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Selección Colombia: crónica de una eliminación anunciada
A la selección liderada por Ospina, Cuadrado, James y Falcao le faltó fútbol para clasificar a su tercer mundial. El sueño quedó prácticamente sepultado una noche de verano argentino que congeló a todos los colombianos.
La noche del primero de febrero entró en la historia del fútbol colombiano. En el estadio Mario Alberto Kempes, en Córdoba, los últimos héroes de la generación que más lejos llegó en una copa del mundo -cuartos de final en Brasil 2014- resignó su sueño de despedirse con un tercer mundial consecutivo. Nadie lo esperaba, menos este año, cuando por primera vez participarán 48 selecciones, y en el papel había sitio para la tricolor en Catar.
“Yo me monto”, lema con el que el país se levantó el martes, ilusionado con una hazaña, fue alimentado por quienes fueron protagonistas de gestas únicas, como remontar tres goles en 45 minutos para regresar a un mundial después de 16 años, o jugarse la vida hasta el minuto 93 como en aquella noche de frío bogotano en el Spartak de Moscú, cuando Yerry fue Mina de oro al empatar el duelo contra Inglaterra en los octavos de final de Rusia 2018. Cómo no montarse al bus, si Ospina, Falcao, James, Cuadrado prometieron dejar hasta la última gota de ‘sangre, sudor y lágrimas’, pese a haber despilfarrado seis partidos para asegurar la clasificación a Catar.
Pero el país se sorprendió cuando los jugadores de amarillo, azul y rojo parecían los clasificados con anticipación, mientras que los de celeste y blanco atacaron como si fueran los necesitados de la victoria. Quienes esperaban la resurrección, se resignaron a una derrota tan anunciada como la muerte de Santiago Nasar, el protagonista de la famosa crónica de García Márquez. Camilo Vargas, substituto de Ospina, fue el salvador de lo que pudo ser una vergüenza.
Falcao, goleador histórico (35 goles), entró como redentor cuando faltaban solo 15 minutos. Cuadrado, capaz de marcar goles olímpicos con la Juventus, no levantó un centro en los más de 90 minutos en los que lució el brazalete de capitán. La zurda de James, hasta hace unos años capaz de ganar partidos, esta vez no apareció, como si llevara tiempo en desuso, y terminó en el banquillo de suplentes.
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La imagen de lo que puede ser el fin de una era, la que tuvo al Tigre Falcao como principal emblema, no era la que merecía la generación que, en los dos mundiales a los que clasificó, ganó seis partidos de nueve disputados, celebró 19 goles y superó como líder las primeras rondas. Lo máximo que consiguió la generación del Pibe Valderrama, fue la clasificación a octavos en Italia 90, y disputar tres mundiales, a lo que aspiraba la de Falcao.
Si el mundo entero se maravilló con el equipo que pasó por encima de Uruguay (2-0) en el Maracaná de Río de Janeiro (Brasil 2014), o con la máquina que aplastó los tanques polacos de Lewandowski (3-0) en el Kazán Arena (Rusia 2018) -única vez en que coincidieron James, Quintero, Cuadrado y Falcao en la cancha-, ahora no da crédito de que haya protagonizado la peor eliminatoria desde 1998, cuando la Conmebol estableció el formato de todos contra todos entre sus diez países afiliados.
El principio del ocaso
El otoño de la generación del Tigre comenzó hace casi cuatro años, en pleno verano europeo. El argentino José Pékerman, que había viajado a Moscú con la Cruz de Boyacá en la solapa, regresó siendo blanco de críticas de hinchas y periodistas por su planteo temeroso ante los ingleses. Si su trabajo fue puesto en duda, la presunta influencia de su representante Pascual Lezcano en las convocatorias fue el florero de Llorente para que los directivos dudaran de su continuidad. El entrenador argentino no encontró garantías y renunció a una nueva reelección.
Un trotamundos, Carlos Queiroz, ex entrenador del Real Madrid, Portugal e Irán, fue el escogido por la Federación, más por descarte que por convicción. Implantó un estilo europeo, mayor despliegue físico y velocidad que posesión de balón, precisamente con lo que más se han emocionado los corazones colombianos. Los jugadores tenían que correr más de la cuenta, sacrificando la libertad que tenían en la cancha que el “padre” Pékerman siempre les concedió.
El estreno del portugués ilusionó. Victoria 2-0 ante la Argentina de Messi en la Copa América 2019 (Brasil), donde el equipo, reforzado con promesas como el guajiro Luis Díaz, se clasificó primero de su grupo con tres triunfos y ningún gol recibido.
La luna de miel duró un año. La covid 19 confinó a Queiroz en Portugal y apenas regresó al país días antes del primer duelo de la eliminatoria. Triunfo 3-0 ante Venezuela, empate (2-2) en Santiago con gol de Falcao al último minuto ante la selección de Chile, entonces dirigida por el colombiano Reinaldo Rueda.
Falcao, líder del camerino, sufrió una nueva lesión en su accidentado paso por el Galatasaray, por lo que fue el gran ausente en la convocatoria de noviembre de 2020, cuando James lució la cinta de capitán en la derrota (0-3) contra Uruguay en Barranquilla, y en la humillante goleada (6-1) a manos de Ecuador en Quito, lo que Colombia no sufría desde 1979. Ningún colombiano nacido desde 1980 había soportado media docena de goles por eliminatoria, la última vez había sido en la de Argentina 78, cuando Brasil le empacó 6-0 a los dirigidos por el macedonio Blagoje Vidinić.
Entre ambos partidos, el vestuario que parecía una familia en la era Pékerman se fracturó. Versiones periodísticas, refutadas por los implicados, dieron parte de presuntos enfrentamientos, con James y Luis Muriel a punto de llegar a las manos. El goleador de Atalanta de Bérgamo tenía mejor presente que el del entonces jugador del Everton.
Los jugadores dejaron la sensación de haberse parado, con oscuras intenciones de provocar un cambio de timonel. Nueve goles en contra en dos partidos no podían terminar de otra forma que con el despido del portugués. Se marchó con una millonaria indemnización pero cayó parado. Estará presente en Catar dirigiendo a la selección de Egipto, a la que esta semana clasificó a la final de la Copa África.
El remedio
Los hinchas clamaban el regreso del estilo criollo, y los directivos, en cabeza de Ramón Jesurún, no encontraron mejores pergaminos que los de Rueda, que tambaleaba en Chile, para encarrilar la clasificación. Tras ser tercero con la sub - 20 en el mundial de Emiratos (2003), clasificó a Honduras al mundial de 2010, a Ecuador al de 2014, y levantó la Libertadores con Atlético Nacional en 2016. Encontró un país que le había vuelto la espalda a la selección, pues en pleno paro nacional hubo indignación porque los jugadores no se pronunciaron por las víctimas de días tan convulsos, ni publicaron banderas de Colombia del revés en sus perfiles.
Devolvió la fe en Lima, con la holgada victoria (3-0) ante Perú, y el empate agónico en casa ante Argentina, tras remontar un 0-2 en contra. Terceros en Copa América, detrás de Argentina y Brasil pero con una alarmante producción: solo dos partidos ganados de los seis disputados, nueve puntos de 18 en contienda.
Las dudas parecieron disiparse cuando la selección asaltó la zona de clasificación, tras empatar contra Bolivia (1-1) en La Paz, Paraguay (1-1) en Asunción, y golear a Chile (3-1) en Barranquilla. Espejismo. Desde ese 9 de septiembre (hace 145 días), la selección no volvería a anotar un gol.
La sequía
Empates a cero ante Uruguay, Brasil, Ecuador y Paraguay; y derrotas por la mínima ante Brasil, Perú y Argentina, en la peor sequía por eliminatorias desde 1999, cuando Venezuela acumuló siete partidos consecutivos sin marcar. Colombia va camino del anti- récord, suma 646 minutos, más de 10 horas y media sin una celebración, y si se demora en marcarle a Bolivia en la próxima fecha, quedará en la historia con semejante mácula.
La campaña de Rueda, que solo puede sumar 23 puntos, es peor, incluso, que la de Sudáfrica 2010, en la que Colombia, con 23 puntos y seis partidos ganados, quedó eliminada de forma anticipada. Hoy, la selección, con apenas tres victorias, tiene opciones matemáticas de disputar el repechaje. Es probable que el combinado nacional llegue con vida a la última fecha en marzo, donde Venezuela, ahora con Pékerman, se frota las manos ante la posibilidad de asestar la estocada a su clásico rival.
Santos óleos
Tras la derrota con Argentina, Falcao confirmó en público lo que todo el país comprobó el martes por televisión. Que en el día en que solo servía ganar, la orden fue cuidar el cero en arco propio, a la espera de una pesca milagrosa en la portería rival.
Los hinchas exigieron la renuncia de Rueda, y la petición “Fuera Rueda” en la plataforma Change.org acumuló 11.067 firmas en solo 24 horas. Los directivos aún no se pronuncian, maniatados porque un nuevo relevo supondrá otra indemnización. En Colombia y en el mundo no hay técnico que se le mida a cargar con el féretro de una eliminación que no le corresponde, si un milagro no lo impide.
Rueda, de nuevo con el país dándole la espalda, es quien debe recibir los santos óleos y asumir el fracaso, una vez quede consumado. Los sensatos, que no creen en milagros, piensan ya en el 2026, con una nueva generación en la que el wayúu Luis Díaz, reciente contratación del Liverpool, es el llamado a liderarla.
James, goleador de Brasil 2014 llegó a ser el 10 del Real Madrid y se cansó de asistir a Cristiano Ronaldo; Ospina atajó en Inglaterra, nada menos que en el Arsenal; Cuadrado es el quinto jugador en asistencias en la historia de la Juventus; y Falcao ha celebrado 336 goles en cinco ligas europeas. Los últimos héroes de la segunda generación dorada están a un mes de quedarse sin el mundial del adiós. La historia dirá que el sueño quedó sepultado esa noche de verano en Argentina en la que se anticipó el otoño para la generación del Tigre.