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A la sombra de Bogotá: seis claves para entender los líos de Soacha

El alcalde Enrique Peñalosa se refirió al municipio como un "hueso", un calificativo que indignó a muchos. Más allá de la polémica, Soacha vive en crisis. Es un gigante en tamaño y problemas, y un chico en recursos y alternativas.

15 de marzo de 2018

En medio de la discusión sobre la pertinencia de crear un área metropolitana alrededor de Bogotá, o de fusionar a los pueblos aledaños a la capital, el alcalde Enrique Peñalosa lanzó un calificativo contra Soacha que a muchos les sonó como una ofensa. Le dijo "hueso" al municipio, el más grande de los vecinos, pero también el que tiene índices de calidad de vida más adversos, que ha recibido a miles de víctimas del conflicto y que sufre de graves problemas de inseguridad. Estos son seis puntos claves para entender la realidad de ese municipio, que vive el karma estar ubicado junto a un gigante, pero con una institucionalidad más débil y un presupuesto mucho más corto.

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La historia

Soacha fue un pequeño poblado durante siglos, incluso, desde que hacía parte del territorio muisca. Pero en 1960 explotó demográficamente. El arquitecto Fernando Montenegro explica que, entonces, los ricos de la capital empezaron a buscar exclusividad hacia el el norte de Bogotá, y con los años terminaron en municipios como Chía o Cajicá. Los pobres, en cambio, se movieron espantados por los precios del suelo. Su desplazamiento fue hacia el sur de la capital, y tan acelerado que pronto traspasaron la frontera de Bosa y Ciudad Bolívar y se ubicaron en Soacha.

Se formaron grandes urbanizaciones, como los altos de Cazucá, la Ciudadela Sucre y La Despensa. Alejadas del centro de ese municipio, lo que empezó a desequilibrar su orden. Con el descubrimiento del potencial de suelos libres en Soacha, los urbanizadores entraron al negocio. En los 70 se formó un nuevo polo de crecimiento: el sector de Compartir. Ya en el nuevo siglo otro gigante: Ciudad Verde, que fue construido por una ley promovida por el Gobierno Nacional, pero con la oposición de gran parte del pueblo, que ya se sentía sobrepoblado.

Las carencias

El problema de esas urbanizaciones, tanto las que se constituyeron informalmente como las legales, es que llenaron de nuevos habitantes el municipio, pero no llegaron con la oferta de infraestructura y servicios necesaria para atenderlos. Por ejemplo, los tres hospitales de Soacha suman 250 camas, pero el estimado que hace la Alcaldía es que para su población deberían tener 1.000. En cuanto al espacio público, disponen de 0,5 metros cuadrados por habitante. En contraste, Bogotá tiene 4 y la Organización Mundial de la Salud dice que lo mínimo es que haya 10 por cada poblador.

El transporte

Según un estudio de la Universidad de la Sabana, de Soacha salen 250.000 personas diariamente hacia Bogotá, donde trabajan. En promedio, pasan 3 horas cada día en esos trayectos, la mayoría usando servicios públicos atestados, lo que tiene un impacto negativo en su calidad de vida. Es una especie de municipio "dormitorio". Su gente trabaja y gasta en la capital, pero duerme y demanda los servicios del pueblo.

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La inseguridad

Otro impacto que recibe Soacha por su proximidad con Bogotá en la alta inseguridad. Es una ruta para la entrada de drogas y armas a Bogotá, especialmente por el corredor de Cazuca, lo que ha generado que allí se establezcan bandas criminales. Incluso, muchas de las que operan en la capital optan por refugiarse en el municipio, donde hay un déficit de pie de fuerza y sus policías no están tan bien equipados como sus vecinos.

Entre las ciudades con más de 400.000 habitantes, Soacha es la tercera con la mayor tasa de homicidios del país. Muchos estos ocurren por revanchas entre bandas criminales que no superan los veinte integrantes, y que se disputan el microtráfico en cada sector.

El censo

Soacha no sabe cuántos habitantes tiene. En 1973, cuando su explosión demográfica era incipiente, eran 40.000. Las proyecciones del DANE indican que ahora son 533.000, pero en el municipio no confían en esa cifra. Por eso, el mismo alcalde, Eleázar González, le ordenó a sus funcionario que ellos hicieran un conteo, puerta a puerta. El resultado que obtuvieron a finales de 2017 desbordó los cálculos de los demógrafos del Gobierno: más de un millón de personas. Una cifra que los pondría entre las cinco ciudades más pobladas del país. Ahora están a la espera de los números del nuevo censo nacional, para poder trazar sus políticas a partir de un estimado confiable de sus habitantes.

La plata que no alcanza

En 2016, Soacha tuvo un presupuesto de 471.000 millones de pesos. Es decir, con las cuentas del censo ordenado por el alcalde, 471 mil pesos por habitante y poco menos del doble si se divide con las proyecciones del DANE. Bogotá, en contraste, tuvo para ese mismo periodo más de 2 millones por habitante.

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De ese dinero, alrededor de 400.000 millones los aportó la Nación y estuvieron amarrados a destinaciones obligatorias, como la salud, la educación o la alimentación de los niños en los colegios. Solo 10.000 millones fueron para libre destinación. Es la plata que, en teoría, podría usarse para construir colegios, parques o arreglar vías. Pero ahí aparecen los líos de las cuentas de la población.

Algunos rubros de las transferencias que hace la Nación están basados en las proyecciones del DANE, como el que se destina a la salud o el dinero girado para agua potable y alcantarillado. Es decir, Soacha recibe el dinero que le correspondería si tuviera los 533.000 habitantes proyectados, y no el millón que estiman. Y para tapar esos huecos -y otros más como la atención de las 55.000 víctimas registradas en el municipio- se terminan usando esos recursos de libre destinación. Es decir, de esa plata para mejorar el municipio no queda nada.

El panorama del municipio deja claro que adolece de las problemáticas de una gran ciudad -heredadas en buena medida de la capital- pero que tienen los recursos y las capacidades de un poblado mediano para atenderlos. Soacha está desbordada y lo claro es que sus esperanzas de mejorar pasan por lo que se determine desde la Nación y desde Bogotá. Por eso, para su futuro es determinante la decisión que se tome frente a la eventual creación de un área metropolitana, donde se tomen las decisiones frente a Bogotá y sus vecinos como conjunto, y no como entidades apartadas y descoordinadas.