Medellín

Turismo sexual en Medellín: la red empieza con las 'webcams'

Dueños de discotecas y proxenetas atraen a decenas de extranjeros a Medellín y sus alrededores con el gancho de mujeres que permanecen durante horas ofreciendo toda clase de servicios sexuales a través de Internet. SEMANA conoció los detalles de un negocio redondo que se mueve en dólares y euros.

15 de agosto de 2018
“Cuando un cliente extranjero quiere una virginidad yo me voy para donde la chica y le explico. Eso vale más o menos 800.000 pesos y yo me gano unos 100.000 pesos”

Medellín se ha convertido en el destino preferido de turistas que buscan pasar unos días de desenfreno sexual y alucinógenos. No por nada varias canciones de reguetón hablan de la Ciudad de la Eterna Primavera como un paraíso de libertinaje. Por esto, las autoridades locales han decidido crear programas culturales que integran la oferta artística y patrimonial de la capital paisa para sus visitantes. Sin embargo, esta es una tarea cuesta arriba.

Basta con darse un paseo por la avenida El Poblado o por el parque Lleras para ver extranjeros acompañados de jovencitas que podrían ser sus hijas, con las que entran a hoteles como Pedro por su casa. Y es muy difícil controlar a los turistas en una ciudad a la que llegaron en 2017 más de 735.000 personas, de las cuales el 33 por ciento vino de otros países, la cifra más elevada de Colombia, y donde se arraigó la cultura del dinero fácil por cuenta de la mafia en los años ochenta.

En el caso de la capital paisa, las prepago prefieren a los clientes extranjeros, a quienes tratan como reyes, pues pagan en dólares. Les gustan los israelíes porque, una vez drogados, pueden soltar mucho dinero. Los estadounidenses ya mayores porque suelen ser cariñosos y condescendientes. Los italianos porque quieren compañía: alguien con quién comer y salir de compras. Los asiáticos porque suelen ser rápidos. Pero hay una característica común: ninguno escatima a la hora de gastar. Pueden pagar por una hora de sexo hasta 200 dólares. “No es un mal negocio”, dice Jazmín, sentada en el cuarto donde duerme, quien trabaja como modelo web; este negocio en Medellín tiene decenas de casas con habitaciones desde donde mujeres desnudas complacen con sus webcams la necesidad voyerista de miles. Colombia, después de Rumania, tiene el mayor número de modelos web del mundo: más de 30.000.

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Jazmín es morena, tiene pómulos altos, 28 años, caderas amplias, el pelo cepillado, las manos impecables. “Me hice modelo web hace dos años. Trabajaba de promotora de ventas en una empresa y una amiga me dijo que con esto me podía ir bien. Me puedo ganar hasta 8 millones de pesos al mes, pero también hay que gastar mucho en juguetes sexuales, lencería, uñas, pelo”. Se dio cuenta muy pronto de que los usuarios de la página web llegaban ansiosos a los chats en busca de mujeres de Medellín y después de algunos meses ella se volvió el personaje del deseo. “Muchas mujeres hacen esto por obligación, y yo también muchas veces, pero me gusta, me caliento”.

Algunos de esos usuarios, onanistas compulsivos, viajaron a Medellín con un solo deseo: conocerla. “Hace más o menos un año que soy ‘escort’”. Usa –como todas– la palabra en inglés, que le parece que trae un poco más de encanto. “Para mí, los turistas hombres vienen aquí a buscar sexo y fiesta; de paso ya conocen la ciudad, pero Medellín es la antesala del sexo en Colombia”. Su modus operandi es básico, los usuarios de la web que ya la conocieron y pasaron por su cuerpo en Medellín la referencian con otros amigos que, después de algunas conversaciones por WhatsApp, viajan y dejan su dinero en la capital antioqueña.

Jazmín se hizo pronto una visión del negocio: la venta del cuerpo como alucinación digital, la venta del cuerpo en una cama, la venta del cuerpo ajeno. Con dos amigas buscaron más mujeres dispuestas a acostarse con hombres extranjeros. “Tengo más de 200 chicas, todas mayores de edad. Nos contactamos vía WhatsApp y por eso yo gano una comisión. Si a ella el cliente le paga 400.000 pesos, a mí me tocan 50.000”. Su WhatsApp tiene tres grupos y en todos hay especificaciones: “Niñas, necesito una pelinegra natural, dispuesta a estar dos horas con un chino, pagan 500.000 pesos”, “Princesas, una rubia, con senos grandes, pagan 200.000 pesos por una hora”. Rápidamente, las colegas envían fotos mostrando los senos, la cara de actriz y de esa manera el negocio se concreta con rapidez.

"Cuando un cliente extranjero quiere una virginidad yo me voy para donde la chica y le explico. Eso vale más o menos 800.000 pesos y yo me gano unos 100.000 pesos"

También trafican con la inocencia, y a veces con la de los clientes. “Cuando un cliente extranjero quiere una virginidad, yo me voy para donde la chica y le explico que tiene que echarse piedra de alumbre en la vagina con un poco de agua; ella espera un rato y eso la cierra. También le doy una aguja para que cuando llegue el momento se chuce un dedo para simular la sangre. Eso vale más o menos 800.000 pesos y yo me gano unos 100.000”. Jazmín se cuida de cometer un delito y dice que nunca se ha metido con menores de edad, y muchos clientes preguntan por niñas de 14 y 15 años. “La mayoría de los proxenetas que tienen niñas de esa edad son hombres o mujeres mayores: entrar en ese mundo es muy arriesgado”, dice.

Jazmín tiene historias, como aquella vez que unos narcotraficantes se llevaron a varias mujeres para una fiesta y todas temieron por su vida cuando los hombres sacaron sus armas para demostrar su poder. O la del coreano que llega a Medellín cada tres meses, pide cinco mujeres a las que les regala un iPhone 6, se las lleva a una finca, las pone a jugar guerra con pistolas de agua y luego tiene sexo con ellas una sola vez para saciar en su imaginación el fetiche por las virginidades. O cuando algunos cantantes de reguetón llegaron a la ciudad y pidieron más de diez mujeres para hacer una orgía. “Aquí piden de todo y reciben de todo”.

Foto: Pablo Andrés Monsalve

Jazmín a veces sale a la calle a buscar clientes. Los busca en las discotecas, donde el administrador sabe qué está haciendo y hasta le brinda tragos de cortesía. Otras veces camina por la zona hotelera de la avenida El Poblado y espera a que un extranjero se le acerque, pactan un precio y luego entran tranquilamente al hotel, ella muestra su cédula y sube a la habitación para entregar su room service. “Los botones de los hoteles tienen nuestros números y nos llaman cuando el huésped les pide algo de compañía”.

Karen tiene historias parecidas aunque hace seis meses llegó desde Caracas, Venezuela. Allá trabajaba en un medio de comunicación regional y ahora es una escort. “Yo llegué primero a Cartagena y tenía una familiar allá que ya se había vuelto prepago. Estuve unos días y me iba para la Torre del Reloj, pero fue muy difícil hasta que conocí a una mujer de Medellín que me trajo y me enseñó a trabajar”. Algunas veces se para en el parque Lleras donde, esparcidas por bares y discotecas, puede haber más de 200 prepagos. “En los bares nos brindan tragos de cortesía y muchas veces nos dan comisión del 10 por ciento por lo que consume el cliente. Cuando uno está en el parque y se le arrima un gringo, uno lo lleva a ese lugar y pues gana dinero por ambos lados”.

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Tiene una hija y trabaja para mandarle dinero: “Hay muchas venezolanas como yo, preparadas, que no encuentran trabajo. Yo aguanté en Caracas el mayor tiempo que pude, pero ya todo se volvió insostenible”. También consigue clientes por medio de Tinder, la aplicación para encontrar amores: “Muchos extranjeros quieren sexo. Prohibidos los colombianos porque son muy intensos y no pagan lo que uno cobra”.

Karen no para de chatear. Mientras contesta la entrevista, un extranjero le propone que se vean en Santa Elena, el corregimiento de Medellín donde por este mes los campesinos arman las silletas de la Feria de las Flores: “He aprendido que este mes es muy bueno, y sobre todo esta semana, porque estamos en fiestas. Yo salgo todos los días más o menos hasta las cuatro de la mañana y puedo conseguir cliente todos los días, siempre extranjeros”.

"Hay muchas venezolanas como yo que no encuentran trabajo. Yo aguanté en Caracas el mayor tiempo que pude, pero ya todo se volvió insostenible"

Para todas son un mito los israelíes, y una amiga de Karen, que interrumpe a veces la entrevista, dice que ha estado en algunas casas que ellos tienen en Medellín y Cartagena: “Hacen un solo paseo cuando salen del Ejército, se los paga el Estado, y vienen aquí porque son enfermos por las drogas, sobre todo cocaína y tusi, y hacen unas fiestas enormes. Yo he estado en algunas, duran días y a uno le pagan por adelantado. Se gana muy bien, pero son muy agotadoras”.

Aunque muchas mujeres se dedican a “acompañar extranjeros”, Jazmín y Karen dicen que para todas hay trabajo. “Estos extranjeros vienen primero a Cartagena y luego vienen a Medellín, a buscar mujeres paisas, que ya son famosas por todo el que busca sexo, y a pasar bueno”.

Negar el turismo sexual es como tapar el sol con un dedo. Es verdad que Medellín no es mucho más que este negocio tóxico, sin embargo, gran parte de los turistas que llegan solos o en grupo de hombres a la ciudad buscan rumba dura. Hace unos meses, la Alcaldía firmó con la Procuraduría un pacto para proteger a los niños de la explotación sexual, que según dijo el alcalde, Federico Gutiérrez, provenía muchas veces de la propia familia. Aunque loable, es necesario celebrar muchos más pactos para sacar a cientos de mujeres de la prostitución, única actividad en la que encuentran un sustento.