JUDICIAL
Sicarios que confesaron pero que nunca fueron imputados
A pesar de confesar varios asesinatos, increíblemente la justicia jamás imputó cargos a los integrantes de una peligrosa banda de asesinos.
"La orden era matar a ese señor y a las dos muchachas. Yo tomé la decisión de solo matar al señor, a las muchachas no les hice nada. Maté al señor que me dijeron y después resulté involucrado por no matar a esas dos muchachas. Me iban a dar 70 millones y me salieron con 4”. Las frases anteriores forman parte de la aterradora confesión que hizo a la Fiscalía un curtido sicario conocido con el alias de Gorgojo.
Con sangre fría contó esa y muchas otras muertes. Este asesino salió hace pocas semanas de la cárcel en donde estuvo casi un año. Lo increíble es que regresó a las calles porque inexplicablemente la fiscal a la que le confesó los homicidios simplemente nunca le imputó cargos. Lo más aterrador es que no es el único sicario que quedó en libertad. A los pocos días un compañero de Gorgojo con quien cometió múltiples asesinatos, y los confesó a la Fiscalía, también quedó libre por las mismas razones. Y lo peor, que resulta espeluznante, es que en pocas semanas otros cuatro de esa misma banda también van a salir de prisión porque jamás los acusó la Fiscalía, pese a que también narraron la formas como mataron a varias personas.
En abril del año pasado, cuando iba a cumplir un año detenido, y en un hecho incomprensible, la Fiscalía nunca lo llevó a juicio por los procesos en su contra por homicidio, concierto para delinquir y tráfico de narcóticos.
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Esta banda de seis asesinos cayó en manos de las autoridades en abril del año pasado, después de una larga investigación. Todos trabajaban para un hombre conocido como Puntilla Pachón, un personaje que al igual que sus lugartenientes también quedó libre por una serie de dilaciones de la Fiscalía.
Durante varios años las autoridades antinarcóticos persiguieron a Puntilla. Lo consideraban uno de los últimos grandes capos y el reemplazo de Daniel ‘el Loco’ Barrera, extraditado en 2012. Lo señalaban de comandar una banda criminal conocida como los Puntilleros, que actúa en el centro y el oriente del país. Con varios procesos penales en su contra, lo arrestaron en abril de 2016. Sin embargo, la alegría de los agentes antidrogas por tener a este hombre recluido en la cárcel de Cómbita terminó convertida en una gran frustración.
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En abril del año pasado, cuando iba a cumplir un año detenido, y en un hecho incomprensible, la Fiscalía nunca lo llevó a juicio por los procesos en su contra por homicidio, concierto para delinquir y tráfico de narcóticos. En muchas oportunidades los fiscales no iban ni siquiera a las audiencias, el tiempo pasó y como jamás imputaron cargos, un juez ordenó su libertad. A los pocos días la Policía detuvo a su banda de sicarios, pero gracias a la inoperancia ya empezaron a quedar libres como su jefe.
“Puntilla Pachón es una persona demasiado peligrosa, es muy asesino y no dudará en mandar a matar a mi familia por vengarse de mí”, declaró a la Fiscalía Helber Marín Romero uno de sus hombres. “Yo conocí a Puntilla más o menos en el año 2000. Para los ochenta trabajó como palafrenero de los hermanos Ochoa en Medellín y fue ascendiendo y empezó a traquetear para México y España; tenía negocios en los Llanos Orientales y entonces se hizo más poderoso”, afirmó a la justicia en una amplia declaración.
“Con el tiempo, la relación con Puntilla pasó a ser más de amistad y me mandaba a la costa a estar pendiente de los embarques de coca y caletear”, contó a la Fiscalía Ramiro Marín, otro de los sicarios de Puntilla. “Yo viajé a Maicao y recibí en un parqueadero 720 kilos de cristal. Como a los 20 días recibí 550 kilos de cristal de Puntilla. Esa mercancía la llevaban de laboratorios de Puerto Boyacá”, dijo. “Alexánder Sánchez trabajaba para Puntilla, pero lo mandó matar. Le metieron un disparo en la cabeza con una escopeta calibre 12 y lo arrojaron al río Cusiana, a los días apareció el cuerpo orillado. Ya se lo habían comido los chulos”, afirmó .
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Marín confesó con lujo de detalles muchos más asesinatos, entre ellos el homicidio de Edwin Pachón, un ciudadano norteamericano, y de un empresario llamado Julio Monroy. En cuanto a este dijo que “hubo una revolución porque ese era un ganadero sano. Puntilla muchas veces dijo que quería matar a los hijos de Julio Monroy”.
Estos son tan solo algunas de las confesiones en poder de la Fiscalía, pero nada ha pasado. Por el contrario, esa extraña inoperancia sobre Puntilla y sus secuaces ya tiene en las calles a estos hombres que dejaron una estela de muerte en Bogotá y los Llanos.