ORDEN PÚBLICO

Los socios del Clan del Golfo que pasaron de guardianes a presos

Alias Pichi, el exjefe del Clan del Golfo en Cartagena, llegó a controlar la cárcel la Ternera desde su penthouse. Sus colaboradores en el centro penitenciario habrían permitido homicidios y extorsiones.

30 de septiembre de 2017
| Foto: Fotos: El Heraldo / SEMANA

Entre el verano de 2015 y el de 2017, ningún cambio de interno en la cárcel La Ternera, ninguna revista a domicilio relevante se hizo sin que diera su aval. Desde la comodidad de la detención domiciliaria, que inexplicablemente le otorgó un juez local, hizo de la prisión su terreno de juego favorito, al punto en que al estilo de las peores épocas de la mafia ordenó asesinatos al interior del penal.

Esta semana, cayó por tercera vez el narcotraficante John Jairo Jiménez, alias Pichi, quien ya era conocido en el bajo mundo como el mandamás de la cárcel de Cartagena.

En plena guerra entre el Clan del Golfo y los Pachencas, el lugar se volvió un punto de control estratégico de la vida delincuencial de la ciudad histórica. El mejor ejemplo de eso fue la retaliación que emprendió en contra de Rotsen Acuña y Luis Betancourt, los hombres que ejecutaron al dueño de las finanzas del Clan del Golfo en la región.

La historia inicia en julio del año pasado, cuando el transportador Dagoberto Hurtado Maya fue asesinado delante de su hija, cuando conducía su camioneta Toyota en la ciudad de Cartagena. El hecho molestó al número uno del Clan del Golfo, Otoniel, quien ordenó a Pichi acabar con los sicarios recluidos en la prisión de San Sebastián de Ternera.

Como en la serie de Breaking Bad, el capo dispuso las condiciones necesarias para realizar el atentado en contra de los dos hombres a la salida de su celda, el cual coordinó directamente con el director del establecimiento, Julio Eduardo Riondo Lineros y con el teniente del Inpec Daniel Antonio Nariño González, su hombre de confianza.

Apenas un día después de ser transferidos del patio de sindicados al patio de condenados por orden de la dirección, Rotsen y Betancourt se encontraron solos a la hora del desayuno, súbitamente abandonados por sus compañeros de celda. Antes de que se dieran cuenta de lo que estaba sucediendo, se vieron rodeados por 6 internos armados de cuchillos artesanales y hojas de afeitar que los atacaron sin lograr su muerte.

Si bien este episodio fue una muestra del poder que llegó a alcanzar Pichi, también marcó el inicio del fin de su carrera delincuencial.

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Un mes después, el 14 de septiembre, John Jairo Jiménez sobrevivió a un atentado que lo puso nuevamente en el centro de la atención pública.

Ese día, a las 8:30 de la mañana, tres falsos guardias del Inpec armados trataron de sustraerlo de su penthouse ubicado en el sector de Bocagrande, en uno de los sectores más exclusivos de Cartagena. Entre los escoltas de Pichi y los agresores se desató una intensa balacera; los vecinos alcazaron a grabar la escena de un hombre colgando desde una cornisa del piso 15 del edificio Galón, ubicado frente a la Escuela Naval.

A pesar de que seguía en detención domiciliaria, Jiménez salió luego en televisión, sentando al volante de su automóvil en frente de un centro comercial, para explicar que el atentado había sido ordenado por alias Carevieja, el número 2 de los Pachencas. Esta es una banda creada por un antiguo miembro del Clan del Golfo que luego les declaró la guerra.

En octubre del 2016, aprovechando uno de los tantos permisos que le concedió el Inpec, John Jairo Jiménez se reunió en Montería con la plana mayor del Clan del Golfo para discutir de su ascenso. Subiría en reemplazo del capo alias Balotelli, quien era el jefe de grupo en la región Caribe y también fue recapturado. Este ascenso y la orden de asesinar a alias Carevieja, lo cual efectivamente sucedió en diciembre el Quindío, habrían sido los últimos grandes actos criminales que realizó en semi-libertad.

La balacera de Bocagrande generó tanto ruido que provocó la expulsión del director de la prisión Riondo Lineros a fin de año, lo cual también acabó con los privilegios del narcotraficante encargado del cobro de impuestos y de las ejecuciones ligadas con el manejo del narcotráfico en Cartagena.

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A partir de ese momento, el poder de Pichi fue mermando en medio de los homicidios selectivos que persistieron en Cartagena. En julio de 2017, una primera investigación del Gaula y de la Fiscalía evidenciaron el hecho de que seguía delinquiendo desde su hogar, extorsionando a los terratenientes de todo el Bolívar y de parte del Magdalena, lo que le costó su traslado a una cárcel de alta seguridad en Valledupar. Allí fue notificado este sábado de la nueva imputación en su contra, producto de las investigaciones de la Dijín y de la Fiscalía.

Durante las siguientes pesquisas apareció que muy pocos de los permisos que le fueron otorgados en la cárcel fueron registrados en su debida carpeta, evidenciando la irregularidad del procedimiento. Se estima que pagó entre 9 y 10 millones de pesos a los dos oficiales del establecimiento penitenciario para ayudarlo a realizar el atentado en contra de los sicarios que asesinaron a Dagoberto Maya.

Recientemente también fue ejecutado Junkie, la mano derecha de Pichi en Barranquilla. Esta semana fueron capturados el teniente Nariño y el director del penal Riondo. Su hija también fue notificada de su recaptura este sábado, así como dos policías y 12 bandidos que trabajaron con él en el llamado Bloque Héroes del Caribe al que perteneció, repartidos en 6 departamentos. Se cree que esto sumado a la tercera captura de Pichi hace varias semanas llevará al cese del poder criminal de Pichi en Cartagena.