UN OLIGARCA DEL RITMO

Hace 45 años, SEMANA presentó en sociedad a Lucho Bermúdez en un artículo que ahora reproduce con motivo de la muerte del gran maesto.

30 de mayo de 1994

EL PRIMERO DE ENERO DE 1949, SEMANA ENtregó a sus lectores un informe especial sobre Lucho Bermúdez. El artículo explicaba a los 'cachacos' en que consistía la música costeña y qué era eso del porro, que por aquella época en la que predominaban los refinados pasillos, bambucos y torbellinos era visto como un ritmo casi pecaminoso que incitaba a una desaforada alegría. Al final del informe se hizo la presentación de una joven tolimense de 24 años, Matilde Díaz, quien se perfilaba como una verdadera estrella del espectáculo. Este es el texto:

FABRICANDO ALEGRIA
Lucho es Luis Eduardo Bermúdez Acosta, de El Carmen (Bolívar), hoy en sus 34 años, uno de los más populares autores de música festiva nacional y director de una pequeña (nueve personas) pero bien cotizada orquesta. La cual tiene su porvenir inmediato ya establecido. Casi todos los jóvenes alegres, y los menos jóvenes, saben en Colombia quién es Lucho Bermúdez. Si no le han visto dirigir su orquesta, mientras toca el saxofón o el clarinete, le han oído por la radio o en discos. Algunos dicen que es "el mejor" compositor en su género. Otros, menos afirmativos, dicen que es "el más popular". Pero nadie le baja de la primera fila. Lucho ha compuesto obras que los aficionados y principalmente las aficionadas, saben de memoria. Pero no puede ser llamado el jefe máximo de la música popular colombiana. Es difícil, por no decir imposible, que en esta mùsica haya un pontífice. Principales causas: a) su división en dos grandes corrientes, una costeña y otra del interior; b) la abundancia de buenos compositores en la primera corriente, donde el mismo Lucho está clasificado.

GALERIA DE NOTABLES
Solo en materia de porros, algunos contemporáneos de Lucho, con igual o menor actividad que la suya (Lucho lleva más de 15 años componiendo), han dado, siquiera una vez, en el clavo. Encabezan la primera lista: José María Peñaranda, un barranquillero, que hizo El Caimán en 1940; Daniel Lemaitre, un cartagenero, que compuso Sebastián, rómpete el cuero; José Barros, un magdalenense, autor de Guére-Guére, El gallo tuerto y El Camaján; Abel Marrugo, un bolivarense ya muerto, quien dejó de legado La vaca vieja, y esa vaca no ha muerto; Rafael Escalona, de Valledupar, ahora un estudiante en el Liceo Celedón, de Santa Marta, que ya ha compuesto obras como El retrato de compae Chipuco y El Testamento; Abel Antonio Villa y Pacho Rada, de Plato, y Chema Gómez, dentista en Fonseca. Podrían seguir la lista varios más. Con paternidad discutida, pero vivo y coleando está también el porro Santa Marta (tiene tren, pero no tiene tranvía), conocido en la Costa de tiempo atrás con el nombre de Mi mujer se fue con otro. (La misma melodía, letra diferente. Muchos compositores no hacen más que recoger una música antigua, ya sin dueño, y registrarla bajo su nombre).

ALEGRES COMO UNAS PASCUAS
Todo este barulllo de nombres es ahora familiar a los aficionados al baile. Las fechas comprendidas entre diciembre 16 (comienzo de los Aguinaldos) y enero 6 (llegada de los Reyes), abundan en días feriados, son generalmente de vacaciones y se prestan a ruidosas fiestas en los hogares y cabarets, bajo el signo del porro. El porro es actualmente el más popular de los aires festivos de Colombia. En la Costa nadie discute que es el más alegre. En el interior muchos aseguran que es el más bullicioso, y algunos que es el más vulgar. Pero no le niegan su alegría. ¿Qué hace, técnicamente, que una música sea alegre?
Un compositor vasco, radicado en Colombia, Luis Miguel de Zulategui, absolvió así esa pregunta: "En la música espiritual, que va directamente a la mente y a los sentimientos elevados del hombre, la música tiene carácter alegre cuando está en modo mayor. En la música frívola, destinada únicamente para diversión, la determinante del carácter alegre es el ritmo. En este género de música se obtiene el carácter alegre, indistintamente, con modo mayor o menor. El modo menor, en este género, tiene cierta especie de sentido picaresco, que el ritmo se encarga de hacer alegre".
Como es obvio, a la mayoría no les interesa la explicación técnica, porque no saben siquiera qué es eso de modo mayor y modo menor. Música alegre es, para ellos, simplemente la que les hace cosquillas en los pies, y les impulsa a moverse con alguna clase de compás, y por extravagante que en un principio parezca el estilo. El "baile suelto" (cada miembro de la pareja se contorsiona por separado), fue criticado por grotesco en Bogotá, en un principio. Pero pronto pasó a ser aceptado aun por sus críticos. (Ese "pronto" significa: después de la tercera copa). Más ampliamente, música alegre es la que puede bailarse.

LOS BAILES DE MODA
Hace 20 años esa música era el tango. Carlos Gardel, el ídolo. Después vinieron los ritmos de Estados Unidos, gracias a las películas musicales con Fred Astaire y Ginger Rogers: fox, swing, blues, charleston. (Más tarde el Big Apple, Lindy Hop, Truckingy Lanveth Walk). Hace 10 años, Allá en el Rancho Grande, una película musical mexicana, con Tito Guízar (repetida recientemente en colores y con Jorge Negrete de protagonista), popularizó el corrido Rancho Grande, y comenzó la era mexicana, cuyos frutos más recientes fueron La Raspa y La Bamba. De aquí se estaba a un paso de la música antillana. Rumbas sensuales (¡Mueve, mueve la cadera, negra!) y resbalosos boleros (títulos típicos: Toda una vida, Canción del alma Infortunio) se pusieron de moda.

VICTORIA FACIL
Estos sucesivos ritmos bailables chocaban con la música folclórica nacional y la vencían por temporadas. El combate era más fácil para las melodías importadas, en la Costa Atlántica, donde nunca gozaron de popularidad los ritmos sentimentales del interior. La situación actual en Barranquilla fue descrita así por un redactor de SEMANA (Alfonso Fuenmayor): "En la Costa no se les ha hecho mucho caso al pasillo y al bambuco del interior. En las fiestas, cuando la orquesta toca un pasillo, se advierte que las parejas abandonan la sala de baile, quedando solamente quienes lo han practicado en el interior. El pasillo es una música preferida para serenatas".
Los bailes populares de la Costa Atlántica son antiquísimos, pero sòlo en 1940 llegaron a los salones de buena sociedad. Antes de esta fecha se limitaban al bajo pueblo. En 1940 El Heraldo, de Barranquilla, publicó una corresponsalía de Plato, pequeña ciudad del departamento del Magdalena, a orillas del río de ese nombre, con la noticia de que un hombre de aquella población se había convertido en caimán y rondaba, llorando, con voz humana, por los caños vecinos. La madre del metamorfoseado llegaba hasta la orilla de los caños y le proporcionaba alimento. Así nació la historia del hombre-caimán.

EL PRIMER GRANDE
José María Peñaranda, con una nariz de la que se hubiera ocupado el escritor especial Quevedo, es un hombre suave y tranquilo, que conversa con moderado entusiasmo, y dirige un cuarteto de acordeón, dos guitarras y guacharaca, una caña de cerezo cóncava que se "rasca" rítmicamente con un hueso de res. Sale por las emisoras barranquilleras dos veces por semana. El instrumento de Peñaranda es la guitarra, pero los toca casi todos. El más precioso es su gruesa y larga garganta. Nació en Barranquila en 1910, y nunca se ha preocupado por estudiar música, pues desconoce hasta su escritura. (Toca, como muchos músicos, de oído). En sus horas de ocio, Peñaranda estudiaba radio y hoy tiene un pequeño taller de reparaciones en su casa. Peñaranda leyó la noticia del hombre-caimán y pensó que podía hacer un tema. Empezó a tararearlo. Pasó a tocarlo. Acabó partiendo para Soledad, apacible población del Atlántico, donde vive Francisco (el Maestro) Galán. Galán es el secretario de los músicos que, como Peñaranda, no saben escribir música. Además, es ahora la primera autoridad en porro.
Se va el caimán, un porro de José María, pronto se hizo famoso. En los periòdicos salían noticias de que triunfaba en Brasil, en Uruguay, en Chile y en Argentina. También se dijo que en España lo habían prohibido, y que lo comentaban en Rusia. Un indio guajiro, Crescencio Salcedo, puso pleito a Peñaranda alegando ser el autor del porro. La justicia falló a favor del barranquillero, que ahora espera 7.000 dólares por derechos de autor, provenientes de la Sociedad de Autores y Compositores de Buenos Aires, donde los retenían mientras se aclaraba la situación. En la película mexicana Pasiones tormentosas, María Antonia Ponds baila dos porros de Peñaranda: El Caimán y Canillita.

HISTORIA Y ESTILO
El porro es de origen folclórico y se ha venido transmitiendo de generación a generación en el departamento de Bolívar. Fue descrito así por Aníbal Esquivia, redactor de SEMANA en Cartagena: "Un toque prolongado de trompetas inicia la danza que irrumpe de pronto con su ritmo característico, en el cual el golpe del bombo (tambor) va a contratiempo y en ritmos quebrados, a tal punto que bien pudiera el bombero dar su golpe ritual, ir a la cantina a tomarse su trago y regresar preciso para dar el otro golpe. Su ritmo es de dos cuartos lentos, y la danza contiene movimientos muy leves de cadera de la mujer, y a veces el bailador, como ofrenda lujosa, quema pañuelos de seda y hasta billetes gruesos en la llama de los pabilos". En el interior, se han realizado variantes, y el porro se baila estando en la sala la pareja. (No "suelta"). Una bogotana que regresó de un paseo a la Costa, decía: "En Barranquilla no saben bailar el porro". Era simplemente una diferencia de estilo.
El porro, que deriva su nombre del porrazo (golpe) intermitente que se le da al tambor, es la versión colombiana de la música negra del Caribe, y una especie de hermano de la rumba, el son, la conga o la guacharaca.

LA FAMILIA DEL PORRO
Amén del porro, hay en los tres departamentos costeños (Bolìvar, Atlántico y Magdalena), otros ritmos que allá se diferencian, pero que en el interior no se distinguen, y son bailados de la misma manera. Esta es la lista completa, según su popularidad por regiones:
En Bolívar: fandango, cumbia, gaita, bullerengue, danza y mapalé.
En Magdalena: paseo vallenato), cumbia-zafra, cumbiòn y merengue.
En el Atlántico: todos los anteriores.

El porro y sus parientes costeños ganaron el primer round sobre el bambuco y sus parientes del interior, por varias razones:
Su fondo sensual.
El esnobismo ante un ritmo novedoso.
Están instrumentados para grandes orquestas, mientras que el bambuco está escrito para instrumentos de cuerda.
La actividad de la colonia costeña en el interior.
La falta de compositores activos en los demás géneros, que siguiesen la gran tradición de Emilio Murillo, Pedro Morales Pino y otros desaparecidos.

ECLECTICISMO BAILABLE
El auge de la familia del porro no significa que en el interior no se sigan las últimas nodedades extranjeras. Una investigación en Bogotá demuestra que la alta sociedad prefiere el bolero y la guaracha (de Cuba), el blue y el fox (de Estados Unidos) y últimamente con furor el botecito (de Cuba). Ya el cantante Pedrito Caicedo se llama 'el Rey del Botecito', y la orquesta que lo acompaña, la de Santos Pérez, nunca deja de incluir dos o tres botes en cada programa.
La clase media prefiere el bolero (cubano) el porro y la rumba criolla, un invento bogotano, con reminiscencia de pasillo, y generalmente interpretado con instrumentos de cuerda. Sus principales compositores son Milciades Garavito (Ala, cómo estás) y Emilio Sierra (El Negrito Satanás).
La clase humilde prefiere el pasillo, la rumba criolla y el tango arrabalero, en donde abundan las puñaladas, los hijos sin padre, los presidios, las madrecitas que sufren y los adulterios.
HISTORIA DE UN EXITO
Desenvolviéndose con suerte en este medio, Lucho Bermúdez ha llegado a ganar 2.000 pesos mensuales. Viste elegantemente, pues tiene ternos de casi todos los tonos. (Ha llegado a dar 600 pesos por dos). El nudo de su corbata da la impresión de que es un caballero ordenado; usa tirantas y correa, y, por lo general, camisa blanca. Fuma cigarrillo americano, pero casi nunca saborea el licor. El ciudadano poseedor de la cédula 2.916.235, de Bogotá (estatura 1.58, color trigueño tostado, cabello indio negro, ojos castaños oscuros), está en la plenitud de su fama y goza de la vida. Después de todo, contribuye a que los demás también gocen.
Lucho nació en El Carmen (Bolívar), población a 132 pies de altura, con 32 grados de temperatura y 28.000 habitantes en la actualidad. A los 12 años Lucho interpretaba como podía tres piececitas en un flautón. Sus amigos le hurtaban el cuerpo. En Santa Marta, recibió clases de piano, y a los 13 años actuó por primera vez en público: de flautín, en la banda militar, puesto sobre una tarima para que pudiese alcanzar los atriles. Después aprendió a manejar otros instrumentos, hasta dar con el clarinete, que se convirtió en su especialidad. A los 18 años fue a pasar unas vacaciones con sus familiares y fue invitado a tocar un pequeño concierto de clarinete por falta del ejecutante. En la banda enfilaban algunos de los burlones de su pueblo, quienes le felicitaron y solicitaron instrumentaciones. A los 22 conducía en Cartagena la orquesta "A, Número 1", y en ocasiones la banda departamental, cuando le cedía la batuta el director Dittmer para que dirigiese sus propias obras. Con su orquesta hizo las primeras grabaciones en la Emisora Fuentes (1940). Las respectivas matrices eran enviadas a Buenos Aires, para que las copiaran (1.000 copias cada uno de los seis títulos escogidos: todas se agotaron). Desde entonces ha compuesto y grabado muchas piezas más. El dice que 700 y 300, respectivamente. Pero confiesa que no le producen más de 500 dólares anuales, por la mala reglamentación de los derechos del autor en Colombia.

EN FUNCION CRITICA
La mayoría de las composiciones de Lucho tienen origen de oportunidad. Prende la vela es una descripción de los cantos rituales de los negros de Palenque y Maríalabaja, pueblos de Bolívar, y de las cumbias que se bailan en las playas de Marbella (Cartagena). Entre las más famosas está el sonsonete Caprichito, cuyo inspirador fue Alex Tobar, al decirle que compusiese algo "de sabor costeño y cubano, una verdadera amalgama digna de interpretación internacional". Tobar es, en concepto de Lucho, "el más grande músico que tiene el país, por cuanto abarca todos los géneros y domina la técnica de 10 instrumentos, además de tres idiomas... Ha sido para mí, más que un amigo, un verdadero padre que siempre me asesoró en mis luchas artísticas en Bogotá... ".

EN BUENA COMPAÑIA
Lucho ha formado una buena orquesta. Su puntal más conocido: la cantante Matilde Díaz, una morena tolimense de 24 años. Se conocieron en una emisora bogotana en 1944. Ella había sido discípula de Emilio Murillo y cantaba bambucos. Lucho la enseñó a cantar porros y le acompaña desde entonces. (Incluso en la gira que Lucho hizo a Bolivia, Chile y Perú). Cuando suenan las notas del bolero Fantasía Tropical, que él compuso hace cerca de tres años, la gente sabe que Matilde va a aparecer. Es su tema de entrada. El contrabajista es Luis Uribe, ya citado. El que toca, según se le demande, la flauta, el saxofón y el clarinete, pero muchos le llaman el "primer saxofonista de Colombia", es Gabriel Uribe. El pianista, Gerardo Sansón. El baterista, maraquero y cantante, Luis Díaz. El trompetista, Jorge (el 'Pote') Rodríguez Mideros. Completa la orquesta Manuel Gómez (Drums y cantante). Están contentos con su director y admiran su capacidad de trabajo. "Lucho es tan consagrado que hace tres arreglos diarios y muchas veces tenemos que levantarlo de su asiento". Una opinión de Matilde (que inspiró su porro La Negra Matilde): "Es mi compositor predilecto... El Caprichito, un bolero suyo, me encanta porque con él me dio popularidad"

RESISTENCIA DEL TIPLE
La competencia entre la música costeña y la del interior se pone de relieve en una ciudad típica de esta última región, como Neiva. Allí solo se oían hasta hace unos años, bambucos y pasillos.
Después vino la invasión de porros. Hoy solo se escuchan Momposina, La Múcura y La Araña Peluda... Pero por lo menos una vez, en cada fiesta, se oye el bambuco El Sanjuanero, de Anselmo Durán. Contribuye a que el bambuco no se haya olvidado en el Huila el hecho de que un 90 por ciento de los huilenses saben tocar tiple. Consultado el corresponsal de SEMANA en Neiva, Hermógenes Liévano, dijo: "No hay una casa en el Huila, por modesta que sea, que no tenga un gancho, en sitio destacado, para colgar el tiple, que en las fiestas de San Juan y el San Pedro (en junio), es el inseparable compañero de todo parrandista". Mientras el tiple esté colgado y haya un campesino que quiera bajarlo, y sepa sacarle notas, la victoria del porro no será completa.

TRIUNFO DEL FOLCLOR
De todas maneras, lo evidente es que el folclor musical colombiano puede considerarse triunfante y sin que haya comenzado el proceso de selección, condición ineludible, apunta ya la posibilidad de que los aires característicos de las diferentes regiones colombianas se logre en un futuro no muy lejano crear algo como una sìntesis musical, comprensible lo mismo para el habitante de las costas que al interior, es decir, que se obtenga cierta unidad artística. Algunos de los viejos compositores del interior (Luis A. Calvo, entre ellos) comprendieron que la "nacionalización" de determinados aires, era imprescindible para la aceptación de la música colombiana universalmente.