NACIÓN
Ubican y destruyen campamento de entrenamiento de las disidencias de las Farc en el Cauca
Según inteligencia militar, al lugar eran trasladados menores de edad que eran reclutados de manera forzosa para ser adoctrinados.
En medio de poblaciones étnicas, la Armada ubicó un centro de entrenamiento de las disidencias de las Farc, a donde eran llevados menores de edad que eran reclutados de manera forzosa.
El complejo fue ubicado en el sector de Bocas de Patía sobre el río Saija, municipio de Timbiquí, departamento de Cauca, en donde funcionaba esta zona de entrenamiento perteneciente a la estructura 30 “Rafael Aguilera”.
“Gracias a información de inteligencia fue posible ubicar este campamento ilegal, el cual era usado por las disidencias de las Farc para reclutar a menores de edad de la región y adoctrinarlos en contra de su voluntad, así mismo, en este lugar se abastecía de material de intendencia y propaganda a sus integrantes y realizaban coordinaciones para coaccionar a otros miembros de la comunidad con el fin de obligarlos a hacer parte de su organización ilegal”, indicó la Armada.
Agregó la autoridad que “en el lugar fueron hallados 300 metros de mecha de seguridad, 116 detonadores eléctricos, 04 barras de explosivo tipo pentolita, 40 uniformes de uso privativo de la Fuerza Pública, 100 metros de tela para elaboración de material de intendencia, abundante material de propaganda alusiva a las disidencias de las FARC y más de 100 elementos de intendencia como botas, morrales, chalecos multipropósito, porta proveedores, entre otros”.
Sin embargo, cuando los ilegales detectaron la presencia de los uniformados, estos emprendieron la huida.
“Durante la operación se presentaron combates entre tropas de las Fuerzas Militares y miembros del mencionado grupo al margen de la ley, sin afectación a la población civil de las comunidades indígenas o afrodescendientes y resultó herido de levedad un Infante de Marina, el cual se recupera satisfactoriamente”, añadió la Armada.
Las disidencias en el Cauca
SEMANA investigó la presencia de las disidencias en el Cauca y encontró que no poseen puntos medios. No dialogan: tienen aliados o enemigos, y su conversación se remite exclusivamente a las ráfagas de fusil, secuestros, asesinatos en vía pública y torturas. Las palabras no forman parte de su ADN, por lo menos así actúa la estructura conocida como Dagoberto Ramos.
Esta facción fue una de las primeras disidencias de las Farc que apareció en el Cauca tras la firma del acuerdo de paz en 2016. Las autoridades dicen que excombatientes de esa organización que nunca se acogieron al proceso se reunieron en zona rural de Corinto y decidieron crear una nueva estructura criminal. Para ese entonces, era cosa de apenas unos 20 hombres armados; hoy, la Dagoberto Ramos podría superar los 1.000 integrantes en sus filas.
Como la mayoría de disidencias, no tienen una línea de mando clara. No hay un cabecilla visible, sino criminales con armas largas y cortas capaces de cualquier cosa para mantener a flote el negocio del narcotráfico. Inteligencia militar asegura que quien comanda esta columna en terreno responde por el alias de Orejas, pero hasta el momento no hay información precisa sobre el despiadado disidente.
El centro de operaciones de la Dagoberto Ramos son los municipios Miranda, Toribío, Caloto y Corinto, lo que las autoridades llaman ‘el triángulo de la marihuana’. Allí, los cultivos ilegales están casi al pie de la vía principal, a la vista de todos. No se oculta nada, ni los sembradíos ilegales ni los retenes ilegales –como pescas milagrosas–, a escasos cinco minutos de los centros poblados.
El trabajo de las disidencias es cuidar que todo salga bien para los negocios turbios. Custodiar los laboratorios donde se produce la marihuana creepy, acompañar el cargamento hasta la salida al Pacífico caucano por la región de El Naya y entregar gramo por gramo a emisarios de carteles mexicanos. Así funciona el asunto.
Pero para abrirse paso en el mundo criminal, la Dagoberto Ramos libró inicialmente una violenta guerra con la disidencia Jaime Martínez, al mando de Johany Noscué, alias Mayimbú, por quien las autoridades ofrecen una recompensa de hasta 1.000 millones de pesos.
Ambas estructuras operan en el norte del Cauca: la Dagoberto tiene el nororiente, y la Jaime Martínez, el noroccidente, principalmente la salida al Naya por la zona rural de Suárez. La frontera invisible que separa a ambas columnas es la vía Panamericana. Entre 2016 y 2019, cuando los territorios no estaban repartidos, fueron arrojados en vías del norte del Cauca más de 150 cuerpos con señales de torturas, amarrados y en bolsas negras. Cada cadáver tenía un mensaje: “Lo matamos por ser un sapo de la Jaime Martínez”, decían algunos.