Algunas vez un oficial de inteligencia que seguía a los miembros del cartel de Medellín, en diálogo con un grupo de periodistas, confesó que no sabía quién podía ser más peligroso, si Pablo Escobar y Rodríguez Gacha o el clan de los Ochoa: “Los primeros son astutos y muy violentos, los Ochoa, en cambio, son inteligentes y sorprenden por sus buenas maneras”.
En efecto, el clan Ochoa conformaba una ala singular en la estructura del Cartel de Medellín que puso contra la pared al Estado durante casi 20 años a punta de bombas indiscriminadas –incluido un avión de Avianca, la sede de El Espectador o concurridos centros comerciales- pues conformaban una familia con las características más especiales de los antioqueños: buenos conversadores, amables en el trato y amantes de los caballos.
Así, por ejemplo, el patriarca del clan, Fabio Ochoa, era el dueño del restaurante la Margarita del 8 en donde le gustaba mostrar sus caballos de fino paso mientras se deleitaba con una buena bandeja paisa. Sus hijos tenían unos hábitos similares aunque simultáneamente acompañaban a Escobar y a José Gonzalo Rodríguez Gacha, El Mexicano, en su sangrienta ofensiva en contra del Estado en el propósito de derribar la extradición de colombianos hacia Estados Unidos.
Juan David Ochoa Vásquez, de 65 años, era el mayor de los hijos del que llamaban Don Fabio. Pero frente a Jorge Luis y Fabio ocupaba un perfil más discreto y “débil”, como lo calificó un informe de la DEA.
Se sometió a la justicia y desde que salió, el 29 de julio de 1996, de la cárcel municipal de Itagüí, donde permanecía tras entregarse el 16 de febrero de 1991 en Turbo, Urabá, acogiéndose a los decretos de rebaja de penas expedidos por el gobierno de Cesar Gaviria, se volvió aún más discreto.
En su vida de narcotraficante, varios juzgados de Medellín profirieron en su contra órdenes de captura. Entre ellas, una el 29 de enero de 1988 y el 1 de octubre de 1989. Ambas por denuncias de varios crímenes.
Asimismo, fue solicitado en extradición por dos tribunales de Florida, Estados Unidos, que lo sindicaron de narcotráfico.
Desde 1977 estuvo involucrado en el transporte y envío de varios cargamentos de cocaína al país norteamericano a través de diferentes rutas. En 1979 fue vinculado por la DEA a una guerra entre bandas de narcotraficantes que se disputaban el mercado de estupefacientes y que dejó una alta suma de víctimas.
En esos días, el entonces ministro de la Defensa, Juan Carlos Esguerra, ministro de Justicia durante el gobierno Santos, pidió una revisión de la política de sometimiento.
Juan David Ochoa obtuvo en total 27 meses y 17 días de reducción de penas por estudio y trabajo en la prisión, y gracias también a la llamada Ley papal que amparó delitos cometidos antes de 1986.
Aficionado a los caballos de paso, en diciembre de 1987 Ochoa solicitó sin éxito ante un tribunal de Miami la devolución de un costoso lote de este tipo de ganado que había sido incautado por la policía antinarcóticos del estado de Florida.
Según un informe de El Espectador en septiembre de 2009, Juan David aparecía junto a Jorge Luis como miembro de la junta directiva de la firma Subagauca, líder en la compra y venta de ganado.
Allí está registrado como alguien perteneciente a “la actividad pecuaria no especializada”, titular de una cuenta de ahorros, poseedor de tres tarjetas de crédito y registros de varios productos financieros.
Como lo recoge el mismo diario, desde el 2001, año de la extradición a Estados Unidos de Fabio, el menor de los Ochoa, quien en la actualidad purga una pena de 30 años de cárcel, los ingresos de Juan David presentaron un crecimiento del 256% entre 2002 y 2003, y del 189% entre 2005 y 2006.
Este jueves a las 5:37 a. m. murió a los 65 años tras sufrir un infarto fulminante, por lo cual sus familiares lo remitieron a la clínica Medellín de El Poblado, al sur de su ciudad natal, donde no pudieron reanimarlo.