Entrevista
“Veo muy difícil una alianza con Petro”: Juan Manuel Galán
A Juan Manuel Galán pocos lo tienen en el radar presidencial. Sin embargo, sin mucha figuración, hoy es uno de los precandidatos con mejor imagen y con la intención de voto más alta. SEMANA habló con él sobre su proyecto político.
SEMANA: Su nombre no marca nada mal en las encuestas presidenciales. ¿Cuál va a ser su estrategia para llegar al Palacio de Nariño?
JUAN MANUEL GALÁN: Hay muchos colombianos, sobre todo jóvenes, que en algunas circunstancias pueden pronunciarse, pero a la hora de votar no lo hacen porque no encuentran respuestas a sus inquietudes como ciudadanos. Durante los últimos 12 meses, y principalmente desde el comienzo de la pandemia de la covid-19, he tenido la oportunidad, por medio de mis diálogos virtuales diarios, de entrar en contacto con compatriotas de todos los rincones del territorio y muchos desde el exterior, quienes a través de sus experiencias personales y sus aspiraciones de vida han mostrado una Colombia desconocida y, lo peor, ignorada por los grandes centros del poder. A esa nación es necesario darle una respuesta que se salga de los extremos y la polarización política, y permita la consolidación de una verdadera democracia. Por esta razón, estoy dispuesto a contribuir a la construcción de ese país, que finalmente sea para todos. Eso fue lo que en su momento intentó mi padre.
SEMANA: Usted está buscando la personería jurídica para el Nuevo Liberalismo. En términos políticos y jurídicos, ¿en qué va el trámite para revivir ese partido?
J.G.: El Nuevo Liberalismo fue un partido inspirado en las ideas liberales. Lo que buscaba era hacer de Colombia una socialdemocracia de verdad. Un país próspero con igualdad de oportunidades y con un Estado descentralizado, sano y fuerte, especialmente en lo territorial. Por eso, y por oponerse de frente al proyecto político del narcotráfico, fueron exterminados más de 50 militantes del partido, incluyendo a Rodrigo Lara y a mi papá. Ese genocidio no fue perpetrado solo por los narcos. Ahí también participaron paramilitares, políticos y agentes del Estado. Por eso es que estamos dando la batalla jurídica, para darle vida otra vez al partido. La tutela que pusimos ante la Corte Constitucional ya fue seleccionada, y esperamos que tengan en cuenta el contexto histórico para devolvernos la personería jurídica. Yo aspiro a que nos den el mismo tratamiento que se le dio a la Unión Patriótica. Si eso nos funciona, lo que pensamos es hacer un partido con vocación de permanencia, y no solo un vehículo para ganar unas elecciones. Vamos a plantear un proyecto nacional con unas listas al Congreso conformadas por la mejor gente. El Nuevo Liberalismo va a regresar para defender las ideas que, como dijo Alfonso Gómez Méndez, el Partido Liberal abandonó.
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SEMANA: Paradójicamente, usted se fue de ese partido por diferencias con César Gaviria. Él llegó a la Presidencia gracias a usted y a su familia. ¿Se arrepiente de haberlo apoyado?
J.G.: Yo tengo que decir que sí sentí una profunda decepción en la última elección presidencial cuando el Partido Liberal dio un giro de 180 grados en su línea de conducta y en su postura política. El partido terminó apoyando al uribismo, con consecuencias tan graves como las que hoy estamos viendo. Eso me dejó perplejo. César Gaviria llegó a la campaña de mi padre como un enlace con el Partido Liberal. Ellos en su momento tuvieron una relación cercana y lo lógico es que, después de la muerte de mi padre, Gaviria asumiera las banderas de la candidatura. Lastimosamente, en los últimos años el expresidente ha dado unos giros difíciles de entender. Esas ideas del Nuevo Liberalismo ya no se ven por ninguna parte en el Partido Liberal de hoy. Es triste verlo convertido en una colectividad que decidió aliarse con la derecha para mantener unas cuotas de poder.
SEMANA: Volvamos a la política actual. El centro y la izquierda están dedicados a buscar un mecanismo de convergencia, pero hasta ahora no hay humo blanco. ¿Qué tan enredado ve ese proceso?
J.G.: Creo que el único mecanismo viable para eso es la democracia. Es decir, que dentro de ese espectro sea la gente la que decida cuál es la persona que mejor puede interpretar las ideas del centro. Lo más lógico es una consulta popular, y yo creo que no hay que tenerle miedo a medirnos entre todos. Hay que pactar unas reglas del juego elementales en las que estén de acuerdo los distintos precandidatos. Y que gane el mejor. Ahí lo que hay que hacer es respetar los compromisos para que quienes pierdan se dediquen luego a cargarle la maleta al que ganó, independientemente de quién sea. La coalición no puede ser en torno a unas personas y a unas figuras caudillistas, sino a unas ideas. Eso es lo que la hace viable.
SEMANA: El tema de las ideas comunes puede ser lo menos difícil en la coalición. El problema está más en los egos. ¿Usted estaría dispuesto a hacer una coalición con Petro y a apoyarlo en caso de que él sea el ganador?
J.G.: Yo tengo unas discrepancias profundas con la política que ha hecho Petro. Si bien considero que él ha defendido temas importantes, creo que la manera que tiene de hacer política en el fondo se parece mucho a la de la extrema derecha. Eso genera desconfianza y temor en un sector importante de la población. Todavía falta un año largo para las elecciones y, aunque no lo parezca, el tema de los acuerdos programáticos tampoco es nada fácil. Si logramos eso, tendríamos una consulta popular con mucha fuerza para solidificar nuestro proyecto político nacional. Acá no solo podemos pensar en la Presidencia, sino también en el Congreso. Si seguimos eligiendo a unos parlamentarios como los que tenemos hoy, con honrosas excepciones, va a ser muy difícil que el país avance.
SEMANA: No respondió la pregunta concreta de si está dispuesto a aliarse con Petro. ¿Sí o no?
J.G.: Yo no soy quién para descalificar o vetar a nadie. Pero sí le puedo decir que por los métodos, las maneras y la propia personalidad de Gustavo Petro, veo muy difícil hacer una alianza con él. Hay un sector importante de la población que ya está cansado de la polarización y del debate eterno de los extremos de Petro y de Uribe. Los colombianos quieren algo distinto y renovado. Los fanatismos políticos generan temor. Yo a lo que aspiro es a contribuir en la recuperación de la confianza y la esperanza.
SEMANA: Hablando del uribismo, ¿Cómo evalúa al presidente Duque?
J.G.: Veo al Gobierno como mucha preocupación. Duque está transitando por una deriva autoritaria inconveniente. La pandemia ha servido como pretexto para una concentración de poder sin precedentes. Además de eso, el presidente está totalmente desconectado con lo que pasa en los territorios y con los problemas reales del país. Veo funcionarios ausentes. Cosas tan importantes como la política internacional y la seguridad han sido un fracaso absoluto; nuestra política exterior reducida al ridículo papel de buscar interferir en las elecciones de Estados Unidos. Han tratado de politizar a la fuerza pública, y eso también es muy grave. Neutralizaron el Congreso y acabaron con la posibilidad de ese organismo de hacer control político. Este Gobierno es un atropello al Estado de derecho.
SEMANA: El Congreso acaba de hundir la posibilidad de legalizar la marihuana en Colombia. Usted era un soldado de esa causa. ¿Qué opina de lo que pasó?
J.G.: Sigo siendo un soldado de la causa justa de abandonar la fracasada y sangrienta “guerra contra las drogas”. Lo ocurrido en el Congreso demuestra la desconexión entre lo que Gaitán llamó el país político y el país nacional. Tenemos la obligación ética de perseverar en una nueva política de drogas fundamentada en la evidencia. Una política de regulación en el acceso, precio, calidad y seguridad de todas las sustancias por parte del Estado. Una política que acabe con el negocio del narcotráfico, que solo genera muerte y corrupción. Es hora de atreverse.