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La muerte prematura del boxeador Luis Quiñones, tras quedar con politraumatismos graves después de una pelea, encendió de nuevo el debate: ¿el boxeo debe desaparecer como deporte?

A los 25 años falleció el boxeador santandereano que permaneció seis días en cuidados intensivos, después de una pelea de boxeo en Barranquilla.

1 de octubre de 2022
  Luis Quiñones se enfrentó a José Muñoz por el título del peso wélter junior. Tras desplomarse en el octavo round, perdió la vida.
Luis Quiñones se enfrentó a José Muñoz por el título del peso wélter junior. Tras desplomarse en el octavo round, perdió la vida.

“Le hice el vendaje, lo abracé y oramos. Luego en la esquina me decía, estoy bien y voy a ganar”. Esas fueron las últimas palabras de Luis Quiñones a su entrenador Miguel Ángel Guzmán. Jamás se imaginó que esa sería la última vez que estaría cerca del boxeador santandereano, su pupilo, su hijo.

Todo parecía ir como lo prepararon con arduos entrenamientos, ‘Pantallita’ o ‘El Guerrero’ como lo anunciaban en las peleas, se perfilaba a conseguir su undécima victoria contra José Muñoz, que llevaba sin conocer la derrota en ocho combates.

“Dimos el peso perfectamente. La clave estuvo en la alimentación, hidratación, no estamos sufriendo, dormimos bien para no afectar el cerebro en lo del peso”, dijo un día antes de la pelea Luis Quiñones al periodista Emel Alvear.

Sin embargo, ya en la pelea oficial y durante el octavo asalto, Leonel Mercado, el árbitro en el cuadrilátero, detuvo las acciones porque cayó el protector bucal de Muñoz.

Mientras el barranquillero se incorporaba, Quiñones trastabilló levemente. El santandereano, que tenía pantaloneta negra, regresó por reglamento a su esquina, pero un último tropezón prendió las alarmas de su entrenador.

Se agarró con sus guantes rojos y todas sus fuerzas de las cuerdas, Miguel no lo perdió de vista mientras el corazón palpitaba con un mal presentimiento.

Cuando el juez reanudó el combate por el título nacional vacante del peso wélter junior, Muñoz lanzó tres ganchos a la cabeza de Quiñones sin lograr impactar con vehemencia; acto seguido tiró dos jabs, es decir, dos golpes más suaves para alejar a su rival. La corazonada se hizo realidad. Luis Quiñones se desplomó.

“A él no lo noquean, no recibió golpes graves. Vi que se agarró de la cuerda y cayó. Cuando el árbitro cuenta, yo me subo al ‘ring’ a quitarle las botas. Luis fue dejando de reaccionar y de inmediato pedí la ambulancia. Supe que estaba mal porque le quitaba los guantes y no se oponía; es más, le tuve que cortar las vendas”, explicó con angustia su entrenador.

“No tengo explicación de lo que pasó, lo que sí sé es que en la pelea obramos bien. Si yo hubiera visto que corría peligro, la detengo”, dice con nostalgia.

Según cuentan los periodistas que estuvieron en la pelea, aunque el árbitro no determinó caída por golpes, otro juez cercano dijo que sí existieron.

El desacuerdo le dio la última palabra a la mesa técnica y allí el encargado de controlar el tiempo indicó que su cuenta ya iba en tres. Mercado continuó contando hasta llegar a diez y validar el nocaut fulminante.

“Es inexplicable. Nunca tuvo golpes fuertes de seguido por parte de sus rivales. No sabemos si fue una descompensación física, pero por primera vez se vio vencido. Tal vez era un problema neurológico”, dijo Emel Alvear.

Mientras Muñoz celebraba la victoria con el cinturón y la euforia de sus seguidores, a 600 kilómetros de distancia, en Barrancabermeja, Germán, el papá de Luis Quiñones, su hermana Mayra y su sobrino Óscar veían por televisión cómo su ser querido terminaba tendido en la lona, atendido por tres hombres vestidos de amarillo que trataban de acomodar su cuerpo en una camilla. Supieron que algo no andaba bien, sabían que no estaba derrotado.

“Fue un momento difícil. Yo hablé con él antes de la pelea para verla. Estaba muy ansioso porque además no había perdido. Estaba alegre, confiado y nosotros también. Solo le deseé suerte”, contó su sobrino Óscar.

Durante los 300 metros que recorrieron desde el coliseo Elías Chegwin hasta la Clínica General del Norte con Luis Quiñones, a su entrenador no paró de sonarle el celular.

“Los médicos nos dijeron que llegó sin signos vitales, nos dijeron inicialmente que tenía un edema. Lo operaron y ahí empezó nuestra angustia”, relató Miguel.

Tras 48 horas de evolución, el pugilista continuó presentando deterioro clínico, neurológico, metabólico y funcional.

  Luis Quiñones se enfrentó a José Muñoz por el título del peso wélter junior. Tras desplomarse en el octavo round, perdió la vida.
Luis Quiñones se enfrentó a José Muñoz por el título del peso wélter junior. Tras desplomarse en el octavo round, perdió la vida.

“En la tomografía de control se evidenció isquemia cerebral en los resultados”, dijo un comunicado de la clínica. Hasta entonces, el boxeador continuaba con soporte integral y en estado crítico en la unidad de cuidados intensivos.

“Hemos sido compañeros y amigos, lo que me ha permitido conocer todo lo bueno que tienes por brindar como persona y como deportista; deseo poder devolver el tiempo y que eso no hubiese ocurrido, es inevitable no dejar de imaginarme estando en tu situación”, escribió en una carta José Muñoz, rival en aquella fatídica noche.

Pedro Bassa, entrenador de José, dejó claro que lo sucedido es un accidente del deporte porque nunca hubo mala intención.

“Yo trabajé bastante con Luis. Antes de la pelea, hablamos en el camerino y me decía que quería ganar su título. Le dije que el trabajo duro se iba a reflejar en la pelea”.

Bassa tampoco cree que lo ocurrido haya sido producto de los golpes porque los dos boxeadores se cuidaron mucho durante la pelea, por lo que también cree que algo adicional ocurrió aquella noche.

Confesó que durante la velada, Quiñones los sorprendió a partir del quinto asalto.

“Empezó a quedarse, no era el mismo que conocíamos. Esta vez no vimos esas condiciones y era raro”.

‘El Guerrero’ del cuadrilátero y la vida

“Era una persona bondadosa, alegre, positiva, no le tenía miedo a nada, se arriesgaba. Por eso se vino de Barranca solo para Barranquilla”, describió Óscar Quiñones, sobrino de Luis a SEMANA.

Cinco años atrás, el santandereano llegó a la capital del Atlántico a guerrearse la vida por un sueño llamado boxeo en el que se metió escapando del matoneo. Cuenta su hermana Mayra que los compañeros en el colegio lo agredían constantemente y lo que empezó como un mecanismo de defensa se volvió su profesión.

Miguel Guzmán, su entrenador, creyó en él desde que lo vio.

“Lo vi sin ninguna clase de compromiso. Cuando llegó se le notó la pasión, tenía buen material y se dejaba enseñar. Yo veo un peleador la primera vez, desde como camina el ‘ring’ ya sé si tiene o no futuro”.

Esas condiciones profesionales las potenciaba con las virtudes humanas. Vivió en el gimnasio de su entrenador, quien le ayudó, junto con otras personas, con los gastos. Luis logró ubicarse en la portería de una empresa logística y cuando pudo consiguió un apartamento pequeño.

Pese a su humildad, se mantenía bien presentado. Los cercanos lo describen como un hombre servicial, trabajador y que se hacía querer. Iba a la iglesia sin falta los domingos, pues de lunes a sábado su mayor bendición era entrenar.

Unos días se iba trotando desde su casa hasta el gimnasio y tardaba lo mismo en el recorrido que un carro. Admirado por su gran capacidad física y sus modales. Los vicios nunca hicieron parte de su vida. Otras veces llegaba en una bicicleta, que incluso le robaron, pero con esfuerzo pudo recuperar.

“Era el prospecto número 1 en las 140 libras para alcanzar oportunidades mundialistas, por su gran estilo y riqueza técnica. Un gran ser humano”, dijo el periodista Elmer Alvear.

Se cuidaba del peso. Se alimentaba especialmente con brócoli, pechuga de pollo y huevos. Sin embargo, el día antes de la pelea se quiso dar un gusto adicional. Comerse una bandeja paisa.

Le decían ‘Pantallita’ por su cabeza plana en la parte de atrás.

Se burlaba de sí mismo diciendo que tenía un televisor incorporado. No obstante, para aparecer en las grandes pantallas, debía ser anunciado en cada pelea con un apodo de más peso. Lo llamaron ‘El Guerrero’.

La situación ha sido tan confusa que, incluso, mientras Luis seguía conectado, pero con muerte cerebral, la Federación de Boxeo y el Ministerio del Deporte anunciaron su fallecimiento, se anticiparon a la tragedia que finalmente ocurrió. Los golpes de la vida parecen difíciles de esquivar.

El entrenador de Quiñones, con 32 años de experiencia, confesó que el plan inicial era pelear en Estados Unidos, pero el mismo boxeador quiso quedarse en casa para coronar el título.

Sin pensarlo lo logró, se fue a los 25 años como todo un campeón.

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