De algunas oficinas se escuchaba el murmullo de la radio que inevitablemente hacia evocar los tiempos dorados de las transmisiones de la vuelta a Colombia: “Señoras y señores, el expresidente Uribe en este momento va rumbo a la Fiscalía General de la Nación. La caravana se abre paso entre el caótico tráfico de esta tibia mañana bogotana. Allí va raudo. Arriba al búnker en medio del agite de los colegas. ¡Extra! ¡Extra! Llegó aunque no se vio porque ingresó por la puerta trasera. Sin embargo, esta emisora está en capacidad de confirmar que va a comparecer. Vamos a la mesa de trabajo para escuchar el análisis de nuestros comentaristas”.
Uribe sonrió al ingresar al ascensor principal de la Fiscalía. A pesar de que el expresidente incumplió la citación el lunes para declarar por sus denuncias de supuesta financiación ilegal de la campaña del presidente Juan Manuel Santos en el 2010 y de haber descalificado al fiscal general y al vicefiscal, muchos de los funcionarios bajo su cargo salieron a recibirlo como una estrella de la farándula. Se volcaron a su lado para tomarse una foto con él, saludarlo o sencillamente sentir la emoción de tocarlo. Él se mostraba agradecido entre tantos espontáneos que corrían como fieles fanáticos.
Llegó al cuarto piso del bloque C. Allí está la oficina del vicefiscal, Jorge Fernando Perdomo, el funcionario encargado de recibir las pruebas de la gravísima denuncia soltada contra el jefe del Estado a escasas dos semanas de las elecciones.
Al despacho de Perdomo entraron el expresidente y ahora senador electo y el también electo senador Ernesto Macías. En el ambiente aún gravitaba la tensión por la inusual petición del día anterior de Uribe: “Antes de suministrar información a la Fiscalía, por las razones anteriores, solicito al señor fiscal (Eduardo Montealegre) que considere declararse impedido, lo mismo que al señor vicefiscal (Jorge Fernando Perdomo) y que se tramiten los respectivos impedimentos" y, en su lugar, ser escuchado por el procurador Alejandro Ordóñez.
Sin embargo, la rigidez se disipó y los tres se saludaron amablemente. Entonces se inició la conversación. Más que una comparecencia judicial, hubo un intercambio de sabiduría literaria. Perdomo y Macías recordaron la etapa de sus estudios en Alemania, mientras Uribe hacía las veces de único espectador de esta charla que terminó en una recomendación de un libro del filósofo y ensayista germano Rüdiger Safranski: Goethe y Schiller, Historia de una amistad.
Cuando se acabó la estética conversación sobre el genial miembro de la Academia alemana de Lengua y Poesía y de la sección alemana del Pen-Club, dieron paso a asuntos más mundanos: el hipotético ingreso del dinero de la mafia a la campaña de Santos del 2010, que en ese momento, paradójicamente, era apoyada por el propio Uribe pues era el hombre que había apoyado con toda la maquinaria de su partido, el Partido de la U.
Entonces el vicefiscal le solicitó al expresidente que rindiera su declaración jurada respecto al conocimiento de la posible infiltración a la campaña Santos de dos millones de dólares provenientes, presuntamente, del narcotráfico. Uribe tajantemente le dijo a Perdomo: “Yo no vengo a la diligencia, vengo a radicar un escrito de recusación ante ustedes”. Con tan breve frase, se daba fin al encuentro poético y se volvía a la pugna que hoy tiene aterrados a los colombianos.
El vicefiscal entonces le solicitó al expresidente que se dejara registro en audio y video sobre su decisión de no declarar nada.
Uribe lo hizo y salió otra vez al abrazo de la multitud. Los seguidores, funcionarios de la misma Fiscalía que él había descalificado, lo aplaudían y le rogaban por una foto.
Por un breve tiempo, de nuevo se volvió a la literatura. Uribe contó que por sus múltiples ocupaciones apenas había leído este año cuatro libros y que uno de ellos, de Mario Vargas Llosa, lo había cautivado.
Mientras el agite continuaba alrededor del exmandatario, en la cúpula de la Fiscalía se empezaba a analizar la recusación. Esta está fundamentada en las recientes declaraciones ofrecidas a los medios de comunicación por el fiscal Eduardo Montealegre. En el documento, se aborda lo dicho por el funcionario sobre el caso de los 12 millones de dólares que habría entregado Javier Antonio Calle Serna, alias ‘Comba’, para buscar un contacto con el presidente Santos e iniciar su sometimiento.
El argumento central que reclama el expresidente es el de falta de garantías en el proceso y la posible vulneración de los investigadores (fiscal y vicefiscal) para recibir la información detallada de su denuncia.
Casi de inmediato, se decidió que la investigación por las denuncias de Uribe queda congelada hasta tanto el fiscal y el vicefiscal resuelvan la recusación en su contra. Igualmente, si Uribe lleva la información a la Procuraduría, no sería trasladada inmediatamente a la Fiscalía hasta que se definan las recusaciones, con lo cual la Procuraduría tendría tiempo para analizar la información.
Otro de los caminos de la Fiscalía es que no se encuentre prueba alguna por las acusaciones del expresidente Uribe, por lo cual el mismo fiscal general podría iniciar de oficio una investigación por falsa denuncia contra el expresidente, al evidenciar temeridad en sus afirmaciones.
Mientras los asesores buscaban fórmulas jurídicas para enfrentar este reto puesto sobre la mesa por Uribe, él se marchaba sonriente. La gente lo seguía, la radio narraba y en el ambiente quedaba el eco de sus palabras: “No tengo garantías”, “No tengo garantías”.