investigación
Semana revela detalles inéditos de las aterradoras circunstancias en las que murió y terminó incinerada Helena Laserna, nieta del fundador de la Universidad de los Andes
SEMANA revela en exclusiva las pruebas que llevaron a la condena de Camilo Pinzón, el hombre detrás de la desaparición de Helena Laserna. Audios, documentos y versiones inexplicables lo hicieron caer.
Liliana Laserna no tuvo conocimiento o participación en los trágicos hechos que rodearon la desaparición y muerte de su hija Helena en 2016. La mujer, hija de Mario Laserna Pinzón, fundador de la Universidad de Los Andes, fue instrumentalizada, en todo el sentido de la palabra, por Camilo Fidel Pinzón, un hombre que había conocido nueve años antes cuando pidió un técnico para arreglar su televisor, se convirtió en su pareja y luego fue quien incineró a Helena para eliminar cualquier rastro.
Esta fue la principal conclusión de un fallo en primera instancia con todos los elementos de una película de terror: poder, dinero, mentiras, locura, un tratamiento médico experimental y muerte.
SEMANA tiene en su poder pruebas, documentos, audios y detalles hasta ahora desconocidos de esta macabra historia. En el proceso, que duró casi tres años y registró un sinnúmero de dilaciones que fueron aprovechadas por Pinzón para lograr su libertad por vencimiento de términos, quedó en evidencia la indolencia con su hijastra.
En su nueva vida juraba que todo se arreglaba con dinero, hasta el ocultamiento de la muerte de Helena ante las autoridades. “Toca frentiar y engrasar”, esto en una clara referencia al pago de sobornos. “(...) lo que hay que hacer es registrarla, porque Bienestar sabía que la niña era discapacitada y se iba a morir en cualquier momento”.
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Pinzón, un técnico electrónico, tenía una habilidad especial para inventar historias. En su cerebro, según el fallo, se maquinaron los más inusitados proyectos para los que pedía la financiación de Liliana, quien para ese momento ya había sido diagnosticada con un cuadro de esquizofrenia y otras enfermedades mentales que la ponían como una mujer totalmente vulnerable.
No contento con la exigencia casi que semanal de dinero, el hombre –20 años menor que ella– consiguió que le cumpliera todos sus deseos: viajes a Europa, carros lujosos, casas a las afueras de Bogotá, ropa de marca. La petición de dinero era una constante, nunca estaba satisfecho, parecía querer suplir todas las falencias y vacíos que había sufrido la mayor parte de su vida.Por esta obsesión malsana fijó la hoja de ruta para sus macabros planes.
El hombre sabía de la gravedad del cuadro médico de Liliana, así como de la fuente inagotable de su fortuna, los Laserna no solo son fundadores de la Universidad de Los Andes, sino que se trata de una familia poderosa en lo político y acaudalada económicamente. Pero para tener el control total del dinero de Liliana Laserna había un “obstáculo”, la pequeña Helena, quien había nacido en 1998 con un diagnóstico de autismo severo.
Por eso, Pinzón puso en marcha la segunda parte de su macabro plan: desaparecerla. Fue así que en 2014 –tras una extensa lucha legal por la custodia y un enfrentamiento con la familia Laserna– anunció que iba a viajar a Chile con la joven, quien para ese momento tenía 16 años, para someterla a un complejo procedimiento con células madre para curarla de su autismo. Pero, como todas sus historias, esta era otra mentira.
La joven nunca salió del país, fue trasladada a una casa en el municipio de Mosquera, Cundinamarca, propiedad de la hermana de Camilo, Claudia Patricia Pinzón Gómez. Liliana poco o nada sabía sobre su hija, Camilo la había convencido de que no podía tener contacto alguno con ella porque estaba en tratamiento, y solamente le mostraba algunos videos cortos.Mientras la enfermedad de Liliana empeoraba, Camilo se daba la gran vida viajando por el mundo o mostrando sus cuatro vehículos de lujo, entre ellos una camioneta blindada. El 14 de noviembre de 2016, Claudia Patricia intentó contactarse en repetidas oportunidades con su hermano para informarle que la niña había fallecido.
Todos estos intentos fueron en vano. Él se encontraba en Cartagena junto a una amiga muy cercana, presuntamente su real pareja, conocida como Sabrina, y quien se convertiría en parte fundamental de esta historia. Camilo viajó esa noche. Tras ir a Mosquera, recoger el cadáver de Helena, salieron rumbo a la finca La Cabaña en el municipio de Sesquilé –propiedad de Liliana Laserna– para incinerar el cuerpo. A su llegada, le dijo al mayordomo Jorge Fonseca que no se acercara al vehículo, que ahí se encontraban elementos radiactivos, otra de sus extrañas mentiras. La historia no convenció al trabajador, quien, ayudado por su esposa, buscó un tutorial en YouTube para saber cómo se podía abrir un carro blindado.
Lograron abrirlo y lo que encontraron los impactó: el cuerpo sin vida de la joven Helena, casi en los huesos y con rastros de moretones, por lo que le tomaron una foto, la prueba de un crimen atroz, ahora en poder de las autoridades.
Pinzón se dio cuenta de lo que había ocurrido por lo que cambió el plan. En la mañana del 19 de noviembre se dirigió al municipio para comprar gasolina, la misma que utilizó para incinerar el cadáver, el cual ardió durante horas.Al otro día el fuego había desaparecido, pero aún había rastros del cuerpo; con su maldad, que pareciera no conocer límites, procedió a una segunda incineración para que aquel cuerpo quedara reducido a cenizas. Por eso, nunca se conocerán las causas de la muerte de Helena.
Arrastrarla al infierno
Camilo, fiel a su estilo manipulador, le informó a Liliana que su hija había muerto junto a otros ocho niños en medio del mentado tratamiento con células madre, lo que había llevado a que los médicos tratantes se suicidaran. Le pedía que no le hicieran preguntas sobre esos hechos porque se sentía desolado. Desde Chile, supuestamente, Camilo le manifestó a Liliana que no podía regresar como había prometido pues le estaban poniendo problemas porque traía un aparato que enviaba “ondas cerebrales al cerebro y solucionaba los problemas mentales, y que él era el único que lo podía utilizar”.
Su imaginación parecía no tener límites, pero estaba convencido de que su pareja le creía, y no estaba equivocado: el estado de Liliana la hacía totalmente vulnerable. En otra conversación, y sin ninguna muestra de arrepentimiento, siguió exigiendo dinero para cuadrar todo. “(…) ya es con plata y todo”, le manifestaba, a lo que Liliana, en una de las pruebas clave del juicio, le asegura que es un delito. Manipulándola por completo, como reporta el informe pericial, le comenta: “Yo me echo toda la culpa y voy a decir que lo hice inocentemente, que tú me financiabas y nosotros investigábamos para darle calidad de vida”.
Sin embargo, la situación afectó gravemente la relación entre Camilo y Liliana. Del mea culpa que había presentado meses atrás, pasó a las amenazas. En una charla no la bajó de “desagradecida de mierda”. Temiendo que en cualquier momento pudiera ir a la cárcel, le advirtió que si él caía “voy a arrastrarla al infierno”.
Las líneas de Liliana y Camilo estaban interceptadas, sin embargo, este último comentaba en las conversaciones que sabía lo que estaba ocurriendo, incluso, les enviaba mensajes a quienes lo estaban escuchando. “(…) esa Dorotea (la suegra) fue la que mató a Juan Mario de depresión y eso es lo que tengo que decir al hijueputa que me está escuchando”.
Con esta zozobra, se empezó a cuadrar el plan para dar una nueva versión sobre lo sucedido. En esta parte del plan fueron claves Claudia Patricia Pinzón y Sabrina, quienes estaban al tanto de la forma como había fallecido Helena.
Para eso querían inculpar a Liliana de ser la orquestadora de la desaparición. Igualmente, se pone de presente la búsqueda del acta de defunción falsa, aquella que revelaba que Helena había muerto en Chile. “Patricia le pide a Sabrina que saque todo lo que tenga: fotos, memoria, celulares, todo lo que huela a Camilo (...) comentan que les van a hacer un allanamiento (...) y ese computador tienen muchas cosas”.
Para ese momento muchos de los documentos de Helena, entre ellos, su tarjeta de identidad, habían sido eliminados, lo que representó un problema para el nuevo plan. Un amigo de Camilo, que no pudo ser identificado, aparece nuevamente en la escena, manifestando la necesidad de crear una historia frente al cuerpo. “Le sugiere que esté bien concentrado, no diga incoherencias, deje las cosas quietas y que se invente un cuento”. Siguiendo estas instrucciones, Camilo habla con su hermana y le pide que nunca mencione que la joven estuvo en Mosquera.
El testamento
Once meses después de la muerte de la niña, en la Notaría 8 de Bogotá, fue tramitado un documento de seis páginas conocido por SEMANA. Se trata del testamento de Liliana Laserna, en el que lo designa como único heredero de todos los bienes y propiedades.Llama poderosamente la atención que en el documento se advierte que Liliana firmaba con “todas sus condiciones mentales”, cuando padecía un cuadro de esquizofrenia, diagnosticado en 2007. Además, Camilo Pinzón le habría estado suministrando un fuerte medicamento siquiátrico con licor que, lejos de mejorarla, le empeoraba su condición mental.
Camilo Pinzón fue condenado a 46 años de prisión por el delito de desaparición forzada. Por el momento su paradero se desconoce por completo, aunque se cree que está en Brasil, por lo menos así se lo aseguró en entrevista a SEMANA, hecho por el cual se emitió circular azul en su contra para ubicarlo, capturarlo y que cumpla su sentencia.
La respuesta de Pinzón
Desde la clandestinidad, aparentemente desde Porto Alegre, en el sur de Brasil, Camilo Fidel Pinzón rompió su silencio para dar su particular versión sobre los hechos. Acusó a Liliana Laserna de planear la desaparición de su propia hija y tener pleno conocimiento de todo.
Su versión no es clara y las evasivas son constantes; pese a que Helena murió cuando estaba bajo el cuidado de su hermana Claudia Patricia Pinzón, nunca pudo explicar el motivo del deceso. Lo que sí reconoció fue que él recogió el cuerpo sin vida metido en un sleeping. Dijo que su hermana lo puso en el asiento de atrás del vehículo y él manejó desde Mosquera hasta Sesquilé, en donde borraron toda huella de existencia al incinerarla. Aún así, insisteen que la responsabilidad es de Liliana Laserna.
Desconoció por completo el cuadro psiquiátrico de su ahora excompañera sentimental: “Ella se declara loca, y ella no es loca”. Asegura que él, un humilde reparador de televisores, no cuenta con dinero para pagar un abogado, por lo que le tocó el que le designaron de la Defensoría del Pueblo. Su argumento es que lo condenaron por ser pobre y que Liliana Laserna “fue absuelta porque podía pagar un defensor caro”.
Aseguró que “a esa señora jamás le ‘tumbé’ un peso, yo no le robé un peso, eso no es cierto. ¿Sabe por qué no lo hice? Porque honradamente ella me daba lo que necesitaba; es más, nunca la manipulé, nosotros pactamos como un hombre y una mujer. ¿En qué? En el respeto mutuo”. Sobre la decisión de convertirlo en el único heredero dice: “El testamento, ella me lo deja, claro, es cierto. Pero en ningún momento la obligué porque yo no firmé. Ella lo hizo a voluntad después de que llegué de España”.
Fue condenado por la desaparición de Helena, pero advierte que no es así, porque la ley dice que una persona muerta no puede ser desaparecida. De ese argumento se pega, escabulle la responsabilidad de quemar el cuerpo, justifica todas las mentiras y asegura que enviará las pruebas, que, casualmente, nunca entregó en los tres años de proceso.Reconoce haber tenido una amante, que fue presentada como cómplice en el juicio. Se documentó que fue una relación estable, pero él lo niega.
“Una cosa es mi vida personal. Es cierto, la enamoré y ella no tiene nada que ver en este asunto. Llegó a Colombia en el 2018, cuando ya habían sucedido las cosas. ¿Qué hombre en Colombia no ha tenido una amante?”. Nunca se sabrá qué pasó con la pequeña Helena y cómo murió. Su cuerpo quedó reducido a cenizas, su mamá Liliana Laserna fue declarada inocente y no tiene las condiciones siquiátricas para entender con claridad lo ocurrido. Una historia de ambición, enamoramiento, manipulación y muerte en la que, por fin, hubo una condena.