POSCONFLICTO

La verdad que murió con Ernesto Báez

El exjefe paramilitar Ernesto Báez cumplió su condena de Justicia y Paz y entregó un relató a la Comisión de la Verdad. Pero se llevó a la tumba más de un secreto clave para esclarecer el conflicto.

23 de noviembre de 2019
En los últimos años, el excomandante del Bloque Central Bolívar participó en reuniones públicas con exmiembros de las guerrillas para hablar de guerra y paz. A la derecha, con el senador Pablo Catatumbo.

Después de recuperar su libertad el 26 de octubre de 2016, tras pagar la pena alternativa de ocho años que debía cumplir por acogerse a la ley de Justicia y Paz, el temido exjefe paramilitar Ernesto Báez, que durante años comandó el Bloque Central Bolívar (BCB) y dejó una estela de muerte y sufrimiento en el país, se dedicó a defender el proceso de paz con la antigua guerrilla de las Farc. Participó en un acto público por última vez el viernes pasado, con la Comisión de la Verdad, cuatro días antes fallecer en Medellín de un ataque cardíaco.

De ese encuentro quedó una postal inédita en la historia del país: excombatientes desmovilizados del M-19, el EPL, las Farc, el ELN, el PRT y las AUC juntas en un recinto para hablar del conflicto. “Yo nunca pensé que todas estas organizaciones insurgentes podían reunirse con nosotros después de tantos años de confrontación. Esto prueba que podemos seguir pensando diferente en un escenario de paz”, dijo Báez en el evento. Se refería a los ocho encuentros en los que discutieron sobre las causas de la guerra y las razones que han permitido que esta se siga reciclando.

Según fuentes consultadas por SEMANA, Báez aportó una visión “completa y compleja” de la creación y el desarrollo de las AUC. Esto en parte se debe a que, como pocos excombatientes de esa estructura armada que estaban vivos, conoció de cerca el movimiento de las autodefensas desde la época de Henry Pérez en Puerto Boyacá, antes de que en 1989 el presidente Virgilio Barco las declaró ilegales. Tras pasar unos meses en la cárcel, el excombatiente se convirtió en político al servicio del proyecto paramilitar y en el principal ideólogo de las AUC bajo el mando del clan Castaño.

El temido exjefe paramilitar Ernesto Báez, que durante años comandó el Bloque Central Bolívar (BCB) y dejó una estela de muerte y sufrimiento en el país, se dedicó a defender el proceso de paz con la antigua guerrilla de las Farc.

Durante décadas, Iván Roberto Duque, su nombre legal, se encargó de sembrar en las mentes y en los corazones de sus hombres la semilla contrainsurgente. Usó su conocimiento en derecho para tratar de justificar el asesinato de miles de campesinos, de cientos de dirigentes sindicales y miembros de comunidades indígenas. Además, prácticas como el reclutamiento de menores, el abuso sexual y el desplazamiento forzado.

En su prontuario aparecen por lo menos 2.000 víctimas del conflicto, quienes sufrieron las atrocidades cometidas por su tropa. Pero eso no fue suficiente para que Báez reconociera su responsabilidad. Durante su paso por los estrados judiciales, echó mano de lo que mejor sabía hacer y entregó extensos relatos a los jueces de Justicia y Paz. Sin embargo, nunca encendió el ventilador más allá de lo necesario. Quienes siguieron su proceso cuentan que habló de los que estaban enredados, y los detalles más reveladores que entregó llegaron cuando su expulsión del sistema de justicia transicional parecía casi inminente.

Ad portas de quedar por fuera de Justicia y Paz, Báez entregó nombres hasta convertirse en uno de los testigos fundamentales en más de una docena de procesos abiertos por la parapolítica. “Para Castaño Gil, Narváez era un dios; él le llevaba listas de los enemigos de la democracia”, contó sobre el exsubdirector del DAS, José Miguel Narvaéz. Tenía información de la masacre de La Rochela y de un sinfín de asesinatos como el de dos concejales en Aguadas (Caldas), una asesora del Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio y hasta del gobernador del resguardo indígena Cañamomo, Gabriel Ángel Cartagena.

Báez nunca encendió el ventilador más allá de lo necesario. Quienes siguieron su proceso cuentan que habló de los que estaban enredados, y los detalles más reveladores que entregó llegaron cuando su expulsión del sistema de justicia transicional parecía casi inminente.

La posibilidad de quedar por fuera del sistema lo llevó a asumir responsabilidad de mando por muchos de los crímenes que ejecutó su tropa. Pero le faltó entregar explicaciones a las víctimas, y llenar los vacíos que dejó en su relato sobre el surgimiento y funcionamiento de las AUC. A su paso por Justicia y Paz, se limitó a hablar del BCB por ser la estructura que comandó y en la que se desmovilizó.

A la tumba se llevó los grandes secretos sobre el Bloque Cacique Pipintá que operaba en Caldas y Risaralda. Báez debía tener el conocimiento para explicar por qué más de 150 hombres no se desmovilizaron. También para despejar dudas como la pertenencia a esa estructura criminal de Juan Guillermo Monsalve y Carlos Enrique Vélez, dos de los testigos estrellas en el proceso contra el expresidente Álvaro Uribe en la Corte Suprema de Justicia.