JUDICIAL

La macabra semana que padecieron los vallunos

Tres hombres desmembrados y quemados, otro joven decapitado y encostalado, y una mujer brutalmente violada y golpeada, llenaron de pánico a esa región del país.

18 de noviembre de 2016
| Foto: Cortesía Policía

El Valle del Cauca es de las pocas regiones del país cuyos pobladores han padecido durante años le sevicia criminal de todos los actores generadores de violencia.

Desde los ataques de la guerrilla, pasando los paramilitares, las vendettas mafiosas de los capos del narcotráfico y la puja territorial de las Bacrim, dejaron una profunda cicatriz entre los vallunos que tristemente debieron convivir con la trágica realidad.

Pese a ello no perdieron su capacidad de asombro y sensibilidad ante las atrocidades de los criminales. Así quedó reflejado esta semana que termina cuando diversas voces se manifestaron en contra de algunos brotes de violencia ocurridos en algunas zonas del departamento.

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Tres hombres desmembrados e incinerados, otro que fue decapitado y encostalado y una mujer violada y golpeada hasta dejarla moribunda, hicieron que esta semana fuera una de las más macabras en los últimos meses.

Y esos crímenes espeluznantes suceden justo cuando las autoridades celebran que el Valle logró reducir en un 20 por ciento los homicidios en al menos 37 de los 42 municipios del departamento. Entre enero y octubre de este año hubo 709 asesinatos, mientras que en el mismo periodo de 2015 la cifra fatal fue de 890 casos.

Ciudades intermedias como Palmira, que estuvo rankeada entre las diez más violentas en América Latina, logró reducir en un 37 por ciento sus homicidios, al pasar de 107 casos, a 64. Ni hablar de lo que lograron en Buenaventura, el puerto más importante de Colombia sobre el mar Pacífico, al que la violencia estaba postrando. Allí la reducción de homicidios fue del 26 por ciento.

En ambos casos hubo una intervención exitosa de la Policía y la Fiscalía, quienes se tomaron esas ciudades para perseguir a las bandas, capturar y judicializar a sus integrantes. Martha Janeth Mancera, directora de Fiscalías en el Valle, explicó la fórmula de semejante éxito: trabajo coordinado y apoyo institucional.

Pero por lo sucedido esta semana en Cali, La Victoria y Buga, pareciera que la guerra contra los criminales aún no termina y por el contrario apenas comienza.

De otra manera no se explica que con tanto despliegue de autoridad, el pasado martes 15 de noviembre aparecieran en zona rural de Cali, tres cuerpos desmembrados y quemados.

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El hallazgo que aterró a los caleños, sucedió en el corregimiento El Hormiguero, donde vecinos dieron alerta sobre el macabro crimen. Solo hasta el día siguiente las autoridades lograron identificar a las víctimas y que según las primeras hipótesis que maneja la policía, podría tratarse de una posible retaliación por narcotráfico.

Las víctimas eran dos hermanos que  vivían en Candelaria, Valle y un amigo que residía en Jamundí. Alberto y Javier Arboleda Barreiro de 36 y 31 años de edad; y Jhon Édinson Gómez Martínez, de 28 años.

Los vallunos aún no despertaban del asombro de ese triple homicidio, cuando las autoridades reportaron el jueves 17, otro caso igual de escabroso. Esta vez ocurrió en el municipio de La Victoria, donde encontraron los restos encostalados de un hombre.

Fuentes de la Fiscalía detallaron que en el costal estaba el tronco decapitado, con sus manos atadas. El hallazgo se produjo en el corregimiento de Holguín y la víctima fue identificada como Cristian Camilo García Corrales, un joven de la zona dedicado a oficios varios. En este caso aún no se tejen hipótesis sobre los móviles y autores.

Y la semana cerró con la brutal agresión de la que fue víctima una humilde ama de casa en Buga. Si bien el crimen sucedió el 6 de noviembre, solo esta semana se hizo público.

En ese municipio la señora Dora Lilia Gálvez, de 44 años de edad, fue violada y golpeada salvajemente hasta dejarla moribunda. Sus heridas son tan graves que hoy se debate entre la vida y la muerte en la unidad de cuidados intensivos del hospital de esa ciudad. Incluso, tuvo que ser sometida a un ´coma inducido´.

Si bien todos esos casos de sangre son hechos aislados y no están conectados, reviven una vieja cicatriz que marcó la historia de esa región del país: la sevicia criminal con la que actúan los violentos.