RECONCILIACIÓN

“Pido perdón porque permití que se cometieran barbaries”

Isabel se había ganado 250 millones en la lotería. Pero cuando las Farc mataron a su hijo decidió unirse a los paramilitares para vengarse. Este es el tercer testimonio de una serie de historias que muestran la dimensión de la guerra en Colombia.

6 de marzo de 2018
| Foto: Cortesía Hospital de Campo

El Hospital de Campo es una iniciativa dirigida por Diana Sofía Giraldo de la Fundación Víctimas Visibles, con el apoyo de la Nunciatura Apostólica, en el que víctimas y victimarios se encuentran para relatar las cruentas historias de la guerra e iniciar un proceso de reconciliación. SEMANA estuvo presente y reproduce un testimonio impactante de una exintegrante de las Autodefensas Unidas de Colombia.

El dolor intenso de Isabel

Isabel* nació hace 52 años en Pitalito, Huila, en un hogar donde ser mujer era una desgracia. Su padre no quería tener hijas así que cuando tenía 5 años la envió a una finca para que aprendiera a trabajar. Desde esa edad abusaron sexualmente de ella. Cuando cumplió 8 años su padre murió y la mandaron a Bogotá a trabajar como empleada del servicio para que con la plata que ganaba ayudara a criar a sus hermanos. Así transcurrieron 10 años.

Uno de sus hermanos tuvo un hijo y lo abandonó. Ella, en una de sus visitas a su familia, conoció al pequeño cuando tenía un año de nacido. Le dijo a su mamá que se quedaba con él, que él iba a ser su hijo. Isabel cuenta que uno de sus momentos de mayor felicidad fue cuando el pequeño le dijo por primera vez “mamá”. Luego, como si la vida le estuviera pagando su sufrimiento y años de trabajo, se ganó la lotería. Eran 250 millones de pesos en ese tiempo. No podía creerlo y no sabía qué hacer con su nueva vida como millonaria. Decidió regresar a Pitalito y se compró una finca para producir frutas y verduras.

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Por esos días conoció a un hombre y tuvo una hija. Aunque su relación no duró mucho tiempo, Isabel estaba feliz con sus dos hijos. Un día el mayor le dijo que había una fiesta en la finca de uno de sus compañeros, que lo dejara ir. Después de ese fin de semana el niño llegó cabizbajo. Le confesó que en la finca había secuestradas unas personas y que el padre de su amigo lo había amenazado con matar a su mamá si contaba lo que había visto. Él, sin embargo, le relató lo que vio y ambos acordaron nunca tocar el tema.

Meses después, el amigo de su hijo murió en un accidente de moto. El padre de ese joven, un guerrillero de las Farc, pensó que el hijo de Isabel algo tenía que ver con esa tragedia. Un día que Isabel se había ido de viaje cuando llegó, toda su casa estaba destruida. Encontró a una de sus hermanas llorando. “La guerrilla se llevó al niño”, le dijo. A las 11 de la noche lo encontraron muerto, era un niño de 13 años que había sido asesinado de una forma monstruosa. Isabel fue a la Fiscalía resuelta a denunciar al responsable de ese crimen. Sabía quién era pues los vecinos lo habían visto. Pero después de poner la denuncia, un carro se le atravesó, le abrieron la puerta y le mostraron a su hija de 3 años. Le estaban apuntando con una pistola. Le dijeron que si no quería a otra hija muerta tenía que entregar sus pertenencias y desaparecer en 24 horas. Así lo hizo. En ese día de enero de 1998 también decidió unirse a las AUC pensando que era la forma de vengarse con las Farc.

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Allí se convirtió en enfermera. Aunque asegura que no le disparó a nadie, se arrepiente de haber hecho parte de un grupo tan cruel. Se dio cuenta de que estaba en un error cuando en uno de los tantos combates una guerrillera embarazada recibió un disparo e Isabel tenía que curarla para que se convirtiera en un rehén. “Ese día descubrí que yo era lo peor. No pude hacer nada por ella y al frente de mí se fueron la vida de su hijo y la de ella. Ese día le dije ‘Dios, si tú existes, déjame salir de aquí‘”.

Isabel se desmovilizó en 2006. “Cada vez que escucho el testimonio de las víctimas me arrepiento y pido perdón porque permití que se cometieran actos de barbarie y pido perdón por no ser fuerte”. Terminó sus estudios en enfermería y ahora vive el Valle del Cauca con los tres hijos que le quedan.  

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*Este testimonio ha sido reproducido con autorización de Isabel. Ella pidió usar un seudónimo en esta publicación para proteger su identidad.