ELECCIONES
¡Qué victoria la de Donald Trump!
Como un llanero solitario, el magnate le ganó a la totalidad del establecimiento en el país. La situación es comparable a la de Álvaro Uribe en el triunfo del No en el plebiscito.
Cuando el No le ganó al Sí en el plebiscito en Colombia, pese a que las encuestas decían lo contrario, el comentario jocoso fue: “Ahora lo único que falta es que Donald Trump gane la presidencia de los Estados Unidos”. Pero en ese momento no era más que un chiste. A casi nadie se le ocurría que eso pudiera suceder pues día de por medio le aparecía a Trump alguna mujer acosada o algún otro escándalo de su pasado. Incluso hubo quienes vaticinaron que el candidato no llegaría al día de las elecciones luego de que varios congresistas de su partido le dieran la espalda. Sin embargo, lo imposible sí sucedió.
Y lo que llama la atención es la dimensión de la victoria. En cierta forma, esta es solo comparable a la del No liderado por Álvaro Uribe. No por la teoría de la desinformación y las supuestas mentiras –porque eso suele suceder en casi todas las campañas- sino porque los dos derrotaron en las urnas a prácticamente todos los poderes establecidos.
Uribe no solo venció al gobierno. También a los partidos de la Unidad Nacional, al cambio de las reglas de juego para la participación de los funcionarios en la campaña, a prácticamente todos los medios de comunicación, al 90 % de los columnistas, la publicidad de la paz, la mayoría del empresariado, la izquierda, la academia y toda la comunidad internacional, incluida la ONU, el gobierno de los Estados Unidos y hasta al propio Papa que indirectamente se refirió al ex presidente diciendo con sorpresa que algunos sectores en Colombia “son partidarios de la guerra”.
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El triunfo de Trump para muchos observadores no solo es comparable sino posiblemente superior. Al igual que en Colombia, nunca antes les había ido tan mal a las encuestas. De nueve que se hicieron en los últimos tres días antes de las elecciones, 8 pronosticaron el triunfo de Hillary y, solo una, la de Los Angeles Times, el de Trump. La explicación, al parecer, sería la misma que hizo la diferencia en el plebiscito: el voto vergonzante. En ambos casos, a los encuestados les parecía incomodo responder lo que no era políticamente correcto: “no estar a favor de la paz” o de “estar a favor de un político con fama de inepto y acosador sexual”. En ambos casos, los electores apenados distorsionaron las encuestas en una cifra superior al 10 por ciento.
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En cuanto a la oposición al establecimiento, Trump superó a Uribe. Si bien este último se enfrentó con su megáfono a la maquinaria oficialista, el Centro Democrático es un partido con representación en el Congreso y amplio respaldo en la opinión pública. El magnate, en cambio, se enfrentó al binomio de las maquinarias de Obama y de la familia Clinton, que individualmente eran las dos más poderosas del país.
Bill y Hillary, con ocho años de presidencia, habían creado una telaraña de poder que le daba una ventaja aparentemente insuperable sobre cualquier rival. Y el poder del gobierno de Estados Unidos, como el de cualquier gobierno del mundo, tiene tentáculos infinitos. A eso se sumó que los Obama estaban jugados por Hillary en una forma como no se había visto antes en los Estados Unidos. No solo el presidente, sino su esposa Michelle hicieron giras maratónicas con mensajes totalmente parcializados a favor de Hillary y en contra de Trump.
Barack Obama fue el primero que hizo el chiste: “Él tiene mucha experiencia internacional, es amigo de Miss Francia, Miss Italia, Miss Tailandia, Miss Puerto Rico, Miss Rusia, etc”. Y su esposa Michelle en tono moralista lo denunció como un peligro para las mujeres de los Estados Unidos y para los hijos. Y no hay que olvidar que Obama está dejando la presidencia con un nivel cercano al 60 por ciento.
Y no solo las dinastías demócratas sino también las Republicanas le dieron la espalda al candidato de su partido. Los tres Bush, los dos ex presidentes (George I y George II) y Jeb, el hijo menor humillado por Trump, hicieron declaraciones públicas el día antes de las elecciones diciendo que no votarían por el magnate. Otras vacas sagradas de esa colectividad como el ex candidato John McCain y Mitt Romney también ya lo habían hecho.
Collin Powell, el ex secretario de Estado y ex comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, se había pronunciado en el mismo sentido, aclarando que tomó esa determinación por considerar a Trump como un peligro para el mundo. Y esa preocupación, el de que era una irresponsabilidad que un ignorante con el temperamento explosivo de Trump pudiera tener el acceso al botón del arsenal nuclear de los Estados Unidos, había sido expresada en una carta firmada por varios ex secretarios de defensa y otros expertos de seguridad de ese país.
En cuanto a medios de comunicación las cifras son las siguientes. De 59 periódicos, 57 editorializaron a favor de Hillary y solo dos a favor de Trump. Uno de estos era nada más y nada menos que el de Ku Klux Klan. La mayoría de los periódicos republicanos, que nunca habían ido en contra de su partido, cambiaron de bando. Y otros como el USA Today, que no habían editorializado en elecciones anteriores, lo hicieron por primera vez. Periódicos serios como The New York Times y TheWashington Post estuvieron abiertamente sesgados en contra del magnate abriendo todos los días en primera página con una noticia negativa sobre él.
Y en televisión, la situación fue muy parecida. Con excepción del canal Fox, que se la jugó abiertamente por Trump, sin creer que tenía muchas posibilidades de ganar, los otros tres canales de televisión (ABC, CBS y NBC) se parcializaron sin pudor. Y lo mismo los canales de cable como MSNBC y CNN.
En cuanto a revistas, Newsweek sacó la caratula con la foto de Hillary Clinton como presidenta elegida en la mañana antes de que comenzara la votación.
La revista New Yorker sacó la de Trump con exclamaciones de “Loser” (perdedor).
Y la revista Time sacó hace dos meses la cara de Trump como la palabra “Melt down” y diez días antes de las elecciones repitió ese concepto pero ya con “Total Meltdown” que palabras más, palabras menos significa colapso total.
Obviamente a nivel internacional el panorama fue peor respecto a las expectativas de casi todos los medios de comunicación del planeta, que nunca pararon de despreciar y ridiculizar a Trump.
En Wall Street sus amenazas contra los Tratados de Libre Comercio crearon pánico. A pesar de que también era partidario de bajarle los impuestos a los ricos, su falta de experiencia en materia económica, hizo que la gran mayoría de los representantes del capitalismo norteamericano se sintieran más seguros con Hillary Clinton, a pesar de que esta era abiertamente más de izquierda que su rival.
Por último vale la pena señalar que se suponía que esta iba a ser una elección definida por el voto latino, la comunidad más ofendida con las barbaridades de Trump. Sus más visibles exponentes, como el periodista de Univisión Jorge Ramos y la ex Miss Universo Alicia Machado, perdieron la neutralidad y se convirtieron en abiertos gladiadores anti Trumpistas.
Y por último está la farándula. En Estados Unidos, esos nombres pesan más que el resto del mundo. Y la mayoría de los famosos hicieron campaña por Hillary. Beyoncé y Jay-Z, Jennifer López, Bon Jovi, Robert de Niro, Elton John, Katy Perry, Lady Gaga, Whoopi Goldberg, Barbra Streisand, entre muchos otros, le dieron su apoyo a la candidata. Hasta Arnold Schwarzenegger, cuyo perfil se podría asimilar al de Trump, consideró que era necesario meterse en esa pelea para detenerlo.
A pesar de que Trump tiene tamaño de Goliat y no de David, nunca en la historia de los Estados Unidos había existido un David con menos gabelas. Como se dijo al inicio de este artículo, la única comparación que salta a la vista es la de Álvaro Uribe con el triunfo del No en el plebiscito. El miedo es que lo sucedido en Estados Unidos con Trump genere un efecto dominó en todo el planeta, que la humanidad deje de votar a favor de algo y comience a votar en contra, en un voto protesta contra todo lo que huela a establecimiento. Ese deseo de patear el tablero, más que de apoyar cualquier gobierno razonable, está atemorizando el mundo.