ESPECIAL
Leticia, hasta Kapax está en duelo y no tiene trabajo
La capital del Amazonas pasó de recibir miles de turistas a ninguno. La economía por entero depende del negocio extinto y la ubicación de la ciudad –remota y fronteriza– complica todo. Incluso el legendario héroe de la selva está de brazos caídos.
En Leticia todo era exuberancia y turismo. Cada mes, 12.000 visitantes entre foráneos y nacionales llegaban a la capital del Amazonas, en el extremo sur del país, para dejarse atrapar por sus encantos y embrujos. Esta remota urbe de 49.000 personas concentra el 60 % de los habitantes de todo el departamento, y el 90 % de la gente encontraba en el turismo la forma de ganarse la vida. La covid-19 arrasó con todo eso y, a diferencia de otros lugares afectados, en esta población no hay mucho más porque su escaso desarrollo está dado en torno al negocio turístico.
Antes de la pandemia había solo una forma de llegar a Leticia: por avión desde Bogotá, después de hora y cuarenta minutos de un vuelo lleno de sobresaltos y tras pagar un tiquete carísimo. Ahora esa opción también está cancelada. El municipio no tiene carreteras que lo conecten con otras poblaciones o centros de producción. Solo está el río Amazonas, pero su navegabilidad está también prohibida dado el cierre de las fronteras con Brasil y Perú.
Kapax, el legendario héroe del Amazonas, vivía de atender el turismo nacional e internacional. Desde hace tres meses está de brazos caídos. Foto: Daniel Padilla.
El coronavirus impuso a Leticia el confinamiento más brusco del que se tenga noticia en Colombia. “Acá no hay aislamiento inteligente u obligatorio, estamos en un aislamiento de selva. A más de 1.600 kilómetros de Bogotá y con el aeropuerto cerrado. Estamos jodidos”, dice Octavio Benjumea, propietario de la empresa Selvatour. El 17 de abril se tuvo registro oficial del primer caso de coronavirus en el Amazonas y, desde entonces, las cosas se han complicado a tal punto que muchos creen que los niveles de propagación del virus en ese rincón del país nunca se va a saber a ciencia cierta. Benjumea calcula que la cifra actual y real de contagiados debe ser cinco veces mayor a la oficial. “A casi todos nos dio coronavirus, pero como no había ni pruebas ni capacidad médica en el hospital, la gente se quedó en la casa”, explica.
El Gobierno nacional prestó atención al caso de Amazonas solo cuando las cifras de contagio y de letalidad fueron las más alarmantes del país. La frontera porosa con Brasil y Perú fue cerrada y están militarizados los pasos fluviales y terrestres. A mediados de mayo el departamento tenía 924 contagiados, más del doble que ocho días antes, lo que lo arrojó la tasa de contagio más alta del país con cerca de 100 enfermos por cada 10.000 habitantes. Al viernes pasado Leticia registraba 2.029 contagiados y la mitad de estos eran ya casos recuperados.
Este mes Kapax cumple 74 años y está pasando por uno de los momentos más difíciles de su vida. Foto: Daniel padilla.
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Un hijo de Kapax falleció de coronavirus en Manaus, Brasil. Él no pudo ni siquiera asistir al funeral. Foto: Daniel Padilla.
Este último dato es esperanzador, pero a la vez complejo si se tiene en cuenta que el municipio lleva dos meses con pico y cédula y toque de queda, ambas medidas al tiempo. Eso significa que cada día solo las personas a las que les corresponde salir por el dígito final de la cédula lo pueden hacer desde las 6 de la mañana hasta las 2 de la tarde. Fuera de ese horario nadie puede estar en la calle. “No hay comercio que se reactive en estas condiciones”, dice Medardo Gámez, propietario del hotel Pirarucú y de una agencia de viajes que lleva el mismo nombre.
Es probable que en ninguna parte del país haya una problemática integral más compleja: al confinamiento extremo y prolongado que se impuso en Leticia para frenar el contagio, hay que sumarle el aislamiento geográfico y la extinción del turismo que es casi el único renglón económico. El efecto dominó implica que el 90 % de la población de súbito quedó en la pobreza y sin perspectivas de mejoramiento a corto plazo. Un kilo de arroz cuesta 7 mil pesos en Leticia. En Tabatinga, a escasos metros del lado brasileño, por ese mismo producto se paga 2.000, pero abrir la frontera implicaría dar paso al coronavirus que en el país vecino ha registrado cifras de alarma mundial.
Según información de la Cámara de Comercio, en Leticia hay una oferta de 71 hoteles y hostales, y 97 agencias de viajes. Por cuenta de la crisis sanitaria todas estas fueron cerradas y solo hay tres alojamientos operando. Sus pocos huéspedes son el personal de salud que el Gobierno nacional ha enviado en dos brigadas. Se estima que de cada negocio pequeño del turismo dependían directamente entre tres y cinco familias. Y en el caso de los hoteles grandes (Decamerón, Anaconda, Waira Suites, Utuane), de cada uno llegan a depender entre 50 y 60 familias. “Todos nuestros hoteles están cerrados, si no hay turismo no hay nada acá”, dice el empresario Benjumea.
Incluso las comunidades indígenas están siendo castigadas por la desolación. Los pueblos nativos tenían ingresos distribuyendo sus artesanías a hoteles y al comercio en general, u ofreciendo a los turistas el servicio de interpretación y guía en visitas cortas a ciertos resguardos donde enseñan su cultura y tradiciones. También proveían víveres a los restaurantes. Todo eso se detuvo. “En los últimos tres o cuatro años veníamos teniendo un incremento de más del 250 % del flujo de turistas en relación con los años anteriores”, explica Luz Jenny Torres, presidenta del Fondo de Promoción y Desarrollo Turístico del Amazonas.
Esta entidad ofrece múltiples datos que permiten dimensionar el descalabro actual. En 2019, el departamento registró 102.637 turistas (81.189 nacionales y 21.500 extranjeros). Sus múltiples requerimientos eran atendidos por por 213 empresas prestadoras de servicios turísticos. En la ciudad hay 38 guías profesionales que ahora están con los brazos cruzados. Su tarea era llevar a los visitantes a los 178 atractivos turísticos que tiene la zona, incluidos 4 parques naturales, 2 parques temáticos. Así mismo, había 10 restaurantes turísticos de mediana o gran envergadura y 45 emprendimientos turísticos de base comunitaria. Pero desde que el aeropuerto, relativamente nuevo, fue cerrado a consecuencia de la covid-19, “el turismo disminuyó al 100 %, pues a Leticia se ingresa solo por vía aérea”, dice Torres.
Las finanzas públicas también se han menguado severamente. La Alcaldía recibía el tributo al turismo: 32.000 pesos que cada visitante debía pagar en el aeropuerto. Con esos recursos se pagaba por el embellecimiento de la ciudad, la preservación del patrimonio cultural y se financiaban actividades para el fortalecimiento del sector turístico.
Ahora el panorama es más que complicado. “El Amazonas sin turismo muere”, sentencia Benjumea. Las cifras en rojo que deja el coronavirus –ubicando al departamento como el de mayor número de casos de covid por habitante en todo el país y con la más alta tasa de mortalidad– implican una incertidumbre y un mayor lastre a la hora de proyectar la reactivación. La crisis no ha perdonado a nadie.
Ni los superhéroes se han salvado. El legendario Kapax es uno de los pobladores más afectados por el coronavirus. El próximo 29 de junio el Tarzán colombiano cumplirá 74 años y, sin duda, el 2020 ha sido el más duro de toda su vida. Desde hace tres meses se quedó sin empleo, pues Decamerón le suspendió el contrato. Él era imagen y atractivo de la cadena hotelera en los confines de la selva, pero sin turistas su misión no tiene sentido. Y hace apenas dos semanas un hijo suyo de 55 años murió de coronavirus en Manaos, Brasil. Ni siquiera pudo ir a despedirlo. “Por favor, todo el país debe hacer un esfuerzo para ayudar al Amazonas, tenemos que cuidar la naturaleza y ver cómo logramos salir de esta situación tan terrible del virus”, ruega.