festival Vallenato. Bonilla apareció allí acompañado por otro hombre y dialogaron durante 30 minutos . Esta vez sí se habló que el golpe sería en el Banco de la República.

El papel de Carrillo sería el de hacerse el 'loco' mientras sucediera el robo a la entidad financiera y conseguir que los agentes de Policía de turno tampoco se dieran cuenta de nada o reportaran alguna irregularidad. Carrillo, como teniente de la Sijin, realizaba rondas por el Banco de la República, de civil. después surgieron otras dos reuniones en Valledupar donde se acordaron montos y datos más ciertos sobre turnos de vigilancia y otros detalles. Bonilla ofreció a Carrillo pagarle 400 millones de pesos 15 días después del hurto. En esos momentos el teniente devengaba 369.000 pesos mensuales de salario y en sus cuentas internas se repitió que para conseguir la suma que le proponían le tocaría trabajar un siglo. Era mucho dinero para una labor de poco esfuerzo, en la que Bonilla les aseguraba (según los testimonios de los oficiales de Policía) que el gerente del banco, el jefe de seguridad y un celador interno (Winston Tarifa) aseguraban el éxito de la operación.


LA HORA DE LA VERDAD

Durante la última quincena de agosto Carrillo viajó a Bogotá para responder por un proceso disciplinario en su contra. En la capital se contactó con Barrera quien estaba de servicio en el aeropuerto. Cuatro días después Jaime Bonilla lo llamó a su casa y se encontraron esa tarde en el Centro Comercial Bulevar Niza. Ya en la noche se reunieron en el restaurante "La Perrada de Edgar" situado en la Avenida Boyacá con 50. Durante el encuentro, Bonilla, el cabecilla operativo del robo, insistió en la necesidad de lograr la colaboración de los agentes de Policía de turno para que dejaran entrar y salir un vehículo del banco durante el robo. El 27 de septiembre Carrillo les presentó al subteniente Jairo Alberto Varón Montero, a quien le ofrecieron 400 millones de pesos por el trabajo. Los oficiales convencieron a Bonilla de que la cosa era imposible con los agentes y se decidió entonces que ellos intentarían distraerlos cuando fuera necesario. En esa ocasión se les confirmó que el robo sería el siguiente fin de semana, cuando habría puente.

El sábado 15 de octubre al mediodía el teniente Barrera llegó al comando departamental de Policía de Valledupar con Jaime Bonilla Esquivel. Se citaron a las ocho de la noche en la Plaza Alfonso López para ultimar los detalles. El encuentro duró 45 minutos y se decidió que un vehículo llegaría al Banco de la República a las seis de la madrugada. Allí ingresarían todo el material necesario para el robo y también ocho personas. Además los cabecillas se sinceraron con los oficiales y les advirtieron que en la operación iban a robar más de 10.000 millones de pesos. Desde las seis de la madrugada los oficiales de la Policía estuvieron pendientes de que todo saliera como estaba planeado. Los tenientes Barrera y Carrillo tomaron un jeep Trooper en el cual comenzaron a dar vueltas por toda la ciudad, en un radio de acción de entre tres y 10 cuadras a la redonda del Banco de la República. Estaban dotados de un radio portátil por medio del cual se comunicaban con 'Botella', que resultó ser el nombre clave de Jaime Bonilla Esquivel, quien manejaba toda la operación desde la habitación 202 del Hotel Sicarare, situado al frente del banco. Curiosamente nunca entró a la entidad financiera. En la habitación 203 se hospedó una pareja cómplice del robo.

Mientras los oficiales hacían esa ronda, el subteniente Varón, quien se encontraba de servicio, permaneció cerca del agente de Policía ubicado al frente del banco. Su trabajo consistía en que si se presentaba alguna duda sobre el ingreso de la camioneta Dodge 350, preguntara por el citófono al vigilante del interior. La respuesta pactada desde el interior era que los señores eran de mantenimiento y que no había ningun problema. Sin embargo no hubo preguntas y hacía las ocho de la mañana Barrera y Carrillo recogieron a Varón. Permanecieron durante toda la mañana en las inmediaciones del banco, pendientes de que nada dañara sus planes.


EL ARREPENTIMIENTO

Hacia el mediodía Varón, un muchacho de escasos 19 años, no pudo contener sus nervios y propuso a sus colegas que abortaran la operación y que denunciaran el hecho. Según su lógica si develaban los hechos en ese momento, 12 y 30 del domingo, cogerían a todo el mundo con las manos en la masa. Aunque todos expresaron su temor por las posibles represalias contra sus familias porque se trataba de una banda muy grande, no se pusieron de acuerdo y entonces Varón se bajó del jeep con la disculpa de llamar a su mamá. Nunca regresó. Se fue a visitar a su madre y las siguientes horas las pasó con ella y otros allegados. A la una de la madrugada el teniente Barrera se bajó del vehículo y le propuso a Carrillo que si quería más tarde se verían para repartir el dinero.

A las 2 y 30 de la madrugada del lunes, Carrillo fue contactado por el radio portátil para que estuviera pendiente de la salida del vehículo. Su misión era la de prever cualquier inconveniente. Por eso se acercó en el Trooper al frente del Hotel Sicarare. Llamó al cabo Caicedo quien se encontraba de servicio y dialogó con el durante unos cinco minutos. Luego llegaron otros dos agentes en moto y dialogaron otros tres minutos. Mientras Carrillo los entretenía, la camioneta Dodge con los 24.075 millones de pesos en su interior salió por la vía vecina, en ruta de escape. Instantes después Carrillo pidió un taxi por radioteléfono, el cual fue abordado por quienes esperaban el desenlace de los hechos en el Hotel Sicarare.

Precisamente mientras los ladrones escapaban con el botín, en las instalaciones del Hotel Sicarare se celebraba un matrimonio. La fiesta duró hasta las cuatro de la madrugada y el movimiento en torno del banco fue contínuo. El teniente Carrillo lo pensó dos veces antes de ir a recoger el dinero en Colchoflex pues temió por su vida y prefirió irse al bar Siloe. En medio de botellas de cerveza quiso pasar el susto. Al día siguiente se fue de paseo y el lunes en la noche se fue a bailar a la discoteca Lambada con -según sus palabras- una 'sardina' de nombre Diana, en una jornada que concluyó en unas residencias cerca del mercado nuevo de Valledupar. El sábado 22 de octubre, después de mucho pensarlo, decidió presentarse voluntariamente en la Fiscalía 118 de la Dijin con el fin de colaborar en el esclarecimiento de los hechos. Se había comenzado así a desenrollar una madeja que promete tener cuerda para rato. Por ahora las autoridades trabajan tras la pista del dinero. Se piensa que en casas de cambio de Cúcuta y Pasto se buscara introducir el dinero al torrente legal de la economía.