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"Les veo poco futuro político a las Farc"

Hace una década el periodista estadounidense Steven Dudley escribió Armas y urnas, un libro clave para entender no solo el exterminio de la UP, sino la historia contemporánea de Colombia. Semana.com habló con él.

4 de marzo de 2017
| Foto: Karen Salamanca

Semana.com: ¿Ve alguna similitud entre los asesinatos de líderes sociales que estamos presenciando hoy y el exterminio de la UP hace más de 30 años?

Steven Dudley: El contexto político y la dinámica criminal son distintos, el Estado es otro, sin embargo, los resultados son parecidos. Quizá el común denominador es la falta de justicia, esa sensación de impunidad, sobre todo en áreas rurales, que sigue existiendo en Colombia. Creo que no estamos hablando todavía de la misma magnitud de lo ocurrido en los ochentas, y espero que sea una ola coyuntural de violencia y no una constante durante toda la transición a una época postconflicto.

Semana.com: ¿De qué errores que se cometieron en el proceso de paz fallido de 1985 deberíamos cuidarnos en este?

S.D.: Ningún proceso es perfecto, pero puede haber mecanismos más claros de protección. De alguna manera debimos haber previsto esta posibilidad de violencia a los niveles que estamos viendo.

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Semana.com: ¿Qué diferencia ve entre ese proceso de paz durante el gobierno de Belisario Betancur y este?

S.D.: El proceso de los años ochenta les dio mucho espacio a las Farc. Creo que lo que se logró en este fue realmente apretarlos y comprometerlos. En el anterior nunca se entregaron, lo de la UP fue una especie de puerta de escape, y cuando empezaron a matar gente  dijeron “ya no vamos a participar más”.

Semana.com: ¿La guerrilla no estaba comprometida en ese entonces?

S.D.: Seguramente algunos sí tenían intención de entrar al proceso, pero querían una especie de prueba beta, la UP era esa prueba Beta y cuando salió mal decidieron retirarse. Pero a la vez utilizaron el proceso. Por eso el análisis más cínico es decir que usaron el proceso para poder fortalecerse porque estaban creciendo y creando nuevos frentes en los mismos lugares donde lanzaban su ala política. Existían esas dos tendencias de pensar por un lado que era una prueba beta y, por otro, una forma de fortalecerse y utilizar el espacio que les daba el gobierno.

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Semana.com: Algo que volverían a hacer durante el proceso de Andrés Pastrana...

S.D.: En la época de Pastrana se trató de crear el partido clandestino, que fue un esfuerzo por utilizar todas las formas de lucha, entre ellas la política, pero entendiendo que después de lo de la UP no podían exponerse a la luz pública.

Semana.com: ¿Qué tanto deberían preocuparnos las disidencias de las Farc?

S.D.: Mucho, porque van a generar altos niveles de violencia. Incluso a corto y mediano plazo puede incrementarse la violencia en muchos lugares. A largo plazo esos grupos buscarán unirse con otros y crear sus propios grupos. Hay una diferencia entre un grupo guerrillero involucrado en narcotráfico, extorsión y minería ilegal, y un grupo de exguerrilleros haciéndolo. Este proceso puede ser más violento en un principio, pero creo que igual este es el camino que hay que tomar. Es un camino difícil, pero pienso que es el único.

Semana.com: De las Farc que usted conoció y las que firmaron este acuerdo de paz, ¿qué ha cambiado?

S.D.: Las Farc de hoy estaban enfrentando otro Estado, uno con mucha más capacidad logística. Y también cuentan con una generación de líderes que al parecer se fatigaron, para sorpresa de muchos de nosotros. Yo era de los que pensaban que una de las armas más fuertes que tenían las Farc era el tiempo, que ellos podían quedarse en el monte toda la vida. Pero cuando empezaron a enfrentar a un Estado fortalecido, que tenía la capacidad de llegar a su cúpula, el juego cambió. Tuvieron que abandonar sus fortines para irse a otros países. En la medida en que perdieron presencia perdieron capital político y social en sus lugares más tradicionales. Entendieron que la oportunidad de negociar con este gobierno era buena. Tenían un gobierno abierto a escuchar las quejas y los reclamos históricos del grupo e hicieron el cálculo.

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Semana.com: Muchos piensan que se negoció con un grupo que estaba a punto de ser derrotado militarmente…

S.D.: Creo que es importante aclarar que era, si no imposible, muy difícil haber acabado con las Farc militarmente. Debilitados como estaban, todavía tenían mucha capacidad y habrían cambiado y se habrían adaptado para sobrevivir durante muchos años más. 

Semana.com: ¿Qué tanto futuro político les ve a las Farc?

S.D.: Tal vez me sorprendan, pero les veo poco. Su capital político y social está basado en su estatus como guerrilla. Pienso que como partido tendrán poco espacio político.

Semana.com: Algunos funcionarios del gobierno aseguran que en este momento el paramilitarismo no existe. ¿Qué cree usted?

S.D.: Como lo habíamos visto antes, no existe. Y lo que vamos a ver es más de lo que hemos visto, unos grupos pegados a regiones históricas y estratégicas para ellos. Aunque pudieran ser parte de una federación como los urabeños, ellos van a tener una cierta autonomía y van a ser políticos cuando vean conveniente ser políticos y van a mantener una posición más beligerante y criminal que política cuando no.

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Semana.com: Usted que conoce bien Centroamérica, ¿qué cree que debería aprender el proceso de paz colombiano de los de países como Nicaragua o El Salvador?

S.D.: Que son procesos que con la firma de los acuerdos solo están comenzando. Son procesos muy largos, podemos ver algunos que aún están en curso en Guatemala, en  El Salvador, en donde no se solucionaron los problemas de fondo. Colombia ya ha vivido varios procesos, y sabe que pueden quedar a medias. Hasta que no se solucionen los problemas de fondo, los problemas de violencia y delincuencia organizada no van a desaparecer. En todos los países que hemos estudiado siempre aparecen reductos criminales o grupos guerrilleros que terminan siendo parte de otras estructuras criminales muy difíciles de erradicar.  

Semana.com: ¿Cómo cree que debería hacerse el proceso de reintegración de estas personas?

S.D.: Hay que entender que cada zona es distinta; las personas, las dinámicas criminales y económicas pueden estar en fases distintas, por lo que puede  pasar que las iniciativas (cooperativas, grupos de jóvenes, formalización de actividades económicas) que en unas zonas tienen éxito, en otras son un fracaso. Son cuestiones muy complejas para las que no hay una fórmula. Lo que se ha encontrado en otros lugares es que la forma más efectiva es dándoles un pequeño sueldo hasta que encuentran un camino. Aunque eso genera una polémica muy comprensible, es la mejor opción. No hay otra forma.