informe
Ser niñera colombiana en otro país no es tan bueno como lo pintan: estos son los conmovedores testimonios de algunas mujeres
Cientos de jóvenes que viajan a otros países con el programa de au pair llegan llenas de ilusiones y se estrellan con una dura realidad por falta de garantías. Dicen quedar en una zona gris que vulnera sus derechos.
Postrada en la cama de un hospital de Nueva Jersey (Estados Unidos), Nelly Fonseca, una joven colombiana de 25 años, se sentía utilizada por un sistema que hoy califica como poco sincero y cruel. Lo que pudo haber sido un accidente laboral que la dejó con afectaciones en las piernas tras múltiples fracturas, terminó minimizándose a un accidente en un paseo familiar por el que nadie respondió.
Tuvo dos meses para pensar en qué momento cambió su vida, estando en la misma posición durante el día y la noche. Recuerda que en marzo de 2021 llegó a Estados Unidos, ilusionada porque había sido aceptada en el programa de au pair, que va más allá de ser niñera en un país con un idioma y cultura diferente. Ella estaba a mitad de sus estudios de administración de empresas en Colombia, y escuchó que se podía ir a Estados Unidos, Alemania, Francia, Inglaterra y Canadá, entre otros países, bajo esa figura.
Los jóvenes que se van, en su mayoría mujeres, son recibidos por una familia con niños. Las reglas dicen que, prácticamente, los acogen en el hogar como si fuera suyo, les dan vivienda, alimentación, carro para transportarse y semanalmente 200 dólares.
Además, otros 500 por una única vez para apoyo por si se quiere estudiar, ya que tienen que garantizar que puedan asistir a sus clases de idiomas, todo esto a cambio de que se trabaje cuidando a los niños por unas horas determinadas que no pueden ser superiores a 45 semanales. Tampoco pueden hacer otras tareas del hogar que no sean relacionadas con los menores. A los cuatro meses de haber llegado, Nelly recibió la noticia de que su padre había fallecido en Colombia, contó con una semana de permiso para asistir al sepelio.
Lo más leído
En octubre, la familia de Estados Unidos programó un viaje a Cancún (México). Como viajaban los niños de 14, 8, 7 y 3 años, a ella también la llevaron para cuidarlos. Mientras montaban cuatrimoto, una adulta mayor de más de 80 años, familiar de los niños, chocó accidentalmente a Nelly con el vehículo, terminaron en el piso.
La colombiana fue remitida al hospital en Estados Unidos, donde requirió cirugías de alta complejidad, exámenes especializados, medicamentos y todo lo que conlleva una hospitalización de dos meses. Lo irónico es que la familia que la había aceptado como au pair pidió cambio de “niñera” a la agencia. Nelly ya no estaba en condiciones de apoyarlos. Como ya no tenía vinculación con la familia, la mujer quedó completamente sola.
El contrato que se firma con la agencia dice que si la au pair no consigue una familia con la que haga “match” en dos semanas debe devolverse a Colombia. Nadie iba a aceptar a la joven estando hospitalizada. Sin duda, todo se complicó para Nelly, quien se quedó sin seguro y debía pagar una deuda millonaria en el hospital norteamericano. Nadie la visitaba en su habitación. Su mamá en Colombia estaba atravesando una enfermedad terminal y su hermana rogó durante meses por una visa humanitaria. La colombiana vivía de la caridad de los trabajadores del hospital, que le llevaban artículos de aseo, algo de alimento y, de paso, la ayudaban a bañar.
“Ese contrato tiene mucha letra chiquita que uno de la emoción no lee, pero al no ser un contrato laboral libra de responsabilidades tanto a la agencia como a las familias”, dice la joven a SEMANA. A su vez, cuenta que al poco tiempo que le dieron de alta y llegó a Colombia, su mamá falleció. A ella le siguen llegando las facturas del hospital, solo por unos exámenes le están cobrando 4.800 dólares, más de 19 millones de pesos.
No quiere ni saber cuánto suma la deuda total. Asegura que no tiene cómo pagar y está en tratamientos en nuestro país para tratar de disminuir las secuelas del accidente. “La figura de au pair es la esclavitud moderna”, dice Paula Andrea Bran, una joven que terminó sus estudios de periodismo en Medellín y se fue a Estados Unidos bajo ese programa. Dice que allá se sintió secuestrada en la casa de una mujer que tenía dos niños.
Cuenta que no la dejaba salir ni al balcón porque la madre de los menores temía que se le pegaran virus y bacterias, cada vez que salía la obligaba a bañarse con vinagre, le prohibía usar jabón de olor. No le dio carro para que asistiera a clases. Le pedía que buscara la manera de estudiar virtualmente, pero no tenían wifi porque consideraba, desde su experiencia como pediatra, que las ondas electromagnéticas generan afectación en el cerebro de los niños. Le impedía hablar en inglés porque quería que sus hijos se acostumbraran a los fonemas en español, “no respetaba mi alimentación. Tenía que comer hindú, ellos controlan tu vida”, relata la joven.
SEMANA conoció decenas de testimonios similares, jóvenes entre los 18 y 26 años que se consideran presas en esas casas, denuncian que las dejan sin comer. Por ejemplo, a las que no les dan el tiempo para estudiar ni les facilitan el transporte para que se puedan movilizar y a las que ponen a hacer quehaceres del hogar para toda la familia no tienen a quién reclamar. Incluso, a algunas les hacen propuestas sexuales argumentando que en Estados Unidos saben que “así es que se ganan la vida las mujeres en Colombia que necesitan más dinero”.
Paula renunció al programa a los dos meses y medio, automáticamente pasó sus papeles para obtener una visa de estudio que le permitiera trabajar como niñera. Ahí descubrió que por cada hora que cuide a un niño le pagan 20 dólares, si en la casa hay más de dos niños la hora sube a 25. Es decir, que en un día se hace más que lo que le pagaban en una semana. Pero sobre ellas recae la manutención. Muchas indican que la figura de au pair está diseñada para que los extranjeros ahorren costos con la mano de obra, sobre todo de latinos, y sin generar obligaciones laborales.
Al Departamento de Estado de Estados Unidos llegan decenas de quejas de au pair, pero no pueden ser atendidas porque no hay un contrato laboral de por medio, es una figura de intercambio cultural. Ni la Cancillería ni Migración Colombia tienen claro cuántas personas salen con este tipo de visa a otros países. Es la visa más fácil de conseguir, se obtiene por un año y se puede renovar por otro periodo igual.
Agencias de au pair aseguran que los casos denunciados no son el común denominador, que hay varios casos exitosos y que los beneficios son múltiples, como aprender una segunda lengua y conocer otra cultura invirtiendo muy poco dinero. En Colombia se paga en promedio 4 millones de pesos a la agencia y de una vez entran a una plataforma en la que se permite la interacción con las familias que están conectadas para mirar con cuál de ellas hace “match”.
Los tiquetes son cubiertos por las familias, que pagan al año un promedio de 10.000 dólares a la agencia. La au pair tiene que cubrir los costos como exámenes médicos, pasaporte, visa y licencia de conducción. Entre los consejos que dan quienes han viajado con el programa, es no dejarse llevar por la emoción y tomarse el tiempo para analizar cada caso.
Recomiendan que si lo que se pretende es aprender otro idioma, lo ideal es cuidar niños de más de 5 años que ya hablen. También escoger una familia que no solo hable de paseos y cosas deslumbrantes, sino que demuestre calidez humana, ahí está el secreto de una buena y enriquecedora experiencia.