CRÍTICA
"Representar a Medellín a través de Escobar es reabrir una herida"
Sergio Fajardo hizo fuertes críticas a la serie 'Narcos' en una columna de The New York Times. Asegura que la producción es presentada "sin el más mínimo conocimiento o interés por nuestra sociedad".
El día que se estrenó la segunda temporada de Narcos, Sebastián Marroquín, hijo de Pablo Escobar, se despachó contra Netflix. En declaraciones al Daily Mirror, él afirmó que la serie estaba plagada de errores e imprecisiones sobre la vida de su padre, el extinto capo del cartel de Medellín.
Y casi dos meses después del lanzamiento, la serie sigue levantando ampolla. Esta vez, quien se despachó en contra de Narcos, con argumentos de peso, fue el exalcalde de Medellín Sergio Fajardo.
En una columna de The New York Times, llamada ‘Medellín vs Narcos‘, el exmandatario asegura que tras los esfuerzos que ha hecho la ciudad para dejar de ser reconocida por Pablo Escobar y el narcotráfico, la serie la vuelve a poner "bajo los reflectores" por esos mismos motivos.
"En marzo del 2004, pocos meses después de asumir como alcalde de Medellín, llegó a mi oficina un reconocido gurú del mercadeo de ciudades. Proponía una marca para la ciudad basada en el esplendor de su eterna primavera. No nos entendimos. Medellín ya tenía una marca. El problema no era el desconocimiento, sino las razones por las que era conocida: el narcotráfico, asociado con el cartel de Medellín que encabezó Pablo Escobar", dice la columna.
Y agrega: "Concluimos que la única forma de cambiar la percepción de nuestra ciudad era lograr que el mundo viera y entendiera cómo superamos tantos años de terror. Más de una década después, Medellín vuelve a estar de moda. La serie Narcos de Netflix nos pone de nuevo bajo los reflectores internacionales y de nuevo de la mano de Escobar y su mundo de criminalidad y barbarie".
En su columna, Fajardo explica que la serie es "una versión light de una realidad compleja". Y considera que la historia es presentada como la guerra en contra del narcotráfico "sin el mínimo conocimiento ni interés por la condición de nuestra sociedad: un thriller con héroes americanos que termina por dibujar y reforzar una caricatura de país. La confusión entre hechos reales y ficción da como resultado una versión desfigurada de lo que realmente ocurrió".
Según el exmandatario, las interpretaciones de la tragedia de Medellín "sólo reafirman un cliché facilista" que "termina convirtiéndose en una ‘verdad‘ enlatada para audiencias desprevenidas".
Asegura que el caso de la serie "nos duele, porque volver a presentar a Medellín a través de Pablo Escobar y su violencia demencial es reabrir una herida que todavía no sana completamente".
"Preferiríamos que nos reconocieran por el arte de Botero o la música de Juanes o la bicicleta de Mariana Pajón. Y mucho más aún por la historia de cómo Medellín se ha ido recuperando del periodo que retrata Narcos", agrega.
Luego, en su artículo, Fajardo explica cómo era el contexto de Medellín en los años del surgimiento del narcotráfico y señala cuál fue el papel de Pablo Escobar. Por esta razón, critica que los guionistas de la serie "no hacen ni el mínimo esfuerzo por mostrar hasta qué punto el miedo y la zozobra permearon todos los rincones de Medellín y Colombia".
"En los momentos culminantes en la batalla contra Escobar, en lugar de reconocer la realidad social que se vivía, presentan a César Gaviria, entonces presidente de Colombia, como un hombre mediocre y pusilánime, e ignoran olímpicamente el valor de los colombianos que en esa época tomaron decisiones y acciones que no permitieron que el país sucumbiera ante el narcotráfico", dice la columna.
El también exgobernador de Antioquia describe los logros de la ciudad en los últimos años y señala que pasó de 380 homicidios por cada 100.000 habitantes a comienzos de los 1990 a tener cerca de 20 homicidios por cada 100.000.
Por último, el exmandatario deja una reflexión. Dice que Pablo Escobar murió en 1993 pero que "su herencia sigue presente en las principales discusiones del país". Y asegura que Narcos "ignora los profundos males culturales que introdujo la búsqueda de la riqueza fácil que aún perduran y también los nuevos marcadores sociales de poder asociados a la denominada ‘cultura traqueta‘".
Y finaliza: "La industria de la televisión juega un papel importante en todo esto. Puede prolongar los lugares comunes que nos estigmatizan o transmitir de manera creativa los valores que nos ayudaron a superar la violencia. En Medellín ya vimos el rostro de la esperanza y sabemos que mejores series están por escribirse".