| Foto: Carlos Julio Martínez

HISTORIA

Los héroes de Mocoa lloran en silencio

Los socorristas de la Defensa Civil, que rescataron a 380 personas, lloraron en la noche del martes para despedir a Jesús, quien entregó su vida para salvar a un niño.

Rodrigo Urrego*
5 de abril de 2017

Martes 4 de abril. Han pasado cuatro días desde que los ríos Mocoa, Sangoyaco y Mulato arrasaron con media capital del Putumayo. La tragedia ha superado las 72 horas, ese fatídico umbral en el que las esperanzas de encontrar vida debajo de los escombros se agotan. Solo un milagro podría llevarle la contraria a la ciencia. Pero en Mocoa, a pesar de la magnitud de la catástrofe, ha habido tantos milagros que difícilmente se conocerá la noticia de uno nuevo.

En el colegio Pío XII, donde se instaló el cuartel general de la Defensa Civil, cada mañana funcionarios y voluntarios forman con la ilusión de que ese milagro se produzca, y a estas alturas, cuarto día después de la catástrofe, hallar un cuerpo para acabar con la incertidumbre, puede ser una especie de consolación.

Pasadas las nueve de la mañana un grupo de voluntarios se dirigió al barrio Modelo, más exactamente a la Calle del Amor, conocida de esa forma porque en alguna época era el lugar en que los novios se entregaban a la pasión casi que a las escondidas.

En una casa aún embarrada y destruida, que hasta el viernes tenía dos plantas, fueron a adelantar un procedimiento rutinario. Desde el domingo, cuando llegaron los perros rescatistas, lo hacen en cada lugar donde hay escombros. Máximo, uno de los caninos entrenados para detectar cadáveres, empezó a caminar entre las piedras y los palos de madera.

Le puede interesar: Jesús, el rescatista que se llevó el Mocoa

No tardó mucho tiempo hasta que señaló con su cola y sus movimientos la posible presencia de un cuerpo sin vida. Su olfato resultó certero. El cuerpo de una mujer adulta fue descubierto y rescatado por los socorristas. La misión resultó satisfactoria.

Desde que 17 barrios de Mocoa quedaron sepultados bajo lodo y piedras, 26 funcionarios, 248 voluntarios, dos buzos, dos médicos, y ocho perros conformaron el equipo de la Defensa Civil. Llegaron de Cali, Florencia, Neiva, Popayán, Pasto, Bogotá para reforzar al grupo de Putumayo.

Famliares de una de las víctimas mortales que perdieron la vida en medio de una avalancha de lodo y piedra el pasado 31 de marzo, acompañan a su ser querido a su última morada, el martes 4 de abril de 2017, en Mocoa. Foto: Carlos Julio Martínez / Enviado Especial de Semana.

Para las labores de rescate instalaron toda su capacidad técnica. Veinte camionetas 4X4, dos unidades de rescate, tres camiones, una lancha rápida, dos botes inflables, dos drones, un helicóptero mediano, un avión medicalizado, una cámara de búsqueda térmica, cuatro plantas de tratamiento de agua potable, y tres carrotanques.

Le recomendamos leer: Bajan las aguas del río Mocoa y aparecen cuerpos en la ribera

Hasta la noche del martes habían rescatado 380 personas con vida, recuperado 81 cuerpos, quince familias evacuadas; entregaron 65.700 galones de agua, y 15.000 de agua potable.

Números fríos, que quizás se perderán en los archivos estadísticos. Pero a la vez esconden los héroes anónimos que se juegan la vida, casi que despreciándola, para salvar la de otros, en su mayoría desconocidos. Y no por obligación, sino por total vocación.

Héroes, los voluntarios de Putumayo. Debajo de su overol naranja escondían el drama que los invadía por dentro. Muchos de ellos perdieron familiares, por eso, en silencio, y quizás en soledad, ocultaban su tragedia. Siguieron al frente del grupo, pues eran quienes mejor conocían los barrios a donde tenían que socorrer. A diferencia de los demás damnificados, la forma de olvidar las penas y hacer el duelo no era otra que seguir arriesgando su propia vida, para salvar a los demás.

El domingo, en el barrio San Fernando, Jeniffer Andrade camina por los escombros abrazando a su hijo Brian, de 10 años. Ellos sobrevivieron por un milagro, pero también por la pericia del tío del niño, Jesús Jonathan Diago, de 33 años. Tras dejar a su familia fuera de peligro, quiso salvar la de sus vecinos. Cuando intentaba arrancarle un niño al río Mocoa, este lo derrotó, fue arrasado por la avalancha. “Se lo tragó el río, no sabemos nada de él. Tiene dos tatuajes, uno en cada brazo, con los nombres de sus hijos”, decía su hermana en el segundo día después de la tragedia.

El niño Brian lloraba cuando recordaba el momento en que vio a su tío ser arrasado por las aguas y el lodo. “Héroe es mi tío el que está desparecido. Él arriesgo su vida por la de otras personas”, decía en aquel momento con un pálpito de que lo volvería a abrazar.

El martes, cuando los rescatistas de la Defensa Civil se alistaban para comenzar una nueva jornada, al jefe del equipo del Putumayo, Juan Carlos Cometa, recibió la llamada de Carolina Contreras, quien le confirmó que el cuerpo de su esposo, Jesús Jonathan, voluntario desde hace dos años, había sido recuperado e identificado. Unos familiares vieron los dos tatuajes, con los nombres de Samuel (7 años) e Ivanna (3 meses), sus dos hijos.

Le puede interesar: La muerte y la incertidumbre no dan tregua en Mocoa

“Nos duele, de verdad que nos parte el corazón”, dice Juan Carlos. “Pero Jesús, hasta en la muerte, demostró su calidad humana”. Lo dice porque según las fotos del operativo del Ejército, el cuerpo lo hallaron con el niño que quiso salvar entre sus brazos. Y así mismo fue identificado en la morgue.

Miembros de la Defensa Civil se disponen a rescatar el cuerpo sin vida de una persona, el martes 4 de abril de 2017, luego que la noche del 31 de marzo una avalancha provocada por el desbordamiento de tres ríos (el Mocoa, Mulato y Sangoyaco), arrasó con todo lo que encontró a su paso. Foto: Carlos Julio Martínez / Enviado Especial de Semana

La noticia arrugó los corazones de los hombres y mujeres de “sangre naranja”, como dice el himno de la Defensa Civil. Un himno que entonaron decenas de voluntarios y funcionarios, una vez terminada la jornada, en la oscuridad de la noche, en el parque cementerio Normandía. Ellos formaron una calle de honor para despedir a otro de los héroes de la tragedia de Mocoa.

“Yo me imaginé que estaba vivo”, decía Brian, su sobrino, quien lloraba sin consuelo. “Yo voy a venir a verlo todos los días”, prometía junto a la tumba. En el cuarto día después de la tragedia, los héroes de Mocoa lloraron en silencio.

*Enviado especial de Semana.com

Si usted quiere auxiliar con dinero a los afectados de esta tragedia, puede consignar a través de esta cuenta de ahorros habilitada por la Presidencia de la República: Banco Davivienda, N° 021666888.