Política
“Tengo la autoridad moral para reclamar cambio en política de drogas”: Juan Manuel Galán
El candidato del Nuevo Liberalismo le contó a SEMANA detalles sobre sus principales propuestas, sus banderas, su relación con la marihuana y su vida como padre soltero.
El Nuevo Liberalismo de Luis Carlos Galán resucitó y las ideas liberales del líder asesinado en los ochenta tomaron la forma de Juan Manuel Galán, su hijo. En coalición con otras fuerzas de centro, el exsenador busca lograr una candidatura única para representar la ideología y llevar el recién reinaugurado partido a la primera vuelta presidencial.
Evaluando 2022 y cada vez más cerca de la contienda del 13 de marzo, el hijo mayor del caudillo conversó con SEMANA sobre sus propuestas más características, las memorias de su padre, su vida íntima, su familia, sus diferencias con algunos políticos y su rol como papá soltero.
SEMANA: ¿Quién es Juan Manuel Galán y por qué deberíamos votar por usted?
Juan Manuel Galán (J. G.): Yo soy, ante todo, padre, hijo, hermano y tío. Tengo 49 años. Vengo de haber estudiado en un colegio público, el Instituto Pedagógico Nacional. Soy bachiller normalista. Después del asesinato de mi papá, me fui al exilio, porque Pablo Escobar dijo que iba por las familias de sus enemigos y tuvimos que irnos a un país extraño, a Francia. No sabía francés y me tocó arrancar de cero. Aprender francés para entrar a la universidad, pero creo que esas dificultades y retos me permitieron superar el duelo y el dolor de haber perdido a mi padre, asesinado, a los 17 años.
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Los colombianos deberían votar por mí, porque creo que el cambio que Colombia necesita es uno en el que todos debemos participar. Yo no me creo el cambio, creo que el cambio somos todos. En la medida en que sepamos inspirar en los colombianos ese compromiso y responsabilidad para trabajar en colectivo, unidos y en equipo por el cambio, vamos a poder cambiar al país. El país no lo cambia una persona, ni un gobierno, ni un grupo de personas, por importantes que sean. A Colombia la cambiamos todos, desde el más humilde hasta el más poderoso de los colombianos tenemos una responsabilidad y una tarea para cumplir.
SEMANA: ¿Se imaginó en su juventud temprana que iba a terminar de precandidato presidencial por el partido que su padre fundó?
J. G.: No, no me imaginé nunca que iba a terminar haciendo política. A mí lo que me impulsó a hacer política fue el asesinato de mi papá. Fue haber visto cómo su esfuerzo durante muchos años, su sacrificio personal hasta el punto de entregar su propia vida por la causa, no podía ser en vano. No podía quedar en el aire y me resonó muchísimo una frase que él pronunció en Venezuela una semana antes de que lo asesinaran. Dijo que a los hombres se les puede eliminar, pero a sus ideas no. En cambio, cuando se elimina a veces a los hombres, se robustecen las ideas.
Apenas me enteré de que había muerto por sus heridas en Soacha, le juré que iba a dedicar mi vida a trabajar por que sus ideas no murieran. Me empecé a preparar, a estudiar, a hacer y construir una carrera para llegar al momento en el que estoy. Preparado y listo para llegar a la Presidencia de la República y hacer cumplir esas ideas. Que lleguen al Gobierno de Colombia las ideas de justicia, transformación y cambio que espera el país desde hace décadas.
SEMANA: ¿Guarda algo de su padre? ¿Es un amuleto para su campaña?
J. G.: Pues tengo una parte de su biblioteca, que también les quedó a mis hermanos y a mi mamá. Tengo una corbata y unas mancornas con sus iniciales grabadas. Esos son objetos que guardo siempre, que valoro y a tesoro mucho, porque él los usó. Para mí tienen un significado especial.
SEMANA: El asesinato de líderes políticos, sociales y ambientales sigue siendo una realidad. De ganar la Presidencia, ¿cómo pretende combatir estos crímenes?
J. G.: Pienso que el Estado tiene una responsabilidad de protección especial sobre los liderazgos sociales territoriales en nuestro país. Esto no solo puede ser una responsabilidad del Estado, del Gobierno o de la Fuerza Pública. Tiene que ser una responsabilidad de la sociedad entera, de la nación entera que debe velar porque esos liderazgos sociales sean protegidos y se garantice que puedan desarrollarse y progresar. Esos liderazgos significan también posibilidades, esperanzas y representación territorial para muchas regiones y poblaciones que han estado marginadas y excluidas en nuestro país.
Entonces tenemos que hacer un esfuerzo especial, por supuesto. La Unidad Nacional de Protección ha desarrollado mecanismos y esquemas para que esos líderes territoriales no sean asesinados, pero aquí tenemos que tener todos una responsabilidad y una tarea para cumplir.
SEMANA: ¿Cómo convencería al país para llegar al consenso de que la forma en la que se combate el narcotráfico es la legalización y regulación de todas las drogas?
J. G.: Esto no es solo un problema de Colombia. El problema de las drogas, de su consumo, producción, transformación, negocio criminal y prohibición, es un fenómeno mundial. Pero Colombia tiene toda la autoridad moral para reclamarle al mundo un cambio en esta política fracasada. Tiene su origen en el prohibicionismo en la guerra contra las drogas y no ha resultado eficaz para combatir las estructuras criminales y para reducir el abuso de sustancias. Dentro de Colombia, yo siento que tengo también la autoridad moral, por haber sido víctima directa del narcotráfico, de poder reclamarle al mundo un cambio de esa política donde hagamos énfasis en salud pública y derechos humanos.
Donde no nos quedemos con esa pobre y limitada visión de que esto es un problema de hectáreas de hoja de coca cultivada. Esto va mucho más allá, tiene que ver con los insumos químicos o los precursores para transformar la planta en cocaína. Hay que atacarlos. Hay que reclamarle a Estados Unidos un nuevo tratado extradición, en donde Colombia tenga la posibilidad de quedarse con la plata de los narcotraficantes. Que estos no sean extraditados, llevándose la plata a negociar sus penas con la justicia extranjera, salir con visa y con una parte del capital ilícito que conquistaron a base de corrupción y violencia en Colombia.
Lo que hay que buscar es que los ‘narcos’ nos dejen la plata antes de la extradición para reparar el daño que han causado en territorios y comunidades, para invertir en vías terciarias, en titulación y registro de tierras, y desarrollo social, entre otras cosas.
SEMANA: ¿Ha probado la marihuana u otras sustancias? De ser así, ¿qué le enseñó la experiencia?
J. G.: Probé la marihuana cuando estuve trabajando en la ley que regula su uso medicinal. Conocí a varios empresarios artesanales que estaban en proceso de obtener licencias para regular sus empresas y sus emprendimientos. La experiencia que me dejó es que ayuda a dormir, a descansar y a aliviar la carga del estrés, pero hay que consumirla con responsabilidad. Sin abusar de ella, como no abusar de cualquier otra sustancia.
SEMANA: ¿La sigue usando?
J. G.: Pues de vez en cuando en los fines de semana, cuando puedo descansar un poco más. Una gota de cannabis de uso medicinal ayuda a dormir y ayuda a relajarse.
SEMANA: Usted propone una política de seguridad preventiva. ¿Cómo convertiría esto en una disminución inmediata de las altas cifras de inseguridad que tanto aquejan a los colombianos?
J. G.: Uno de los principales retos que tenemos de manera inmediata para combatir la inseguridad es la transformación cultural de la Policía. No podemos hacer una reforma más, ya la institución ha tenido dos reformas que no han significado un cambio estructural. Tenemos que buscar una transformación cultural en donde revisemos el proceso de incorporación de los nuevos policías, la formación, el nivel ejecutivo, los recursos tecnológicos y, sobre todo, la seguridad ciudadana, que es su misión primaria. Se ha descuidado porque le han colgado a la Policía una cantidad de funciones, donde no cumple con su función primordial.
Para eso, tiene que recuperar la confianza de la ciudadanía. Por eso, yo propongo que tengamos un enfoque preventivo de la seguridad y que la Policía haga intervenciones, acompañada de trabajadores sociales, psicólogos, psiquiatras, gestores en emprendimiento, culturales, y en recreación y deporte. Esto, para que la intervención sea preventiva y sea de política social, ante esos jóvenes sin oportunidades que terminan reclutados por las estructuras criminales. También hay que atacar la justicia, los operadores judiciales, jueces, fiscales y policía judicial, para que con inteligencia y policía criminal, infiltrar e intervenir las estructuras criminales y desarticularlas. Una política de seguridad ciudadana integral.
SEMANA: ¿Qué descarta de Iván Duque y qué continuaría bajo las mismas condiciones si llega a la Presidencia?
J. G.: Descarto por completo la politización de los organismos de control y de la Fuerza Pública. Tenemos que tener organismos de control independientes de la política, autónomos y que puedan ejercer sus funciones a cabalidad y sin interferencias políticas. Tenemos que tener una Fuerza Pública que no intentemos sistemáticamente, como lo ha hecho el uribismo, meterla en la arena política. Tenemos la experiencia histórica de la guerra entre liberales y conservadores, de la policía chulavita y de los centenares de miles de muertos que esa politización nos costó a los colombianos.
Rescato la regularización de los migrantes venezolanos, creo que esa fue una medida importante y significativa que reconoce que hay una migración venezolana que es valiosa. Que nos ha enriquecido como nación. Así como los colombianos nos fuimos a Venezuela en las décadas de los sesenta, setenta y ochenta a buscar oportunidades de una mejor vida, nosotros también tenemos que pensar en que los venezolanos vienen a Colombia a buscar esas oportunidades. No podemos caer en la xenofobia y en la violencia contra ellos. Si hay venezolanos que llegan a Colombia a delinquir, deben ser tratados como cualquier delincuente, judicializados y deportados, si se cumplen con los requisitos para esta acción.
SEMANA: ¿En qué concuerda y cuál es su principal diferencia con Gustavo Petro?
J. G.: Concuerdo en una cosa que él hizo en la Alcaldía de Bogotá. Cuando hizo los Camad y cuando desarrolló una política para atender a la población habitante de calle, que también es víctima de la adicción a las drogas. Creo que esa fue una medida de reducción de daño y de salud pública importante que vale la pena rescatar. Lo que no comparto por ningún motivo es creerme un mesías y un redentor. Hacerle creer a los colombianos que los cambios se van a dar de la noche a la mañana y por arte de magia. Fácilmente, sin que hagamos esfuerzo y que depende de una persona, no. Realmente, a los colombianos no hay que decirles lo que quieren oír, sino lo que necesitan saber. Necesitan saber es que esto es un proceso que va a tomar tiempo, que va a ser difícil, y que va a implicar sacrificios y costos. Si todos nos ponemos a trabajar sin individualismo, sin egoísmo, sin egos y juntos para lograr transformar a nuestro país, el cambio va a llegar más rápidamente.
SEMANA: ¿No le causa temor el odio, las críticas y los ataques a los que son susceptibles los presidentes y sus familias?
J. G.: Ese es un costo y un sacrificio que hay que asumir por una causa superior, que es buscar la transformación de la vida de los colombianos más vulnerables. Pienso mucho en los vendedores informales que me he encontrado en la calle, que nadie los ve, reconoce, respeta o desarrolla propuestas para ellos. Nadie los reconoce como sujetos de derechos, que además puedan tener una pensión digna para la vejez, que puedan tener seguridad y pensional. Yo creo que hay que pensar en ellos, en esa población más humilde y vulnerable. No solamente los vendedores, sino también en las poblaciones campesinas, rurales, indígenas y negras que han vivido marginadas, aisladas y sin oportunidades en los territorios.
SEMANA: Se sabe de la gran influencia que todavía tiene su mamá sobre usted y sus hermanos. ¿Todavía lo regaña? ¿Lo mima? ¿Lo controla?
J. G.: Mi mamá es una persona que toda la vida ha estado presente en nuestras vidas. Fue determinante cuando asesinaron a mi papá, al ser un apoyo fundamental para nosotros. Con su trabajo, con su esfuerzo nos sacó adelante y garantizó la educación para nosotros, para mis hermanos y para mí. Es una persona con la que dialogamos mucho, que es consejera pero que nos respeta profundamente en nuestro desarrollo personal y en la toma de nuestras propias decisiones. No es una persona que busque imponerse o que busque influenciar. Nos dice la verdad y yo creo que el mejor amigo o amiga que un político o cualquier persona puede tener en la vida, no es el que lo adula o lo aplaude todo el tiempo. Es quien le dice la verdad y señala los errores que están cometiendo. Sobre todo, desde el poder, uno debe buscar rodearse de personas que le digan la verdad.
SEMANA: ¿Usted a veces se siente como el papá de Carlos Fernando y Claudio, sus hermanos? ¿Les da consejos? ¿Le hacen caso?
J. G.: Tenemos una relación de amistad en la cual hemos vivido muchas etapas en nuestra vida. Muchos dolores, muchas tristezas, pero también muchas alegrías, sobre todo representadas en los hijos que cada uno ha tenido. Yo tengo tres sobrinas, un sobrino y tengo dos hijos que también son sobrinos de ellos. Ellos han representado una gran alegría, una prolongación de nuestras vidas y alrededor de ellos, la familia se ha congregado siempre a partir de este de estos momentos. Hemos desarrollado una relación muy cordial donde todo lo dialogamos, todo lo hablamos y todo lo conversamos. Tratamos de apoyarnos mutuamente para superar dificultades porque hemos aprendido a sortearlas siempre estando juntos. Siempre poniendo la familia ante todo, por encima de la política y de cualquier consideración individual.
SEMANA: ¿Cómo son las reuniones de los hermanos Galán?
J. G.: En las fechas especiales tratamos de reunirnos. En los cumpleaños, en navidades, en Año Nuevo y el Día de la Madre. Tratamos siempre de estar reunidos en familia, de compartir y cuando compartimos, la verdad tratamos de ser muy espontáneos. Sobre todo nos divertimos mucho con mi hermano Claudio, que tiene mucho sentido del humor y que nos hace reír a todos. Cuando él se suelta en ese sentido del humor, es muy divertido y nos hace reír mucho.
SEMANA: Usted se separó. ¿Se volvió a casar? ¿Tiene novia? ¿Baila o toma licor?
J. G.: Sí, yo me separé hace ocho años y me tocan todas las vicisitudes que les toca a los padres separados. De estar con sus hijos, compartir las visitas, las vacaciones, las fechas especiales y sobre todo de estar muy presente en la vida de ellos. La política y la separación también hace que las ausencias puedan ser más prolongadas, por eso intento sacar cualquier minuto que tenga de mi actividad pública para estar muy presente con ellos y compartir tiempo con ellos. Vamos muchísimo al cine, disfrutamos jugar fútbol y montar en bicicleta. Disfrutamos mucho conversar, ellos me dan consejos políticos.
Inclusive, cuando Vicky Dávila me hizo un programa en SEMANA sobre la regulación de las drogas y mi propuesta, mi hijo Lucas miró todo el chat del programa y me hizo comentarios, apreciaciones y me dio consejos. Esos diálogos para mí son muy valiosos porque tienen una capacidad de análisis muy especial. Pero por ahora no tengo novia, no salgo mucho a rumbear ni nada porque realmente no me queda mucho tiempo, esa es la verdad. El trago, pues los Galán tenemos un problema y es que a veces el hígado que tenemos no es muy amigable y entonces sí consumimos licor, pero muy moderadamente.
SEMANA: ¿Navidad o Año Nuevo?
J. G.: Navidad, porque es una ocasión para compartir con los niños. Año Nuevo es más nostálgica, siempre pienso en mi papá y la ausencia de él a lo largo de todos estos años. Pero compartir con los niños y con la familia mitiga esa nostalgia de mi padre.
SEMANA: Cinco propósitos para 2022.
J. G.: Ganar la consulta del 13 de marzo, que el Nuevo Liberalismo saque la mayor cantidad de senadores y representantes, pensar en que Colombia tenga un cambio de gobierno que le dé esperanza a mucha gente que ha perdido la confianza, y salud, tranquilidad y prosperidad para los colombianos.
SEMANA: Ahora propósitos personales.
J. G.: Hacer más deporte, porque es salud mental y física. Tener espacio y tiempo para hacer más deporte siempre será un propósito grande. Subir las montañas. Me encanta cuando voy a Villa de Leyva, un municipio muy cercano al corazón de la familia, porque allí han tenido una casa mis abuelos por muchísimas décadas.
Mi bisabuela y mis abuelos están enterrados allá en el cementerio. Tenemos una relación muy cercana y especial. Mi papá disfrutaba mucho ir a descansar ahí. Nos llevó a ver el cometa Halley cuando éramos niños en los años ochenta. Nos despertaba a las tres de la mañana para ir a ver el cielo y ver las estrellas. Siempre que voy a Villa de Leyva subo la montaña. Es un hobby para el que espero tener más tiempo en 2022, pero como van las cosas no va a quedar mucho.