Denuncia

Así funcionan las redes sexuales en Colombia

La desarticulación de una mafia de turismo sexual en Cartagena muestra tan solo la punta del iceberg de un fenómeno que se ha extendido por todo el país. SEMANA revela cómo opera ese negocio y muestra el drama que viven sus víctimas, especialmente las menores de edad.

12 de agosto de 2018
La emblemática plaza de la Torre del Reloj, en Cartagena, tristemente transformada en uno de los lugares de comercio sexual de niñas y mujeres.

La semana pasada, la Fiscalía General y la Dijín anunciaron que expidieron circulares azules por medio de Interpol para buscar en más de 190 países a 5 extranjeros requeridos por la justicia colombiana. Por primera vez, las autoridades nacionales acuden a este mecanismo para encontrar a personas de otras nacionalidades, a fin de que respondan por delitos cometidos en el país relacionados con uno de los nuevos y mayores problemas para la sociedad colombiana: el turismo sexual.

Si bien este fenómeno tiene esa denominación genérica, en realidad esa actividad abarca una gran variedad de delitos y conductas que incluyen tráfico de personas, explotación sexual de menores de edad y adolescentes, violación, proxenetismo y pederastia, entre muchas otras.

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Cuatro de los extranjeros –dos estadounidenses, un alemán y un argentino– deberán responder por haber sostenido relaciones sexuales con menores de 14 años cuando estuvieron de vacaciones en Cartagena. Las autoridades requieren a un quinto, un israelí expulsado de Colombia a finales del año pasado, porque junto con varios compatriotas instaló en ciudades del país hoteles que en realidad servían de fachada para la explotación sexual de mujeres, incluidas menores de edad.

Estas decisiones constituyen la etapa final de una operación adelantada hace dos semanas por la Fiscalía y la Dijín contra el turismo sexual en Cartagena, cuyos resultados acapararon los titulares de prensa nacional y extranjera durante varios días. Y no era para menos. Tras varios meses de investigación, las autoridades desarticularon la red de proxenetismo más grande descubierta hasta ahora.

Liliana Campos, alias la Madame, fue capturada por ser la jefe de una red de explotación sexual y prostitución conformada por 200 mujeres.

Las mujeres de la red de Campos ofrecían servicios principalmente a extranjeros.

La lideraba una mujer de 44 años de edad llamada Liliana Campos, quien según las pesquisas ofrecía servicios sexuales de cerca de 200 mujeres, principalmente a extranjeros que llegaban a la capital de Bolívar. Conocida con el alias de la Madame enviaba a islas del Caribe a mujeres que trabajaban para ella en bacanales, en lo que está tipificado como tráfico de personas. Esa redada, que dejó 18 detenidos, terminó también con la captura de un capitán retirado de Infantería de Marina responsable de violar a menores de 14 años de edad, a quienes además les tatuaba sus iniciales como si se tratara de ganado.

Más allá de los sórdidos detalles, este caso resulta emblemático. El fiscal general, Néstor Humberto Martínez, reconoció que esta red cayó gracias al trabajo articulado con la Dijín, liderada por el general Jorge Vargas, con técnicas, recursos y personal especializado en atacar grandes estructuras criminales. Además de capturar a los promotores, Martínez resaltó que empezarán a perseguir a los clientes de esas redes, quienes podrían pasar varios años en la cárcel, para combatir estas macabras prácticas en la fuente.

Pero si bien es loable el esfuerzo con esta operación, el panorama del turismo sexual en Cartagena y otras regiones del país sigue siendo crítico. Durante varios meses, SEMANA recorrió algunas de las zonas más afectadas y recogió los aterradores testimonios de las víctimas. Aunque las autoridades tienen detectadas diez redes en el territorio nacional similares a la desarticulada hace pocos días, ese macabro negocio está más vivo que nunca.

Por su labor como proxeneta la Madame obtenía millonarias ganacias.

Uno de los casos más aberrantes ocurre en la llamada ruta del carbón, en la vía entre el corregimiento Cuatro Vientos en el municipio de El Paso, Cesar, y El Copey. A lo largo del camino es posible ver a niñas menores de 15 años obligadas por sus familiares a sostener relaciones sexuales con los conductores de los camiones que pasan por la zona, a cambio de 10.000 pesos.

A Leticia, la lejana capital del Amazonas, llegan extranjeros, principalmente estadounidenses, alemanes y holandeses, para sostener relaciones sexuales con algunos de los indígenas de la zona. En Medellín, marcada como sede de turismo sexual, abundan las mujeres venezolanas, la gran mayoría profesionales, que huyeron del régimen de su país y terminaron atrapadas en las redes de explotación de la capital antioqueña. En el Eje Cafetero, ocultos bajo la fachada de spas de masajes orientales o relajación, funcionan redes manejadas por extranjeros.

Después de la operación en Cartagena el fiscal general, Néstor Humberto Martínez, anunció que perseguirán a quienes promueven el turismo sexual y a quienes paguen por ese tipo de servicios.

Las dramáticas historias de las víctimas y los abusos de sus victimarios se repiten como una constante al menos en diez departamentos. Las administraciones locales y nacionales tienen algunas incipientes campañas para tratar de alertar a las niñas y mujeres de los peligros de esas redes y la necesidad de denunciarlas. Las cifras de la dimensión del negocio no son claras, aunque las autoridades aceptan que son graves y alarmantes. Sin lugar a dudas, el Estado está en deuda de atacar con contundencia estas redes sexuales que se apoderaron del país.