¿SOBERANIA TERRITORIAL O CULTURAL?

Una serie de factores parecen indicar la necesidad de replantear la posición colombiana sobre su segmento de la órbita geoestacionaria

29 de agosto de 1983

En estos días se ha venido debatiendo cuál es la actitud que debe tomar Colombia con respecto a su soberanía sobre su segmento de la órbita geoestacionaria. En Ginebra, un foro regional de la Unión Internacional de Telecomunicaciones está otorgando los espacios para que los países interesados coloquen los llamados satélites de radiodifusión directa que, en un lapso de tiempo muy corto, harán posible recibir directamente en el hogar señales provenientes del espacio, gracias al uso de una pequeña antena receptora de bajo costo.
Se ha dicho que se debe defender la soberanía nacional sobre el segmento de órbita geoestacionaría, aunque se teme que la cancelación del proyecto colombiano SATCOL sea un negro precedente en las aspiraciones colombianas. El problema de estos nuevos satélites radica en la posible invasión de señales extrañas y de una posible colonización cultural. Precisamente, el Foro de Ginebra determinó que sobre el segmento geoestacionario colombiano serán colocados tres satélites de radiodifusión directa del Uruguay, Canadá y Guyana.
Asimismo se le asignó a Colombia un espacio en el segmento ecuatorial de Ecuador, exactamente sobre las islas Galápagos. Colombia manifestó sus "reservas" sobre la decisión adoptada.
DERECHO ESPACIAL
Desde el lanzamiento del primer Sputnik hasta nuestros días, ha sido necesario tener en cuenta el derecho espacial. Mientras en los años sesenta las misiones causaban asombro, en nuestros días los satélites causan preocupación, y no solamente por el miedo a los artefactos de uso militar sino también por el elevado número de ellos que giran alrededor de la Tierra. En 1967, varios países, entre ellos Colombia, firmaron un tratado cuyo segundo artículo dice que "el Espacio Ultraterrestre, incluída la Luna y otros cuerpos celestes, no podrán ser objeto de posesión por reivindicación de soberanía, uso u ocupación". Sin embargo las características especiales de la " orbita geoestacionaria", que fue definida en 1973 por el tratado resultante de la conferencia de Málaga-Torremolinos como un recurso natural limitado, han llevado a los diez países ecuatoriales a reivindicar una soberanía sobre el segmento de órbita correspondiente a su territorio. En primer lugar, estas naciones sostienen que no se ha definido a ciencia cierta dónde comienza el espacio extraterrestre. Y en segundo lugar, apoyadas en la anterior afirmación, concluyen que es necesario sustraer a la "órbita geoestacionaria" del concepto de espacio extraterrestre por tratarse de un recurso natural limitado en espacio. Los países ecuatoriales se reunieron en Bogotá a finales de 1976 y declararon formalmente que a partir de la fecha pensaban "ejercer la soberanía sobre el arco de órbita geoestacionaria correspondiente a su territorio". Aparentemente, este acto valiente de defensa del "territorio nacional" en este caso tiene muchos inconvenientes que merecen ser analizados.
El tratado de Málaga-Torremolinos, surgido a raíz de la conferencia de la UIT (Unión Internacional de Telecomunicaciones) dice en su artículo 33 que la "órbita geoestacionaria" es un recurso natural limitado, que debe recibir un uso eficaz y económico, que debe poseer un acceso equitativo para todos los países o grupos de países. Este acuerdo fue suscrito por todos los países miembros de la UIT, lo cual contrasta con la declaración de Bogotá, firmada por apenas diez países ecuatoriales entre los cuales se ha destacado la posición del Brasil, un país que no parece muy convencido de la tesis de la soberanía. Esto significa que la actitud excluyente de una minoría de países, además de no ser vista con buenos ojos por la inmensa mayoría de países situados al norte y al sur del ecuador, no tiene por qué ser cumplida por una nación cualquiera que quiera colocar un satélite geoestacionario sobre el territorio de un determinado país. El país ecuatorial que se sienta violado o inválido tendría que someterse en el mejor de los casos a los demoradísimos pasos que implica un diferendo fronterizo. Mientras ello ocurre, nuevos satélites serían colocados en su segmento de arco geoestacionario sin que sea posible impedirlo.
PROBLEMAS TECNICOS
Si en términos jurídicos resulta utópico que la soberanía geoestacionaria sea respetada, en términos prácticos resulta en algunos casos antitécnico que un país ecuatorial pretenda sacarle partido a su segmento de órbita. Los satélites de radiodifusión directa, una realidad a muy corto plazo que hará posible recibir señales de televisión sin necesidad de una antena como la de Chocontá, funcionarán con energía solar exclusivamente. Esto implica que a partir de cierta hora de la noche al satélite le será imposible emitir señales. Este hecho se agrava especialmente en la época de los equinoccios (21 de marzo y 21 de septiembre), cuando la Tierra eclipsa al satélite al colocarse entre éste y el Sol. Este inconveniente es posible solucionarlo si se coloca el satélite unos quince grados al oeste de la región que debe irradiar con sus señales. De este modo se aprovecha la luz solar en horas comerciales de televisión y sigue funcionando adecuadamente en los días que rodean a los equinoccios. Este hecho, analizado desde el punto de vista de una posible inundación de información extranjera, hace posible que un satélite colocado sobre el Océano Pacífico afecte a Colombia mientras otro ubicado sobre la amazonía colombiana no emita señales sobre nuestro territorio.
Esta serie de hechos lleva a la conclusión que es más importante insistir sobre un orden jurídico que regule la "órbita geoestacionaria" y no tanta en una tesis de soberanía que está muy lejos de ser cumplida. En efecto, en estos momentos el satélite geoestacionario GOES está anclado sobre el meridiano 75 oeste, que atraviesa nuestro país, y la NASA proyecta colocar en 1985 el USASAT 7A, sobre el arco geoestacionario que corresponde a Colombia.
En cambio, una reglamentación especial del uso de la "órbita geoestacionaria" podría traer beneficios más importantes. En primer lugar, la tesis excluyente de los países ecuatoriales jamás será apoyada por las naciones del Tercer Mundo. En cambio, un otorgamiento de zonas a los diversos países o un derecho de autorización previa que le permita al país ecuatorial escoger qué satélite prefiere tener sobre su segmento. De este modo las diez solitarias firmas de la declaración de Bogotá se podrían multiplical con el concurso de países no alineados o del grupo de los 77 que estarían interesados en la posibilidad de beneficiarse de la "órbita geoestacionaria".
Los satélites de radiodifusión directa son inevitables. Dentro de muy poco tiempo las casas tendrán sobre sus techos un platoncito parabólico capaz de captar señales de televisión llegadas desde cualquier parte. Como si se tratara de radios de onda corta capaces de sintonizar radio Moscú o la BBC de Londres, los receptores estarán capacitados para captar cualquier señal que llegue a nuestro país. Es necesario reglamentar entonces las características de las señales extrañas para que no interfieran las locales. Eso significa que la defensa cultural no se logrará evitando estos satélites sobre nuestra órbita, sino reglamentando la amplitud de las señales de otros satélites. Cualquier intento violento por bloquear una señal indeseada daría inicio a una guerra radioeléctrica de incalculables proporciones. Todo parece indicar que el espacio exterior, incluyendo la "Orbita geoestacionaria", tiene que ser manejado según los principios naturales y originales que lo consideran un patrimonio de la humanidad.
ORBITA IMPERFECTA
Es importante señalar algunos aspectos acerca de la mal llamado "orbita geoestacionaria" dista se hace referencia a este círculo imaginario de 42.165, 6 kilómetros de radio que coincide con el plano ecuatorial, se debe hablar de la órbita de los satélites geoestacionarios. Su definición dice que es "la órbita en la que debe situarse un satélite para que sea un satélite geoestacionario". Además es importante anotar que la órbita de los satélites geoestacionarios no es una perchera situada a 35.871 kilómetros de la superficie terrestre en la que se cuelgan los satélites para que ellos giren allí eternamente. La Tierra no es una esfera perfecta. Además de estar achatada en sus polos, el ecuador terrestre es ligeramente elíptico y por lo tanto la atracción terrestre no está dirigida siempre hacia el mismo centro. Esto hace que un satélite tienda a derivar.
Además, el Sol y la Luna también perturban el satélite haciendo que tienda a salírse del plano ecuatorial. Esto haría que uno de ellos dejado sobre la órbita de los satélites geoestacionarios comenzara a describir un ocho alargado a partir del punto sobre el que hubiera sido colocado. Esto exige que tenga que ser constantemente corregida la ubicación del satélite y la posición de las antenas. Aunque en términos prácticos se asume que todo satélite tiene un centro de control telemétrico independiente de la antena que recibe las señales, es necesario aclarar que la "orbita geoestacionaria" dista mucho de tener un comportamiento ideal.