MEDIO AMBIENTE
Una pareja recorrió el río Bogotá, pidiendo un vaso de agua en varios tramos: ¿qué encontraron?
El 12 de mayo, el río Bogotá celebró su día bajo la indiferencia de la mayoría de los habitantes de su cuenca. Una pareja de bogotanos lo recorrió pidiendo un vaso de agua de río. Las fotografías impactan por el color que el líquido vital adquiere apenas 11 kilómetros después de su nacimiento.
“Un vaso con agua no se le niega a nadie”. Principio, casi que mandamiento, de la humanidad desde su génesis, transmitido por abuelos y padres de todas las generaciones y civilizaciones; es, por antonomasia, el mínimo gesto que representa el valor de la solidaridad entre seres humanos.
En Colombia, por lo menos diez millones de personas deben abstenerse de tenerlo, porque de ofrecer el elemento básico de la vida podrían provocar la muerte: hombres y mujeres, de todas las edades y condiciones sociales, que habitan los 47 municipios por donde fluyen los 380 kilómetros de agua del río Bogotá.
Luisa Barrero (Bogotá, 28 años), ingeniera ambiental, candidata a magíster en Gestión Integrada del Recurso Hídrico, y Camilo Sánchez (Bogotá, 33 años), publicista, magíster en Comunicación Social y fotógrafo independiente, lo comprobaron, luego de recorrer el río desde su nacimiento en el páramo Guacheneque, en Villapinzón, Cundinamarca.
A Luisa, más que el agua, es la sangre la que la une al río Bogotá, pues en ese municipio que traza la frontera con Boyacá nació Epifanio Barrero, su padre, quien le inculcó el amor por esta fuente hídrica. A Camilo lo sedujo la “gota de ironía y transparencia” que, en sus palabras, suponía el símbolo del vaso con agua, extraído de una corriente a la que el país le ha dado la espalda por sucio y contaminado.
Tendencias
Una madrugada, con el equipaje justo y una cámara fotográfica, empezaron el recorrido. ‘Vasito de río’, bautizaron a la expedición. Tres etapas, todas en motocicleta. Desde su nacimiento, en Villapinzón, hasta el Puente del Común, en Chía; de allí, al salto del Tequendama, y de Soacha hasta su desembocadura en el río Magdalena, en Girardot.
Doce estaciones. Los 12 lugares previamente señalados para pedir la mínima cantidad de lo que podría ser un simple sorbo para calmar la sed.
“Un parámetro físico a la vista de todos, el color del agua, es un simple indicador de lo contaminado que está el río. Se ve en las fotografías: el color va cambiando desde el comienzo del recorrido”, dijo Luisa a SEMANA, que en su tesis de grado estimó la contaminación difusa en el río por agroquímicos y pesticidas.
“El vaso con agua representa el puente entre los seres humanos. Pero, ¿qué pasa cuando el mínimo gesto que esperamos de alguien no tiene la mejor calidad, está en malas condiciones?”, fue la reflexión que Camilo hizo a SEMANA, tras comprobar el resultado de las 12 fotografías, expuestas a finales de 2021 en el parque del río de Villapinzón, días después de su inauguración.
“Una experiencia inolvidable. Llegar a cada sitio, esperar a que alguien pasara y pedir apoyo, recibir un ‘no’ o una sonrisa, buscar ayuda. Fue una oportunidad para conectar con la gente. No solo fue un dibujo del paisaje ecológico del río, también de su paisaje social”, agrega.
Tras la última foto, en Girardot, en la noche de regreso a Bogotá, la llanta trasera de la motocicleta se pinchó, en un paraje desolado y sin iluminación, instantes antes de que el agua clara de un aguacero los lavara de pies a cabeza. “El agua estuvo presente en todo el recorrido, quiso acompañarnos hasta en el regreso”, recuerda Luisa.
Hoy, ambos viven en Alemania, pero planean regresar. Luisa cursa una maestría en Gestión Integrada del Agua en Zonas de Escasez; Camilo ha hecho fotos del río Rin, en Colonia, uno de los más contaminados en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, y espejo mundial tras haber recuperado sus ecosistemas y volver a ser navegable.
“Es el sueño que tenemos. Ver el río Rin es una motivación para llevar los conocimientos a nuestro río Bogotá y a nuestra Colombia”, confiesa Luisa. De momento, las 12 fotografías de la exposición ‘Vasito de río’ son su aporte para “mojar” a los indiferentes con las aguas del río Bogotá y despertar su conciencia. De momento, recomiendan no recibir “ni un vaso con agua”.
El siguiente es parte de su testimonio:
Nacimiento (Foto 1)
“El de Guacheneque es uno de los páramos emblemáticos de nuestro país, a 3.300 metros sobre el nivel del mar. Se puede apreciar lo degradado que está debido a la deforestación. En esa fuente de agua, con la forma del mapa de Colombia, está la pureza, que representa el vaso transparente. Si los bogotanos y bogotanas conocieran ese lugar, seguro tomarían conciencia de un recurso que nace puro y que lleva esperando muchos años que nos comportemos a su altura”: Luisa Barrero.
Salida de Villapinzón (Foto 2)
“Desde el primer municipio, se puede ver el agua totalmente negra. Indica la contaminación ocasionada en su paso por el pueblo. Se debe a vertimientos domésticos y vertimientos por curtiembres. Podemos identificar algunos contaminantes nocivos para la vida del río”: Luisa Barrero.
Suesca (Foto 3)
“Encontramos a mucha gente. La persona que nos brindó el ‘vasito de río’ estaba haciendo turismo, actividad que caracteriza este lugar. Fue una muestra de la demografía y las características de cada municipio que íbamos recorriendo a través del río”: Camilo Sánchez.
Gachancipá (Foto 4)
“También lo consideramos un punto emblemático, a poco más de 50 kilómetros al norte de Bogotá. Se puede ver el contraste de un aviso, un mensaje escrito sobre una lata deteriorada, que invita a cuidar el río, promoviendo no arrojar basura. El aviso está abandonado, el río también. Después de mucho tiempo de espera, un niño que iba caminando apareció y nos ofreció el ‘vasito de río’”: Camilo Sánchez.
Soacha (Foto 5)
“Al fondo, las aguas están cargadas de espuma, agentes contaminantes tóxicos y residuos. El río adquiere otro color, otra forma. La espuma es evidencia de detergentes y metales pesados. Una familia vive en la ladera, una vivienda humilde expuesta a esa contaminación. La mujer que nos ofrece el vaso con agua debe hacerlo con un guante”: Camilo Sánchez.
Salto del Tequendama (Foto 6)
“A la carga contaminante que arrastra el río, se le suma una carga poética. De alguna forma trata de vengarse, se eleva varios metros por los aires y entra en los pulmones de quienes van a verlo. Es de los pocos lugares que el río ofrece para contemplarlo, ignorando que sus aguas son las mismas, que unos pocos kilómetros atrás, está completamente contaminado. El agua que llega es bastante sucia, y el río salta sobre nosotros en pequeñas gotas que ocupan el lente de la cámara”: Camilo Sánchez.
Desembocadura (Foto 7)
“Las aguas negras se funden con las más amarillas del río Magdalena. Que se conecte con el río más largo del país también tiene una carga simbólica. Un pescador, sobre las aguas del río Bogotá, nos muestra su relación directa y dependencia con él. Literalmente, vive del río. Está conectado a los millones de personas que vivimos alrededor del río, su trabajo depende de lo que viene en su caudal. Girardot es un lugar turístico, incluso la gente consume los peces de la zona”: Camilo Sánchez.