Perfil

Una vida trágica

Humberto Muñoz, el rey de la navegación en Colombia, ha perdido cuatro hijos en forma violenta. El último golpe fue la bomba de El Nogal.

23 de febrero de 2003

Aristoteles Onassis pasó a la historia por haber construido la fortuna naviera más grande del mundo y tenido una vida marcada por las tragedias familiares.

Esto mismo le ha sucedido, pero en dimensión colombiana, a Humberto Muñoz Ruiz. A pesar de su bajo perfil, este elegante y discreto paisa de 88 años fue el pionero de la industria fluvial en el país y hoy sigue siendo de lejos el más grande naviero colombiano. Su vida entera la dedicó a la conquista del Magdalena, empezando sin un centavo cuando en 1949 creó su naviera Transmuñoz. Su golpe maestro lo dio menos de una década más tarde cuando logró comprar la Naviera Colombiana, la compañía fluvial más grande del país, quitándole a la oligarquía antioqueña una de sus más preciadas joyas. Desde entonces se convirtió en 'el rey del río'.

Pero además de los barcos, Onassis y Muñoz tienen en común el sino trágico de sus vidas. Este último ha sufrido una experiencia que a pocos colombianos les ha tocado vivir, incluso en un país tan violento: la muerte trágica de cuatro hijos, la última de los cuales, Catalina, pereció hace sólo unos días en el atentado a El Nogal.

Está demostrado que no existe dolor comparable al que produce la pérdida de un hijo. Tanto es así que la película Rescatando al soldado Ryan está basada en la historia del intento de salvarle un hijo a una madre que ya había perdido tres en la guerra. Otro caso de pérdida de hijos que se ha convertido en leyenda es el de la familia Kennedy. Los patriarcas del clan, Joseph y Rose, perdieron cuatro en forma violenta: Joseph, mientras servía como soldado en la Segunda Guerra Mundial; Kathleen, en un accidente de avioneta; John, el presidente asesinado y Robert, el candidato, también asesinado. Esta tragedia, que se convirtió en uno de los más importantes episodios de la historia moderna, encuentra su versión colombiana en la historia de Humberto Muñoz y su familia.

Humberto tuvo siete hijos: seis de su primer matrimonio con Catalina Toffoli -Pedro José, Javier, Luis Fernando, Magda, Catalina y Mónica- y Mauricio, el menor, fruto de su unión con Anita Dávila Diazgranados, una de las mujeres más bellas de la sociedad barranquillera. Su vida era perfecta: una familia unida, una empresa boyante y un nombre que lo había hecho merecedor de los más altos honores, como ser tesorero del Partido Liberal y embajador en Moscú.

Pero la tragedia se ensañó con los Muñoz desde hace 20 años, cuando murió Luis Fernando, el tercer hijo. Tenía 31 años, estaba recién casado y acababa de ser padre. Había estudiado administración de empresas en Estados Unidos y su padre lo había entrenado durante siete años para ser su sucesor al frente de la empresa familiar. Pero aparte de la naviera tenía un sueño propio: poner a marchar una finca en el valle del río Magdalena. En esas estaba cuando la muerte lo sorprendió. Era tan obstinado que a pesar de su inexperiencia insistió en manejar un tractor, pero perdió el control del vehículo y éste se volcó encima de él. Humberto, quien se encontraba en Viena, recibió una llamada de su secretaria contándole que Luis Fernando había sufrido un accidente. No necesitó detalles para saber que había perdido a su heredero.

Sólo un año después la familia volvió a vivir la misma tragedia. Pedro José, de 35 años, era piloto y murió también muy cerca del Magdalena mientras probaba una avioneta que pensaba comprar para empezar una empresa de fumigación aérea. Igualmente dejó una esposa y un hijo.

Cuando una persona ha perdido dos hijos seguramente piensa que nada peor le puede pasar. Pero a Humberto la vida se encargó de demostrarle lo contrario cuando la muerte le arrebató a su hijo menor que tenía 23 años y estaba terminando sus estudios de administración de empresas en la Universidad de la Sabana. Mauricio había llegado a alegrar la vida de su padre cuando éste pasaba de los 50 años. A pesar de la diferencia generacional, padre e hijo eran verdaderos cómplices. "Era el hijo que siempre quise tener. Con él hablábamos de todo y yo vivía enterado de cómo pensaba la juventud". Mauricio se accidentó cuando viajaba con un amigo en moto por la carretera de La Dorada. La muerte de su compañero fue instantánea pero a él alcanzó a auxiliarlo la Policía. Como estaba consciente dio los números telefónicos de su novia y de su hermana Catalina para no preocupar a sus padres. Cuando Anita y Humberto se enteraron, su hijo iba camino a Bogotá en una ambulancia, pues por la gravedad de su condición no podía ser atendido en el hospital local y sería llevado a la Fundación Santa Fe. Sus padres, que lo esperaban en la entrada de la sala de urgencias, vieron llegar la ambulancia, pero cuando se abrieron las puertas tuvieron que afrontar la triste realidad: Mauricio había muerto media hora antes de llegar. "Con su muerte me derrumbé", recuerda Humberto.

El golpe más reciente se lo dio el terrorismo el 7 de febrero. Cuando Humberto se enteró de lo sucedido en El Nogal inmediatamente pensó en su hija Catalina, quien solía ir al gimnasio del club al igual que él. De hecho él había estado ahí el día de la bomba hasta las 4 de la tarde. Pero se tranquilizó al recordar que hacía tres meses su hija no iba al lugar. Sin embargo las horas empezaron a pasar y ella no aparecía, ni siquiera en las listas de heridos y muertos que salían en los noticieros. Catalina era una de las tantas personas desaparecidas de esa noche. Pero al día siguiente, después de buscarla en los diferentes hospitales y clínicas, se enteraron de que era una de las víctimas mortales del atentado. Estaba cenando con su esposo en el sexto piso cuando la bomba explotó. El sobrevivió pero ella murió instantáneamente. Catalina dejó dos hijos.

Después de vivir tantas tragedias muchos se preguntan cómo Humberto Muñoz ha logrado seguir en pie. "Después de tantas tristezas, las lágrimas se me secaron. Ya tengo callo en el corazón".