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Tik Tak: el inmoral plan B
María Isabel Rueda opina que el cuento del fraude electoral se venía cocinando hace rato. Para algunos es mejor tener preparado el complot que aceptar unos resultados electorales que no los dejan del todo contentos. Si no le entregamos el diagnóstico de los resultados del domingo a un árbitro institucional, como es la Registraduría, se afecta la legitimidad democrática. Eso empeora el ya caótico sistema electoral colombiano.
Suena el segundo Tik Tak de este jueves 17 de marzo en SEMANA y suena por los lados de un supuesto escándalo que se estaba cocinando desde hace días, cuando desde el petrismo advertían que se venía un gigantesco fraude electoral como un seguro para “porsiacas”, por si acaso no tenían los resultados electorales que esperaban.
De obtener alrededor de 30 senadores sacaron un poquito más de la mitad, con curiosidades como la del senador Antonio Sanguino, quien sostiene que la única explicación de que se haya quemado o chamuscado en las elecciones del domingo, como si no se hubiera notado su paso por el Congreso, es que le robaron los votos.
La Registraduría está en este momento consolidando los resultados del preconteo electoral del domingo. Para ello, tiene que revisar los llamados formularios E14, la última palabra para indicar si hay diferencias con el escrutinio inicial.
Pues el Pacto Histórico no se contenta con haber resultado, como se preveía, la primera lista más votada al Congreso con 16 senadores y 25 representantes por ahora, antes del fraude entre comillas. Ya Petro, con la seguridad que lo asisten sus polémicas declaraciones, denuncia con exactitud que en una de cada cuatro meses no aparecen los votos del Pacto Histórico. Qué barbaridad, qué poder para contar más rápido que la Registraduría y que todo el mundo.
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Incluso se atreven a decir que no son 16, sino que serían 20 senadores los que habrían obtenido. Lo curioso es que los únicos denunciantes del fraude no son los del Pacto Histórico, en eso están también algunos verdes y algunos del Centro Democrático, que asegura que el fraude sí se cometió, pero al revés, no a favor de ningún otro partido, sino a favor de Gustavo Petro.
Este despelote de poner en duda el conteo tiene un remedio: que el diagnóstico sobre lo que pasó el domingo sea institucional, de la Registraduría, y no político de los partidos o candidatos que, o no sacaron los votos que esperaban o resultaron incluso chamuscados.
Si un país no tiene un árbitro que diga quién ganó y quién perdió, pues la legitimidad electoral de la democracia queda hecha trizas. Ahora, no hay que descartar que en un sistema electoral como el nuestro, caótico, que por intrincado, por complicado, por abundante en sus fórmulas y muy desordenadamente, necesita mapa para que el votante no comete equivocaciones, probablemente involuntarias; muchos votos tienen que ser anulados, pero más por ignorancia que por corrupción.
En todo caso, tener preparado un completo electoral para explicar por qué no se cumplieron las expectativas que tenían es un inmoral plan B.