ANÁLISIS
Usar la Comisión de la Verdad para abrir el proceso de paz
Con la inminencia de la firma del acuerdo definitivo de paz, es hora de abrir el proceso de negociación, hasta ahora cerrado.
Con la inminencia de la firma del acuerdo definitivo de paz, es hora de abrir el proceso de negociación, hasta ahora cerrado. Un paso sería poner los principios de consulta pública y participación comunitaria en el proceso de selección de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición.
El gobierno colombiano y las FARC acaban de firmar el acuerdo de cese al fuego bilateral, cimentando el camino para la firma de un acuerdo de paz definitivo. A pesar de que todos los acuerdos preliminares firmados están disponibles al público, los colombianos han tenido muy poca participación en las negociaciones, que se han dado a puerta cerrada. Ahora el proceso se debe abrir o, de lo contrario, el Gobierno arriesga el apoyo del público al acuerdo final y al plebiscito propuesto para aprobarlo.
El Gobierno debe comenzar a responder a las preocupaciones de la población, especialmente sobre cómo debe lograr la justicia y la reconciliación, un tema sobre que existe mucha división entre los colombianos. En lo que sí están de acuerdo es que se necesita verdad. Sin verdad no puede haber justicia ni reconciliación. Las víctimas de abusos a derechos humanos y violaciones del derecho internacional humanitario merecen saber qué les sucedió, quién lo hizo y por qué.
En diciembre, la firma del acuerdo preliminar sobre Víctimas entre el Gobierno y las FARC acordó un Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No repetición. En el centro de este proceso se encuentra la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, Convivencia y No repetición, con un cuerpo no-judicial de 11 comisionados que serán responsables de elucidar los hechos ocurridos en la guerra entre el Gobierno y las FARC. Los comisionados serán nombrados por un Comité de Selección de nueve personas que harán una convocatoria en los niveles nacional e internacional, para después hacer un escrutinio de los candidatos y hacer las selecciones finales.
Es imperativo que se elija correctamente a los comisionados, pero el acuerdo no ofrece detalles específicos sobre cómo funcionará el proceso de selección en la práctica. Hemos escrito un reporte –publicado esta semana– que ofrece ideas para la selección de comisionados en cada etapa del proceso de selección. Nuestro reporte parte de las experiencias de comisiones de verdad en otros países y se construye sobre el legado de la Comisión Nacional de Memoria Histórica.
Para que el proceso de selección sea exitoso, la consulta pública y la participación comunitaria son clave; este proceso no debe ser dominado por las élites. Más bien, debe llegar a todos los territorios de Colombia, especialmente a las áreas que han sufrido más la violencia de la guerra.
Las experiencias de otros países demuestran la importancia de la participación pública en la selección de comisionados para las comisiones de verdad. En Kenia, el comité de selección no consultó la opinión de la población antes de hacer su decisión final. De haberlo hecho, se habría hecho evidente que la selección de Bethuel Kiplagat como presidente de la comisión era inapropiada debido a su alegada complicidad en graves violaciones de derechos humanos. La controversia provocó la renuncia de la vicepresidente de la comisión, Betty Murungi y socavó irrevocablemente la legitimidad del organismo. Así mismo, la falta de consulta pública deterioró de manera similar a la comisión de verdad de la República Democrática del Congo en el 2003.
Por supuesto, una consulta pública genuina lleva tiempo y existe el riesgo de que el público pierda la paciencia si el proceso se demora demasiado. Así, se debe lograr un equilibrio entre el tiempo necesario para consultar y mantener el momentum del proceso de paz. Pero la apertura del proceso es esencial. Empoderará y educará al colombiano común al otorgarle la oportunidad de nominar candidatos para comisionados, o permitirles seguir el proceso de entrevistas, para que se involucren más en la construcción de paz. Al mismo tiempo, conversaciones públicas sobre la elección de candidatos aportará una mayor sensación de pertenencia a la Comisión de la Verdad y, por extensión, al proceso de paz en general.
En Sierra Leona, luego del retraso en el proceso de selección inicial, la publicación de las posiciones de los comisionados educó al público sobre el papel y la importancia de la comisión y las calificaciones necesarias para ser magistrado. En Timor Leste (2002) y Suráfrica (1994), el proceso de entrevistas a comisionados preseleccionados se hizo en audiencias públicas que dieron al público mayor sentido de pertenencia en el proceso.
Un proceso de selección abierto de comisionados también puede ser una plataforma de alto alcance para ampliar la conversación nacional sobre el proceso de paz –un espacio para que la sociedad civil cuestione, debata, critique y establezca el tono de la transición a posconflicto–. Sin lugar a duda, facciones poderosas expresarán su rabia y frustración con el proceso de paz, pero permitir esta protesta es importante. Mientras las rupturas políticas pueden ser desestabilizadoras a corto plazo, la paz en Colombia será ultimadamente más robusta en el largo plazo.
Por supuesto, está el peligro de que tanto el proceso de selección como la Comisión misma se perciban como un instrumento político en lugar de un instrumento de sanación social. Si se percibe que estas son un mecanismo para cumplir la voluntad del presidente, y los comisionados no se perciben independientes del Gobierno, nadie testificará y el proceso terminará en desafección política.
El proceso de esclarecimiento de la verdad es un mecanismo importante para restaurar el balance de la sociedad. Les dará voz a las víctimas, permitirá a los victimarios pedir perdón y dará respuestas a las familias que se han preguntado por años qué les sucedió a sus seres queridos. La Comisión de la verdad de Colombia va a escribir la historia de una guerra que comenzó hace cinco décadas. Escoger las personas indicadas para liderar el proceso de esclarecimiento de verdad va a determinar si será un proceso honesto. Los comisionados sentarán las bases del tipo de paz que los colombianos quieren y el tipo de sociedad en la que quieren vivir. Aquí hay una clara oportunidad para que el presidente Santos, las FARC y la sociedad civil definan un camino de integridad para la nueva Comisión de verdad y para el país. Deben aprovecharla al máximo.
Dr. Christine Cheng y Charlie de Rivaz, Grupo de Investigación para el Conflicto, la Seguridad y el Desarrollo (Conflict, Security and Development Research Group), Departamento de War Studies, King’s College London.