REPORTAJE
¿Será Vichada la tierra prometida?
Hay anuncios de un sorprendente desarrollo para Vichada, un departamento históricamente abandonado. Qué tan posible es que esta región se convierta en un nuevo polo de desarrollo del país.
Una nueva obsesión ronda la cabeza del presidente Álvaro Uribe. Convertir 6,3 millones de hectáreas de los Llanos Orientales, hoy desoladas, en el epicentro de un desarrollo agroindustrial, social y ambiental nunca visto en el país. La mayor parte de esta gigantesca extensión de tierra, superior a la suma de las de varios países centroamericanos, se encuentra en el departamento de Vichada y una porción en el departamento de Meta y está delimitada por los ríos Meta, Vichada, Orinoco y Manacacías. Si hubiera una palabra para definir esta zona, sería inmensidad. A modo de referencia, basta decir que la distancia en diagonal de esta extensión de tierra es la misma que hay entre Bogotá y Tumaco.
Las palabras del Presidente en la instalación del Congreso hace un par de años revelan la pasión que en él desata el tema. En ellas se refirió al Renacimiento de la Alta Orinoquia, nombre que le ha dado al proyecto, casi con el establecimiento de un nuevo país: "Sin pobreza, ni cultivos ilícitos, con generación de 1,5 millones de empleos, seguridad energética y el establecimiento de una nueva población en paz de cinco millones de habitantes". Todo esto en un plazo de 20 años. Para liderarlo encargó al vicepresidente Francisco Santos, quien es otro apasionado del tema.
Cada tanto esa región les ha quitado el sueño a varios presidentes. En ese mismo lugar iba a quedar la ciudad de Marandúa propuesta por el presidente Belisario Betancur, que de forma similar a Brasilia, en Brasil, sería un nuevo centro administrativo, además de ser modelo de planificación. Pero nunca pasó del papel. También los presidentes Alfonso López y Rafael Reyes miraron hacia ese lugar del país con grandes expectativas que nunca se concretaron.
Pero a diferencia de los anteriores globos presidenciales, ahora hay varias coincidencias y nuevos hallazgos sobre las virtudes de esta tierra, que hacen pensar que por fin va a pasar algo en ese lugar.
La primera es que en toda la zona tropical del planeta no existe un área disponible de tal magnitud en un país con estabilidad institucional. Este tipo de climas es especialmente favorable para cultivos que sirven para la producción de biocombustibles con creciente demanda en el mercado internacional. La segunda es que por ser una tierra sin selva, se puede hacer una gigantesca intervención sin tumbar un solo árbol, lo que no sería viable, por ejemplo, en la Amazonia. Esto trae beneficios adicionales cuando están en boga las plantaciones destinadas para la venta de oxígeno, buscando con esto contrarrestar el calentamiento global. La tercera es que toda esa extensión es una región prácticamente plana, lo que facilita cualquier clase de cultivo. Y la cuarta, que se ha descubierto que esta tierra a la que se referían los campesinos como si no sirviera para nada, si bien no sirve para todo, sirve para mucho más de lo que se pensaba.
De ahí que ya no suenan alegres los ofrecimientos que el Presidente le hizo de esta región a su colega de Estados Unidos para que lo contemple en los megaproyectos que requiere ese país para biocombustibles, ni tan alocados sus planteamientos cuando comparte su pasión por el proyecto con un visionario como Bill Gates en su reciente visita.
Por su viabilidad es que ya hay inversionistas locales trabajando en varios proyectos de cultivos de pino caribe, caucho, marañón, y piñón, que es un fruto nativo que en América Central, se utiliza para la producción de biodiesel. Parece descartada la siembra de palma africana que aún no tiene buenos resultados en la zona.
También hay multinacionales con cientos de millones de dólares disponibles en caja para invertir en esta revolución. Sólo esperan llegar a acuerdos con el gobierno para ocupar las tierras, y que éste construya la infraestructura que garantice la salida de los productos. Por tierra al interior del país, y por vías fluviales al exterior, aprovechando que muchos de los ríos conectan con el Orinoco y que este desemboca en el Atlántico por territorio venezolano.
Tecnología criolla
Una fortaleza que tiene el proyecto Renacimiento de la Orinoquia es que ya está probado que funciona. El campo piloto es el centro Las Gaviotas, que lleva en la región 40 años. Paolo Lugari, un soñador hombre de ciencia, comenzó en ese lugar de experimentación a trabajar para producir tecnologías limpias, en especial en desarrollos con energía solar. Pero a partir de1982 inició un proyecto de reforestación que ya arroja resultados sorprendentes. Utilizaron micorrizas, una especie de hongos que se fijan a la raíz de la planta y que le permite extraer de la tierra el máximo de nutrientes. Esta ha sido la clave para superar la aparente infertilidad de estas tierras y es lo que ha permitido que hoy exista una plantación de pino caribe que supera las 8.000 hectáreas.
La plantación trajo consigo algo
inesperado. Por los nutrientes que la nueva especie trajo al terreno, como por generación espontánea, comenzaron a aparecer cientos de nuevas especies a la sombra de los árboles reforestados. Sus semillas fueron traídas por el viento y por aves migratorias que empezaron a hacer estación en el lugar, y este nuevo ecosistema se articuló con los llamados bosques de galería, que son las zonas arborizadas en torno a los caños y los ríos.
Mientras esto sucedía en Gaviotas, en Marandúa, otro lugar de la inhóspita Vichada donde Betancur quería hacer su ciudad y de la que sólo quedó un enclave de la Fuerza Aérea para prácticas de vuelo y bombardeos, el Incoder le asignó a esa institución 63.000 hectáreas para que las desarrollara.
Su entonces comandante, el general Édgar Lesmes, contactó a Gunter Pauli, que fue investigador de la universidad de las Naciones Unidas en Tokio y ahora es presidente de la Fundación Zeri (Zero Emissions Research Initiative), para buscarle utilidad a esta tierra. Pauli de tiempo atrás conocía el inspirador Centro Gaviotas, al que ha calificado como la mejor experiencia de desarrollo sostenible en el planeta, y logró entusiasmar al general.
Este contacto fue clave, pues el militar abrió la puerta del alto gobierno, a través del entonces ministro de Agricultura, Carlos Gustavo Cano, quien se entusiasmó tanto, que hizo reuniones semanales fijas para seguir el tema. Pauli, por su lado, hizo contactos que abrieron la puerta al proyecto en foros en el exterior, lo que condujo a interesar a companías multinacionales.
El proyecto fue presentado por primera vez en Japón en 2005, y aunque los reparos a la seguridad del país desinflaron un poco los ánimos, logró interesar a la televisión de ese país, que por varios días viajó a Vichada e hizo informes de la región.
Los contactos en el exterior trajeron rápidamente al redil de los entusiastas a los ejecutivos del J. P. Morgan Chase, uno de los bancos más grandes del mundo. Esta entidad tiene cuantiosos recursos en una cuenta llamada Fondos de Capital de Riesgo, que se destina a proyectos como el de Vichada. Por lo menos una decena de viajes de sus funcionarios a la zona y un plan de acción diseñado por la escuela de negocios antioqueña Eafit, dieron a luz un primer proyecto que se ha manejado con total confidencialidad.
El 11 de septiembre del año pasado, William Harrison, chairman de J. P. Morgan, junto con varios de sus ejecutivos, viajó expresamente a una reunión en el Palacio de Nariño para presentar al presidente Uribe y a varios de sus ministros su propuesta, que incluye un aporte inicial de 325 millones de dólares. SEMANA consultó a algunos de los asistentes, que coinciden en que la reunión no fluyó, pues el Presidente no aceptó que hubiese traductor y el tema tenía un alto componente técnico y financiero que no hacía fácil la comprensión para todos los asistentes. Fuentes del gobierno aseguran que lo que pasó realmente es que la propuesta del banco era que se les otorgara una especie de concesión exigiendo unas garantías mínimas de ingreso, lo que claramente es inaceptable para un proyecto de esta naturaleza.
Los contactos continuaron y hubo reuniones en Londres con el vicepresidente Francisco Santos. Hay versiones confiables que afirman que al proyecto ya se le han hecho varios ajustes y que está en revisión para su posible firma. La idea es que bajo el nombre de Marandúa Inc., la fundación Zeri realice un proyecto de similares características al de Gaviotas, que en siete años cubra 100.000 hectáreas y que en 12 haya duplicado los cultivos. La propuesta es cubrir los costos de administración y los intereses del dinero dado por el banco, mientras las utilidades serían reinvertidas. Al término la concesión revertiría a manos del Estado.
Las otras puertas
De concretarse, Marandúa Inc. será sin duda el principal motor para jalonar el desarrollo en el nivel que quiere el Presidente. El interés de un aliado como J. P. Morgan ha ayudado a despertar el de otros gigantes internacionales. Ese el caso de la multinacional de alimentos norteamericana Cargill, que ya ha hecho varios viajes a la zona e invirtió en estudios sobre la viabilidad de un gran proyecto, probablemente para la producción de aceite, en lo que ya tienen experiencia en vastas plantaciones en Malasia.
El renovado entusiasmo por la zona despertó el interés de la familia noruega Siem, dueña de una de las más importantes navieras del mundo que desde hace media década tiene inversiones en la zona. Se trata de la finca Cimarrón, que fue quizá la primera iniciativa en grande para la región, con énfasis en ganadería, pero que se frustró por irregularidades de su anterior administrador que hicieron que el proyecto se desacreditara entre los habitantes de la zona, lo que ya se está solucionando.
Así mismo, inversionistas colombianos ya están dando sus primeros pasos en la región. Ya hay 450 hectáreas sembradasde caucho, de un proyecto de 6.500 (el de mayor dimensión de América), cerca de Puerto Carreño, que según se afirma, es de propiedad de 24 asociaciones de productores. La dificultad que enfrenta es que fue financiado por Finagro a través del Fondo de Ganaderos del Caquetá, que giró los dineros. El problema surgió cuando estalló el escándalo en el que se encontró que el supuesto lavador de dineros Miky Ramírez tuvo que ver en esta operación, por lo que el Fondo fue intervenido. Como consecuencia, el proyecto quedó a medio financiar.
Otro proyecto es liderado por la empresa barranquillera Agroforestal. Esta sociedad espera que el Estado le entregue, mediante una figura legal, unos terrenos en la zona de Sabanas de Zafiro, de una extensión de 8.000 hectáreas por cinco años. Si los resultados son los esperados, al final la tierra les sería escriturada. Esperan desarrollar hasta 200.000 hectáreas.
Ya comenzó también otro proyecto de empresarios santandereanos para 3.000 hectáreas de marañón, de las cuales ya tienen sembradas 400. Y así empiezan a aparecer inversionistas locales y foráneos con cultivos de diferente extensión.
Por su parte, el gobierno ya está invirtiendo 49.000 millones de pesos para hacer navegable el río Meta, y hay proyectos por 82.000 millones más para los próximos cuatro años, que incluye la construcción de tres puertos.
Las expectativas que hay en la región son altas. Y el gobierno debe responder porque una iniciativa de estas dimensiones no se empantane en prácticas como las que se usaron en la colonización del resto del país. La semana pasada esta revista alertó de posibles irregularidades en la adjudicación de miles de hectáreas a allegados a un político, y falta revisar cientos de titulaciones más que de forma inexplicable se concentraron en el último año.
Por ahora la titulación de nuevos baldíos está suspendida hasta cuando se aclare el potencial de la región y la tenencia actual de la tierra en la zona del megaproyecto. Aún son varios los escollos por superar para sacar adelante una réplica de lo que ha sido el modelo de Gaviotas para toda esta vasta región. El principal es el de inversión en infraestructura que, pese al esfuerzo, sigue siendo muy poca para una extensión de esta naturaleza. Organizaciones ambientales están atentas a cómo se define el proyecto, pues en un principio alcanzó a tener la imagen de que este sería un gran monocultivo, lo que se ha ido desvirtuando, pero siguen vigilantes pues no hay detalles de los impactos de los nuevos sembradíos.
Es poco lo que se habla de la relación con las comunidades indígenas, claves en un lugar como estos donde hay resguardos y un porcentaje importante de la población pertenece a alguna etnia. También es clave contener la maldición de los cultivos ilícitos que pueden avanzar desde el sur, y la presencia de actores armados ilegales como los rezagos de paramilitares al norte.
No faltarán los debates en los que con seguridad se escucharán argumentos con tufillo anti imperialista, como el que sugiere que es una equivocación destinar tierras para la producción de combustibles para países ricos, cuando se podrían destinar para alimentos de los más pobres. Por ahora se han dado puntadas acertadas hacia la primera meta presidencial de ocupar en cuatro años 160.000 hectáreas, en 10 años dos millones más, y en 20 la totalidad de los 6,3 millones. De la atención del país sobre el proyecto dependerá que realmente el Renacimiento de la Orinoquía se convierta en una tierra prometida para el país. Y no de las elites de siempre, o lo que es peor, de unas pocas multinacionales.