milagro
Unos héroes: los cuatro niños indígenas se habían subido a la avioneta para huir de la guerra en el sur del país; esta es la vida de cada uno de ellos
Llevados de la mano de su hermana mayor, que solo tiene 13 años, estos niños indígenas, víctimas del desplazamiento forzado, lograron un milagro que cada vez era más remoto.
Lesly, Soleiny, Tien y Cristin no solamente son los menores sobrevivientes de un accidente aéreo, son unos guerreros de la vida que se estaban escapando de la incesante violencia del país. La guerra los obligó a dejar su tierra y, en condición de desplazados, ese camino casi los lleva a la muerte.
Encontrar a los cuatro desaparecidos en las selvas era una tarea imposible. Por eso mismo, la misión militar se denominó “esperanza” debido a la remota posibilidad de lograr su objetivo. Este anhelo parecía esfumarse con el pasar de cada uno de los 40 días que duró la búsqueda.
Los cuatro menores de edad y su mamá, Magdalena Mucutuy Valencia (fallecida en el accidente), forman parte de la comunidad indígena muinane, de Puerto Sábalo, población escondida en el sur del país en medio de la manigua, entre los departamentos de Amazonas y Caquetá, por donde cruza el río Cahuinarí y a donde solo se puede llegar por los serpenteados ríos o por aire.
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Su supervivencia es originaria de la caza, la pesca y la recolección de alimentos en la selva, tradiciones que les enseñan desde tempranas edades, muy bien emprendidas por los niños Mucutuy, quienes lograron sobrevivir en la espesa selva bajo condiciones que nadie hubiera soportado tanto tiempo.
¿Qué hacían los Mucutuy a bordo de una avioneta si su entorno natural es la selva? Manuel Ronoque, papá de los niños y gobernador de la comunidad de Puerto Sábalo, Los Monos, del pueblo uitoto, indicó que tuvo que abandonar su comunidad y huir a raíz de unas amenazas contra su vida y la de su familia por parte de grupos ilegales. Un mes antes del accidente, Ronoque se fue con la promesa de volverse a unir con sus seres amados. Pasando trabajos logró su propósito, un sitio temporal para establecerse con su familia y, por eso, les pidió que subieran, el pasado primero de mayo, a la avioneta que luego se accidentó. Vendría la tragedia y el milagro.
Aunque la preocupación estaba centrada en todos los niños, había especial atención en la bebé de 11 meses, pues los pronósticos eran absolutamente desalentadores, las condiciones de la zona eran complicadas, todos los días había fuertes lluvias y tormentas eléctricas que hacían que el clima fuera desfavorable para los menores y para quienes los estaban buscando.
Lesly, la mayor de los hermanos Mucutuy, quien había aprendido muy bien de sus padres, abuelos y tíos los secretos de la selva, o como ellos la llaman “la madre tierra”, sabía que pese a que el terreno era agreste y peligroso, también les daba las herramientas para sobrevivir.
Guió a sus hermanos por la zona, les decía dónde caminar y dónde no, cuáles frutas podían comer y cuáles representaban peligro. Sabía de cuáles fuentes de agua beber, fue quien lideró, por llamarlo de algún modo, el operativo de supervivencia.
Los niños indígenas no esperaron mucho, sabían que tenían que abandonar el sitio del accidente porque allí era difícil sobrevivir y emprendieron camino sin conocer la zona. En medio de su recorrido comenzaron a dejar pequeñas pistas, como en el cuento de Hansel y Gretel, que les fueron fundamentales a los comandos de las operaciones especiales.
Los uniformados ubicaron primero la zona del accidente, la avioneta completamente destrozada y cuerpos sin vida de tres adultos; el presagio era el peor. Sin embargo, los rescatistas se sorprendieron porque no había rastros de los menores. Comenzaron a peinar la zona, y nada de los niños, lo que los puso a dudar sobre su fallecimiento en el siniestro aéreo.
Los militares comenzaron a reportar que había probabilidades de encontrarlos con vida. A medida que se iban internando en la selva, paradójicamente, más crecían las esperanzas. Primero vieron un tetero, luego unas tijeras y unas moñas, después un pañal.
La decisión entonces del Comando de Operaciones Especiales de las Fuerzas Militares fue insertar decenas de hombres expertos en operaciones de alto impacto para que buscaran a los niños.En diálogo en exclusiva con SEMANA, el general Pedro Sánchez, comandante de las Fuerzas Especiales, explicó que fueron más de 150 los hombres que participaron en la Operación Esperanza, como se denominó al trabajo especial que estaban haciendo en la selva.
“Fue un milagro haber encontrado a los cuatro menores de edad. Nosotros cuando analizamos pudimos encontrar que la zona era una telaraña, y nuestros comandos especiales estuvieron durante 35 días y marcaron 2.656 kilómetros de adversidad”, señaló el oficial. Agregó que los militares hicieron posible lo imposible y dijo sobre los niños que “están conscientes, están débiles, están recibiendo las atenciones de primeros auxilios por parte de los comandos de Fuerzas Especiales y soldados de nuestro Ejército que estuvieron en la zona”.
Cumpleaños en la selva
La fe de los soldados, el papá de los menores que se internó también en la selva y de decenas de indígenas que ayudaron en la operación militar era tan alta que, con megáfonos y a grito entero, quienes participaban de la búsqueda le cantaron el pasado 26 de mayo el cumpleaños del primer año de nacida a la bebé Cristin Ronoque Mucutuy.
“Desde el Comando de las Fuerzas Militares invitamos a todo el país para que celebremos su cumpleaños con una oración por ella y sus hermanitos, con la esperanza de que pronto puedan reunirse con su familia y para que permanezcan fuertes mientras los hallamos”, indicaron en su momento las Fuerzas Especiales.
Hoy con gran júbilo nacional no solo se puede decir que los menores son un milagro, también son unos guerreros. Gracias a sus conocimientos ancestrales sobrevivieron a los violentos que los desplazaron de sus amadas tierras.