SEMANA DE PAVOR

Narcoterrorismo, guerrilla y delincuencia común sembraron el pánico en los días previos a las elecciones.

25 de junio de 1990


La semana no pudo empezar peor. Luego de un carrobomba que estalló al norte de Bogotá el pasado domingo 20 de mayo, en horas de la noche, y que afortunadamente no dejó muertos, los colombianos comenzaron la semana preelectoral con una mala noticia. El lunes 21, cuando regresaba a su casa a las 12:15 del día, fue asesinado en la ciudad de Medellín el senador Federico Estrada Vélez.

Un grupo de sicarios que se movilizaba en una moto y en un automóvil Mazda de color blanco, aprovecharon que el carro de Estrada se detuvo en el cruce de la avenida San Juan con carrera 65 y lo abalearon. Ni el senador ni su chofer tuvieron tiempo de reaccionar, y murieron de manera inmediata. Los asesinos huyeron sin ningún problema y horas después las autoridades encontraron abandonado el carro utilizado en el atentado. El alcalde Juan Gómez Martinez citó a un consejo extraordinario de seguridad para adoptar medidas de emergencia, pero a pesar de todo no fue posible capturar a los asesinos. Fuentes de los organismos de seguridad de la capital paisa, así como el general Miguel Maza Márquez -director del DAS- afirmaron que "hay un plan para dañar las elecciones", dentro del que se enmarcó el asesinato del líder liberal antioqueño.

No era la primera vez que Federico Estrada era víctima de la violencia. Hace poco más de un mes, el pasado 3 de abril, su automóvil fue interceptado en una zona céntrica de Medellín y el político fue obligado a abordar otro vehículo. Llamadas telefónicas a diferentes medios de comunicación reivindicaron el secuestro a nombre de "Los Extraditables". Dos días más tarde, Estrada fue liberado pero esta vez, a diferencia de los otros secuestros de personalidades antioqueñas, no fue portador de ningún mensaje de los narcotraficantes sino que se le exigió liderar un movimiento en contra de la extradición. Así, las primeras declaraciones de Estrada, tras su liberación, fueron sobre este tema y afirmó que había que "terminar de una vez por todas, sin condición alguna, con la extradición de colombianos". En adelante, el líder político defendió en varias ocasiones esa tesis. Una semana antes del crimen, los dos agentes de la policía metropolitana que vigilaban su residencia fueron asesinados por sicarios en moto. Esta era la única protección que Estrada Vélez había solicitado a las autoridades. De echo, en el nomento de su muerte, sólo lo acompañaba su conductor.
Todavía el país no se recuperaba del golpe sufrido por la muerte de Estrada, cuando reaparecieron las explosiones. El jueves 23, una carga de 20 kilos de dinamita fue colocada debajo de un automóvil, frente a las instalaciones de la cadena radial Colmundo, en Medellín. La explosión destruyó ventanales, afectó parte del edificio de la emisora y le causó heridas a un celador. Dos días atrás, miembros de la escolta de las nietas del presidente Virgilio Barco lograron desactivar varias decenas de tacos de dinamita que estaban a punto de estallar en la entrada del colegio Helvetia, al noroeste de Bogotá. En horas de la tarde del pasado jueves 24, un carro-bomba hizo explosión fente al hotel Intercontinental de Medellín. Al parecer, la carga de dinamita fue accionada por un sicario suicida. Al cierre de esta edición, el saldo fatal era de nueve personas muertas -seis policías y tres civiles- y más de 25 heridos. La racha no parecía dar tregua, y en la madrugada del viernes otra bomba estalló en la capital paisa, afortunadamente sin causar muertes.

POLICIA EN LA MIRA

Pero las bombas son apenas una de las modalidades de violencia que imperan actualmente en el país. El asesinato indiscriminado de agentes de la policía en Medellín no ha cesado desde cuando, en abril, "Los Extraditables" ofrecieron dos millones de pesos por cada agente muerto. En apenas dos días, miércoles y jueves de la semana pasada, ocho uniformados fueron abatidos por las balas de los sicarios. En poco más de 15 días, han sido asesinados 31 agentes del orden en las calles de Medellín, sin contar a los que murieron por el carro-bomba del Intercontinental.

El panorama violento se complicó aún más con las acciones de los grupos guerrilleros, especialmente del ELN y de la Coordinadora Simón Bolívar. Al comenzar la semana, cinco agentes del Resguardo Nacional de Aduanas fueron emboscados por guerrilleros del ELN en un punto de la vía que comunica a Cúcuta con Pamplona. El mismo grupo dio de baja a tres soldados y un policía en Tibú, Norte de Santander. Y al finalizar la semana, el viernes 25, una patrulla militar fue atacada por miembros del ELN y de la Coordinadora, con un saldo de nueve militares y seis guerrilleros muertos.

A todas éstas, el país se preparaba para elegir el próximo presidente en un ambiente de zozobra y temor que fue aumentando con el correr de los días. Tanto el narcoterrorismo como la guerrilla -especialmente el ELN- parecían no estar dispuestos a permitir unas elecciones en paz, y sus acciones cobijaron diversos puntos de la nación. Sin embargo, el de Medellín era el caso más grave, hasta el punto en que fue necesario, el viernes, decretar la ley seca y el toque de queda en la ciudad para evitar al máximo nuevos actos terroristas. Pocas veces en la historia de Colombia se había llegado al final de un proceso electoral con tanto temor y violencia. Y lo más grave del caso es que, como van las cosas, no parece que la situación mejore mucho en las semanas que vienen.-