SITIO A ANCHICAYA
La toma de la hidroeléctrica puede ser más grave que los secuestros masivos realizados por el <BR>ELN
El martes de la semana pasada el gobierno esperaba una escalada de las Farc. Era previsible
que ese grupo guerrillero quisiera aprovechar el día del paro nacional, citado por las centrales obreras,
para dar uno o varios golpes. Por esa razón las Fuerzas Militares dispusieron un operativo nacional para
tener presencia suficiente en las principales ciudades sin descuidar los sitios que pudieran estar en la mira
de la guerrilla.
Lo que no estaba en los cálculos de nadie es que un comando guerrillero se tomara la alejada central
hidroeléctrica de Anchicayá, en el Valle del Cauca, cuando poco menos de 200 personas, entre empleados y
contratistas, se encontraban dentro de la planta. La noticia, refundida en las informaciones del paro, pasó
casi inadvertida en Colombia pero en minutos le dio la vuelta al mundo: se trataba, ni más ni menos, de
una toma con rehenes mucho más grande que la de la embajada del Japón en Perú. Y si bien no hay
diplomáticos o celebridades entre los secuestrados se trata de una empresa cuya propiedad está hoy en
manos de compañías extranjeras.
Los secuestradores de las Farc aseguran que se trata de una toma pacífica y que lo único que pretenden es
conseguir una rebaja de 30 por ciento en las tarifas de energía. Por lo demás, el secuestro ha estado lleno de
detalles llamativos. Por ejemplo, los guerrilleros han recibido periodistas de televisión, liberaron a 24 rehenes
a cambio de nada, y han recibido abastecimientos permanentes.
Sin embargo, más allá de los detalles de la noticia, lo que más atrae la atención es que las Farc, un
grupo guerrillero que tiende a asumir comportamientos de ejército regular y que busca siempre avanzar
territorialmente, se haya introducido en una modalidad que hoy por hoy sólo estaba practicando el ELN: el
secuestro espectáculo. Golpes como el del Fokker de Avianca o el de la iglesia La María definitivamente
parecen muy distantes del modo de operación de las Farc. La pregunta ahora es, ¿en qué ha cambiado la
estrategia de ese grupo? ¿Qué significa la retención de más de 100 civiles en la mitad de un proceso de paz?
¿Hasta qué punto utilizarán las Farc los métodos del terrorismo indiscriminado contra la población civil,
más propios de los elenos?
Y es que en realidad el secuestro tiene varios matices que podrían hacer que la tensión en este tema escale
rápidamente la próxima semana. Por un lado, la central de Anchicayá es en su mayoría de propiedad
extranjera _con una participación de 57 por ciento por el consorcio compuesto por partes iguales por la
venezolana Electrificadora de Caracas y la norteamericana Relliant Energy (antigua Houston Energy), el
tercer grupo más importante en generación eléctrica de Estados Unidos_. Lo que de hecho significa que tanto
la Casa Blanca como el presidente venezolano Hugo Chávez tendrán su atención puesta en el tema.
Por otro lado, la curiosa petición del grupo guerrillero deja poco espacio para las negociaciones. Por eso, y a
pesar de que el gobierno ha querido hasta ahora bajarle la temperatura a este secuestro y que no había hecho
hasta el cierre de esta edición absolutamente nada con el objeto de recuperar la planta, es probable que la
presión norteamericana y venezolana, sumadas a la gravedad de los hechos, origine muy pronto un cambio
de actitud. Quizás entonces será evidente que la toma de Anchicayá puede ser aún más grave que los
secuestros perpetrados por el ELN.