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SEMANA revela los escabrosos y desconocidos detalles del asesinato de Maximiliano, el niño que cayó en manos de una banda satánica y que involucra a su familia
SEMANA revela el testimonio de un miembro de la secta religiosa Los Carneros, principales sospechosos de la desaparición y muerte del niño Maximiliano Tabares. Lo habrían atacado salvajemente para “sacarle un espíritu maligno”.
Al niño Maximiliano Tabares Caro, de apenas 6 años, lo mataron en Antioquia para sacarle un supuesto espíritu maligno que lo poseía. Y aunque la razón parece inverosímil, forma parte del crudo testimonio, que tiene en su poder la Fiscalía, de uno de los testigos del horroroso crimen.
Quienes presuntamente lo atacaron de forma salvaje fueron sus propios familiares: padrastro, mamá, abuela. También, algunos miembros de un grupo religioso llamado Los Carneros, quienes habrían sacrificado a Maximiliano porque el supuesto espíritu que lo poseía les bloqueaba la posibilidad de comunicarse con seres del más allá que les revelarían la existencia de imaginarias guacas de oro.
En el material probatorio recopilado por las autoridades, se lee que Los Carneros acudirían a una serie de ritos para recibir mensajes de dioses que los llevaran a ubicar el sitio exacto donde estarían ocultos elementos valiosos que podrían comercializar.
La presencia del niño les estaría estorbando para continuar con el imaginario negocio. Por estos hechos, hay seis personas detenidas, entre ellas la abuela del menor.
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La pérdida
Las primeras alarmas sonaron en la mañana del 21 de septiembre cuando la mamá de Maximiliano, Sandra Patricia Caro Pérez, reportó la ausencia del niño en su casa. Ella le explicó a la policía que se perdió cuando lo envió a una tienda para hacerle un mandado.
A las siete de la mañana de ese día, el menor habría caminado por las calles del corregimiento de La Cruzada de Remedios, Antioquia, sin dejar rastro de las huellas. Sin embargo, nunca llegó al supermercado ni los vecinos lo vieron en la vía.
De inmediato arrancó una búsqueda, que se extendió por el departamento, y las autoridades ofrecieron una recompensa de 60 millones de pesos por información que ayudara a encontrarlo. Hasta los grupos armados ilegales de la región se sumaron a la tarea.
Pero los datos que entregó la mujer no cuadraban en el expediente y eran motivo de sospecha por parte de los habitantes del pueblo. La muestra en la desconfianza de su relato se puso en evidencia cuando la comunidad de La Cruzada trató de lincharla en su casa.
Ella tuvo que ser evacuada por la policía en razón de que las condiciones de seguridad no estaban dadas en el sector. La mujer recibió amenazas, pues temían que la responsabilidad de la desaparición de su hijo la cargaría en la espalda en completo silencio.
El rumbo de la investigación no estaba definido. Unos días había esperanzas y a las horas los invadía la desilusión; así lo definió el tío paterno de la víctima, Elkin Tabares. Removieron montañas y escudriñaron debajo de las camas donde había señales de vida.
“Cuando me enteré, pensé que estaba escondido para no tener un castigo de Sandra. Confié en que se había ido para la casa de mi mamá, pero no. Él vivió en la casa de nosotros la mayor parte de su vida desde que mi hermano murió”, dijo el familiar.
Precisamente, a principios de 2022 la madre de la víctima les pidió la custodia a los allegados paternos porque ella quería continuar con la crianza de su hijo. La discusión no pasó a los estrados judiciales, dado que le reconocieron los derechos que tenía.
Pero la acompañaron en la búsqueda. Todos los parientes pasaron horas enteras en las veredas de Remedios y Segovia, municipio vecino al sitio donde se reportó la pérdida, para seguir las pistas que desempolvaron las unidades de inteligencia que asumieron el caso.
La ausente en esas tareas fue Sandra Patricia Caro Pérez. Ese fue uno de los primeros indicios que dio cuenta de que las cosas no estaban bien. “No tenía actitud de preocupación, no salía con nosotros a buscarlo”, comentó uno de los rescatistas.
La revelación
El secretario de Seguridad y Justicia de Antioquia, Oswaldo Zapata, indicó que el caso se empezó a esclarecer por la confesión de un integrante de la secta religiosa de Los Carneros. El rumbo del caso cambió cuando denunció la supuesta participación de la familia en la pérdida.
El principal testigo se unió al grupo en 2021. Ingresó por invitación del padrastro de la víctima. Él le describió que la tribu tenía como objetivo principal encontrar guacas en la región: tesoros escondidos bajo la tierra para hallar piezas valoradas en los mercados.
Alcanzó a vivir en carne propia los sacrificios que hacían para encontrar las señales que les enviaban supuestos espíritus con el fin de ir a los puntos exactos donde estaba el oro. Pero afirmó que, a juicio del padrastro, Maximiliano Tabares Caro los frenaba.
Este hombre habría recibido un mensaje de sus dioses en el que le advirtieron sobre un mal dentro del cuerpo del niño que no estaría dejando prosperar el negocio. En consecuencia, citaría a sus prosélitos para sacarle el espíritu al menor de edad.
“El líder me abordó y me dice que yo debo volver a la tribu. Me citó para que en la noche de ese mismo 20 de septiembre fuera a la casa de Damaris (abuela de la víctima), que allí nos reuniríamos porque el espíritu le dijo que Maximiliano lo estaba obstaculizando”, señaló.
Las revelaciones fueron más allá. Este sujeto explicó que duró varios meses dentro de la secta satánica. Dio un paso al costado recientemente por los dolores que le estaba imponiendo el líder, al parecer, para llamar a los dioses a los que veneraban.
En siete oportunidades sufrió quemaduras por las marcaciones que le hacían con cuchillos, calentados previamente con el soplete con el que funden el oro. Con base en sus palabras, el arma blanca la habría puesto en el fuego y luego la ponía sobre su cuerpo.
Supuestamente, el padrastro le dibujaba un signo de cruz mientras soportaba el sufrimiento. También les dijo a las autoridades que en varias ocasiones recibió filtraciones de agujas en sus testículos como muestra de sometimiento a los dioses.
“En una ocasión me obligó, en medio del culto, a tener relaciones sexuales. Me retiré porque los tratos que recibía por parte del líder no me gustaban, eran tratos crueles. Me parecía que no concordaban con lo que me había dicho”, detalló el testigo.
Este relato habría sido confrontado con el material probatorio que las unidades de inteligencia del CTI, la Fiscalía y la Policía hallaron en las residencias de los seis capturados. En las viviendas tenían documentos satánicos, bebedizos y un muñeco vudú.
De acuerdo con el material probatorio que se recopiló, un juez le dio el aval al ente de acusación para procesar a los detenidos por los delitos de desaparición forzada y tortura. Todos se declararon inocentes, pero fueron enviados a la cárcel mientras avanza el caso.
El proceso cambió el 26 de octubre cuando dos de ellos, incluida la madre, informaron el sitio exacto donde fue enterrado Maximiliano Tabares Caro. Hasta la vereda Cuturú Alto de Segovia llegaron las unidades del CTI con uno de los capturados, que señaló la tumba del niño.
Así lo confirmó el gobernador de Antioquia, Aníbal Gaviria Correa: “Se hallan los restos de Maximiliano después de toda esta situación tan horrorosa y dolorosa. No deja de ser una tristeza porque siempre existía la esperanza de encontrarlo con vida”, dijo el mandatario.
El Instituto Nacional de Medicina Legal asumió la inspección del cadáver para dilucidar los hechos que le provocaron la muerte al niño de 6 años. Mientras tanto, los procesados esperan el curso de las investigaciones, con las que se medirán responsabilidades.