JUDICIAL
La confesión del capo que casi sale de prisión
SEMANA revela los videos en los que uno de los narcos más peligrosos que han existido en Medellín habla de sus crímenes y su vida en la mafia. Tras pocos años en prisión, increíblemente la semana pasada un tribunal ordenó su libertad.
Los trabajos para capturar a Freyner Alfonso Ramírez tomaron más de 5 años de investigaciones y seguimientos. En el momento de su arresto, participaron más de 50 uniformados armados hasta los dientes y media docena de helicópteros artillados. Semejante despliegue indica la importancia de este hombre que en el mundo de la mafia lo conocían con el alias de Carlos Pesebre.
Las autoridades lo capturaron en marzo de 2013. El gobierno nacional y las agencias antidrogas estadounidenses consideraron la operación uno de los golpes más importantes en la historia reciente de la mafia. Por encima de esto, en Medellín y áreas aledañas, la ciudadanía y las autoridades locales celebraron la noticia. No era para menos.
Pesebre era uno de los integrantes más importantes y antiguos de la temida Oficina de Envigado. Con más de 20 años en el crimen organizado, escaló a sangre y fuego esa estructura sicarial, mafiosa y de extorsión hasta llegar a la cúpula que por años sembró el terror en la capital paisa y sus alrededores. Lo condenaron 2 veces, una a 9 años por concierto para delinquir, y otra a 36 por homicidio. Con semejante pena muchos pensaron que difícilmente volverían a ver en las calles a uno de los hombres más buscados y peligrosos del país. Pero su tranquilidad duró poco.
La semana pasada, cuando apenas superaba los cuatro años tras las rejas, un magistrado del Tribunal Superior de Medellín revocó la condena de Pesebre y lo dejó a las puertas de la libertad, en una decisión polémica. La noticia cayó como un balde de agua helada y llenó de miedo y zozobra a la población. Un temor comprensible.
Cuando Pesebre estaba en las calles, se presentaron los más altos índices de delincuencia en todo el Valle de Aburrá. Tenía a sus órdenes un ejército de centenares de sicarios, vendedores de droga, secuestradores y extorsionistas. “Es preocupante, es una puerta giratoria, entran y salen, es volver a tener a estos grandes criminales en la calle. Le pido al fiscal general analizar este caso, porque es un retroceso drástico”, dijo la semana pasada a los medios el alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, visiblemente inquieto.
No es fácil entender la determinación del magistrado. Especialmente porque las actividades y poder ilegal de Pesebre, como en su momento los de Escobar o Don Berna, eran ampliamente reconocidas. SEMANA obtuvo un video en el que el propio capo relata con lujo de detalles más de dos décadas en el crimen.
“Nosotros sí somos bandidos. Desde Don Berna (jefe de la Oficina de Envigado extraditado en 2008), eso no ha cambiado nada. Nosotros (los jefes de la organización) no nos hemos agarrado porque ninguno ha tocado los intereses del otro. Cada quien tiene su parte (de la ciudad), por así decirlo. Si en la parte del Pichi yo necesitaba un favor, le decía: gordo, yo necesito un favorcito, entonces ya iban los muchachitos y hacían el favor. Por eso hemos durado los años que hemos durado. Yo llevo 22 años viviendo de este negocio”, afirma Pesebre en su relato.
“Nosotros somos como un estado mayor en este momento, porque el jefe de nosotros está en la cárcel. (...). De los capos con poder quedan Tom, quedan los de Pichi, quedan los míos. Le digo que al final vamos a terminar como los de la mafia italiana manejando todo desde la cárcel, porque todos los viejos vamos para la cárcel”, dijo el capo al momento de ser detenido.
No menos aterrador resulta escuchar al narco contar cómo era el ejército de sicarios bajo su mando y la forma cómo realizaban extorsiones y negocios de narcotráfico “La estructura de nosotros funciona así: por allí tenemos 500 muchachos, más o menos, solo de lo mío. (...) En la ciudad pueden ser más de 1.000 combos. (…) En mi zona no me gusta que cobren a las casas, solamente con los de los buses y con el microtráfico (...) yo no toco plata de los barrios, (sino) de los cobros del narcotráfico. No todos los cobros se hacen y no todo el mundo tiene que pagar. Uno selecciona la persona, si tiene plata y es conocida, uno va y le cobra y si no es conocida y de pronto no quiere pagar, ya toca utilizar… pa’que venga y le pague” afirmó con un gesto explícito acerca del trágico destino que les esperaba a sus víctimas si no cancelaban las vacunas.
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“El manejo mío son 34 barrios diferentes, ¿cierto? Cada quien colinda con otros y respetan. En la zona en donde hay frontera invisible es porque hay conflicto entre los Urabeños y nosotros, pero en general en la ciudad, todo el mundo anda por donde quiere”, dijo.
En uno de los apartes más reveladores dio a conocer datos sobre el manejo y los ingresos de su organización mafiosa. “El sueldo de un muchacho oscila entre 500.000 y un millón, según el nivel que ocupa. Un coordinador puede ganar 2 millones, 3 millones. A uno le quedan por allá 15 millones, pero eso no es como la gente piensa. A veces entran 15 millones, a veces 1.000 millones…”, relató con un tono calmado, antes de contar con la mayor naturalidad que en su momento salían cerca de 7.000 kilos semanales de droga del Urabá en lanchas con rumbo a Panamá.
En otro segmento, el capo explica que la cultura de la droga se apoderó de la ciudad de Medellín. “Todo el mundo quiere ser como el que estaba arriba. Usted sabe que esa ideología en Medellín la sembró Pablo (Escobar) y eso no ha acabado. Usted no imagina la cantidad de gente que pasa por de alta sociedad y manda sus vueltas por sus barcos”.
Entre las muchas revelaciones del capo, también están las cumbres con otros jefes de la mafia, las vendettas, los millones que mueven en drogas y extorsiones. Y el amplio brazo criminal a su servicio (ver videos en Semana.com). Este es el capo al que la Justicia regresó a la calle. Algo que con razón amerita una investigación y tiene seriamente indignada a la sociedad que lo padeció y a las autoridades que por años lo persiguieron.