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Vidas paralelas
'Jorge Cuarenta', el temible jefe paramilitar del Cesar, fue amigo de juventud de 'Simón Trinidad'. Esta es la increíble historia.
En su juventud Rodrigo Tovar Pupo debió sentir una dosis de envidia por la fama bien ganada de su vecino Juvenal Ovidio Ricardo Palmera. Por aquella época, finales de la década de los 80, su nombre corría de boca en boca pues Diomedes Díaz lo había incluido en su vallenato titulado El mundo.
Es una canción que habla de las injusticias sociales a las que hace frente gente buena como se consideraba en la época al gerente del Banco del Comercio de la ciudad: "...Y por eso a Ricardo Palmera lo queremos tanto, él es el mismo ejemplo", entonaba la voz del Cacique de La Junta acompañada del acordeón de Nicolás Colacho Mendoza.
Ambos vivían en la exclusiva calle Santo Domingo, una de las cuatro de la plaza Alfonso López. Sus respectivas casas eran centro de todas las miradas. La de la familia Palmera tiene el privilegio de estar detrás de la tarima Francisco el Hombre, en donde anualmente se eligen las leyendas del vallenato. Y a 100 metros, en la misma cuadra, la de Tovar Pupo. Es una casa esquinera frente a la iglesia de los Dominicos, el edificio más antiguo de la ciudad levantado en el siglo XVI.
Ambos crecieron en ambientes privilegiados donde sobraba la riqueza. Provenían de aristocráticas familias en las que las buenas costumbres, la decencia y la educación estaban a la orden del día. El único esfuerzo era el de darse la buena vida. Y eso hacían.
Como ya se sabe, Ricardo Palmera, hoy conocido como 'Simón Trinidad' y por ser el hombre más fuerte de las Farc que ha caído en manos de la justicia, nació el 30 de julio de 1950 en el hogar formado por don Ovidio Palmera y la dama santandereana Alix Pineda. Aunque el destino quiso que naciera en Bogotá pronto se trasladaron para Valledupar en donde don Ovidio Palmera era reconocido como el más prestigioso abogado y dirigente liberal de la región. Era un hombre respetado por su don de gentes, su alto nivel intelectual y sus dotes de abogado. Al punto que le decían "la conciencia jurídica del Cesar". En el gobierno de Mariano Ospina Pérez, el ministro de Agricultura Pedro Castro Monsalvo nombró a don Ovidio Palmera secretario general y viceministro y lo recuerdan "como todo un caballero". Durante esa época en Bogotá nació Ricardo. Allí regresó para estudiar secundaria en el Colegio Helvetia de donde salió para la Escuela Naval, Allí cursó un año adelante del ex ministro Juan Manuel Santos. Ricardo Palmera también pasó por la facultad de economía de la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Al concluir su preparación académica regresó a Valledupar. Las crónicas sociales de la época revelan detalles de su matrimonio con la "distinguida jovencita barranquillera Margarita Russo" (con la cual tuvo dos hijos). Luego empezó su periplo como banquero, labor que alternaba con la cátedra de economía de la Universidad Popular del Cesar. La joven pareja escaló laboralmente. El fue nombrado asesor financiero y consultor de la desaparecida Caja Agraria, y luego gerente regional del también extinto Banco del Comercio mientras ella fue designada gerente de Granahorrar.
"En aquella época, Ricardo era nuestro ejemplo", recuerda Hernando Molina, hijo de Consuelo 'la Cacica' Araújo, secuestrada y asesinada por las Farc, y actual gobernador, quien además cuenta que fue amigo íntimo de Tovar Pupo.
Quienes conocieron de cerca a Tovar Pupo y a Ricardo Palmera recuerdan que se les veía muy satisfechos con sus vidas, en especial en los momentos de esparcimiento en el exclusivo Club Valledupar, donde se daban cita las familias de mejor posición social de la ciudad. "Tenían un extraordinario sentido del humor, eran buenos bailarines y contaban con un éxito arrollador entre las mujeres", recuerda un amigo de parranda.
Justo cuando estaba en la flor de su vida, a los 36 años de edad, y su nombre estaba en las canciones de Diomedes Díaz, Ricardo Palmera le dio un giro radical a su vida. Se fue para la Sierra Nevada de Santa Marta y se integró al Bloque Caribe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), y jamás volvió a firmar con su nombre original sino que desde entonces utiliza el de 'Simón Trinidad'. La noche previa a su partida, sus amigos lo vieron con sus dos hijos en una "ciudad de hierro" que había llegado a Valledupar y era la sensación del momento. Ricardo Palmera subió a los niños a las máquinas, les compró globos, helados, se rio con ellos, los llevó a su casa, les dio el beso de las buenas noches y luego se fue para el monte.
Al principio, el hecho no mereció la censura de la sociedad vallenata. No sólo porque se trataba de uno de sus integrantes más queridos, sino porque por aquella época las Farc eran vistas como una organización que resolvía asuntos de justicia de los que el Estado se había ido olvidando. Por ejemplo, el robo de algunas reses, el incumplimiento de algún contratista para hacer alguna vía y hasta peleas de pareja en las que nadie quería meterse.
Además entonces abundaba la riqueza. Los informes de la época dan cuenta de que en el departamento del Cesar se sembraban 300.000 hectáreas de algodón y había 5 millones de cabezas de ganado. "No podíamos comer en paz porque el ganado se metía hasta el comedor y tocaba levantarse a cada rato para espantarlas", recuerda con nostalgia un ganadero de la zona.
Por eso, a Tovar Pupo, una generación menor que la de 'Simón Trinidad', en un principio le importó poco la decisión de Palmera. "¿Quién iba a imaginar que las cosas terminarían así de mal?", se preguntó otro amigo de ambos.
Respeto regional
Por aquella época, Tovar Pupo, un joven despreocupado, no se interesaba por las incertidumbres de la guerra. Nacido el 19 de noviembre de 1960 en Valledupar fue enviado a Bogotá a estudiar al Colegio San Viator y luego a la Escuela Militar de Cadetes. Al igual que Ricardo Palmera, los socios del Club Valledupar lo recuerdan por su buen sentido del humor y su pasión por las mujeres. "Hombe, ahora sí voy hacer lo que quiero. Allí sí hay un jardín de flores para cuidar", le dijo a uno de sus mejores amigos para explicar su decisión de entrar a la universidad. Al igual que Ricardo Palmera, optó por las finanzas. Estudió administración financiera en la Corporación Universitaria Santander.
Era un muchacho que llevaba en las venas una alegría proveniente de varias generaciones atrás. Como Ricardo Palmera, pasó sus ratos de esparcimiento junto al viejo y frondoso árbol de mango de la plaza Alfonso López. Su abuelo, Oscar Pupo Martínez, daba siempre las aperturas del carnaval y la familia narraba que el único lamento era el de su tío Lucho Pupo, que decía: "Hombe, qué será de nosotros cuando se muera Colacho".
El padre de Tovar Pupo también irradiaba respeto en la región. No sólo fue un distinguido oficial del Ejército, director departamental de la Defensa Civil en Cesar, sino que además le inculcó siempre el cumplimiento de las leyes a sus cuatro hijos. "Aunque era un poco severo y férreo en el trato, siempre les dijo a sus hijos que la ley está por encima de todas las cosas", recuerda un familiar de Tovar Pupo.
Y aunque en el árbol genealógico de cada uno brotan diversas ramas que abarcan todos los sectores de la sociedad vallenata, no hay ningún lazo de sangre que los una. "Eso es extraño porque aquí todos son primos de muchos y compadres de todos". Si bien hay muchas fotos donde se ve a un Ricardo Palmera bailando feliz con las hermanas de Tovar Pupo, nunca nadie les conoció una relación que trascendiera la pachanga. Eso sí, sus parientes más cercanos figuran en la exclusiva galería de presidentes del Club Vallenato.
A esta historia corriente de dos jóvenes con vidas paralelas se le metió la guerra del país. En el Cesar explican lo que sucedió como 'las siete plagas'. En primer lugar fue la crisis del algodón para la que Colombia no estaba preparada. En menos de cinco años, el Cesar disminuyó a la mitad sus cultivos. Luego más y más hasta llegar al año pasado, cuando se contabilizaron exiguas 6.000 hectáreas sembradas de las 300.000 que había en los tiempos de prosperidad.
Luego en 1989 se cayó el Muro de Berlín. El impacto se sintió en las selvas de Colombia, pues el considerable aporte económico que enviaba la Unión de República Socialista Soviética (Urss) a las organizaciones guerrilleras del mundo, con las que soñaba imponer el comunismo en el planeta, cesó de un solo tajo.
Algo exotico
A pesar de eso, el martes 8 de mayo de 1990, 'Simón Trinidad' sorprendió a todo el pueblo al oficializar en una entrevista exclusiva con el desaparecido Diario del Caribe su decisión de entrar a las Farc. "Usted habla del sacrificio de madres e hijos en la historia del país. ¿Por qué sometió a su familia a ese sacrificio al entrar a la guerrilla?", le preguntó el periodista. "Porque yo tengo que pensar más allá de mi mujer o de mis hijos. Y no soy yo solo. Somos todos los guerrilleros de este país que pensamos en todos los hermanos, en todos los padres, en todos los hijos que se acuestan sin saber si mañana podrán comer", respondió. "¿Cómo fue que usted, habiendo nacido en el seno de una familia de la oligarquía vallenata, hubiese resultado comandando un frente guerrillero". El periodista recuerda que antes de responder, 'Trinidad' soltó una risotada, y luego de una pausa, pensó, frunció el ceño y respondió: "Bueno... yo tengo ciertamente, ese punto negro de pertenecer a la rancia oligarquía vallenata". El reportaje, que conmocionó a Valledupar iba acompañado de una foto en la que aparece una bella guerrillera, el jefe del Bloque el comandante 'Solís Almeida' y 'Simón Trinidad'. Todos están vestidos de paisano, con botas pantaneras, sin camuflado. Eran los tiempos en que las Farc eran pobres. La entrevista fue en el corregimiento de Estados Unidos, en el municipio de Becerril. No faltaron las bromas. "Ese Palmera, haciendo chistes. Como muchos soñaba con irse para Estados Unidos pero escogió este porque le quedaba más cerca de la ciudad".
"Para nosotros la guerrilla de las Farc era algo exótico", recuerda un habitante de la ciudad. Pronto, sin embargo, se convirtió en una amenaza y luego en su peor pesadilla. Sin el dinero de Moscú, las Farc empezaron a hacer pequeñas retenciones en las que les cobraban a las personas una 'ayuda' para la causa. Luego estas se volvieron secuestros frecuentes y largos cautiverios. Las víctimas caían en las fincas, en los caminos, en las carreteras, y siempre coincidían en ser las personas más prestantes, las mismas que en su momento fueron amigos de Ricardo Palmera, quien sabía sus secretos bancarios. Los que no cedían a la extorsión caían asesinados.
Las Farc, de la mano de 'Trinidad', convirtieron el secuestro en una plaga del Cesar. A mediados de los 90, el promedio anual de secuestrados en el departamento era de 125. Familias enteras tuvieron que acuartelarse en la ciudad y privarse de ir a sus fincas. La familia Tovar Pupo, por ejemplo, dueña de extensas y prósperas fincas del sur de la ciudad, tuvo que despedir a sus jornaleros y dejar las fincas para que se las devorara la maleza. La leyenda popular dice que a la hacienda de la familia, El Sinaí, los animales entraron a las casas, derribaron puertas, se metieron en los comedores y se tomaron las salas y habitaciones. La opulencia que se vivía en esta hacienda se cantó en un vallenato de Rafael Escalona, quien en tiempos de estudiante en el Liceo Celedón dice que él aguantaba hambre mientras allí sobraban los manjares.
En un principio, el joven Tovar Pupo decidió enfrentar las cosas a través de las leyes. Fue la estrella del primer alcalde elegido por voto popular en Valledupar, Rodolfo Campo Soto, quien lo nombró por su honestidad en el cargo de secretario de Hacienda. Sin embargo la fuerza de la guerra había adquirido una dinámica a la que no la paraba nadie. En especial cuando llegaron los narcos y pactaron con las Farc un negocio que los beneficiaba a ambos. Las Farc necesitaban dinero para hacer su revolución. Ellos se lo proporcionarían si les cuidaban sus cultivos de marihuana y luego de amapola que sembrarían en las montañas de la Serranía del Perijá, en donde alcanzaron a cultivar 10.000 hectáreas. Las Farc se hicieron ricas.
La ley del mas fuerte
Tovar Pupo se obsesionó con la guerra y con quitarle a este grupo su inmenso poder. "Decía que quería recuperar la estampa de los años de gloria para su familia", cuenta una persona que lo conoció entonces. Para entonces, en el Cesar reinaba la anarquía. Los ladrones hacían de las suyas, San Juan del Cesar era la capital colombiana de los reducidores de carros, y el ganado robado era pasado en manadas hacia Venezuela a la luz del día.
La ley la imponía el más fuerte. Molina, el actual gobernador, reflexiona sobre lo que le ocurrió al departamento: "Falló el Estado, nos dejó tirados". El recuerda que los grupos de autodefensa en la región se fueron formando casi involuntariamente. "Estábamos atrapados, pero queríamos seguir viviendo. Entonces las familias, para cuidarnos contratamos seguridad privada. Primero un par de escoltas, luego otro y otro, así hasta que nos dimos cuenta que cuando íbamos a las reuniones sociales había más gente armada que invitados".
El hijo de 'La Cacica' dice que él soportó los atentados a su familia, la quema de sus haciendas, el robo de su ganado, pero no pudo vencer las amenazas directas contra su vida. "Entonces tomé el camino del exilio. Rodrigo (Tovar Pupo) me dijo que él sí no se iba a ir de aquí, que lo que había que hacer era dar la pelea".
Un día, a Anni Carolina Vélez, esposa de Tovar Pupo y miembro de la sociedad vallenata, se le perdió la cartera. Un muchacho llamó a decir que él se había encontrado los documentos. El muchacho no apareció nunca. Su familia denunció su desaparición y culpó a Tovar, aunque el caso no prosperó judicialmente. En esas estaba cuando las Farc le secuestraron a dos de sus primas más queridas. Esa fue la gota que rebosó la copa.
Un día fue detenido con dos personas más mientras conducían un vehículo en el que llevaban un cargamento de armas. Los tres fueron detenidos y llevados a Bogotá. Las armas no podrían tener sino dos destinos: o la guerrilla de las Farc o los grupos paramilitares que en ese momento estaban surgiendo para enfrentar a sangre y fuego a los guerrilleros.
Tovar Pupo estuvo recluido unos días en Bogotá, pero regresó para despedirse de su esposa y sus tres hijos, a quienes dejó como lo había hecho años antes 'Simón Trinidad'. Para él, la suerte estaba echada. Su historial ya estaba creciendo y él estaba decidido a no ir a la cárcel. A sus 37 años se fue para las autodefensas y adoptó el nombre de 'Jorge Cuarenta'. En la organización ascendió vertiginosamente y hoy, como cuarto miembro en importancia del estado mayor de las Autodefensas Unidas de Colombia, firma los comunicados junto a Carlos Castaño y Salvatore Mancuso.
En una ofensiva sangrienta, que incluyó varias masacres, las AUC le dieron en menos de cinco años un cambio a la guerra en el departamento del Cesar. "Hoy se respira la paz aquí", dice un hacendado que volvió a su finca. Las cifras le dan en parte la razón: el año pasado se registraron apenas cuatro secuestros. Las carreteras desoladas por el régimen de terror que otrora impusieron las Farc estuvieron congestionadas durante las pasadas festividades. Por las vías del Cesar pasaron 5 millones de carros.
Pero es una paz extraña. La violencia a manos de las AUC es silenciosa, pues los paramilitares visitaron todos los medios de comunicación y les advirtieron a los periodistas que sí podían registrar las muertes que se iban a venir, pero eso sí que no podían darle espacio a las víctimas ni a los familiares que se quejaran. Por eso, en los registros no hay crónicas sino cifras escuetas.
Los paramilitares han intimidado a muchos cesarenses. Según una fuente de la Fiscalía en Bogotá, se ha podido detectar una constante presión sobre los ciudadanos: desde los vendedores de tinto que deben pagar 500 o 1.000 pesos diarios por los servicios de seguridad, pasando por los vendedores de frutas y verduras y los hacendados, hasta los contratistas municipales que deben aportar millonarias sumas. "Tenemos que entregarles una plata a ellos, son sus órdenes", reconoce un contratista. Y así como 'Trinidad' fue el azote de la ciudad, hoy lo es 'Jorge Cuarenta' o 'Papá Tovar', como le dicen.
Tragico final
Un informe del diario El Tiempo, publicado el 10 de agosto de 2003, dice que Tovar Pupo es hoy propietario de laboratorios y sembrados de coca en la Sierra Nevada de Santa Marta y cobra 'impuesto' por embarcaderos, protección y rutas a otros productores, entre ellos el
cartel del Norte del Valle. En el reportaje también se informó que en la devolución de uno de los cargamentos a los narcos -que llevó al relevo del comandante de la Policía en Atlántico, coronel Luis Estupiñán-, "se trataba de tres toneladas de cocaína que fueron decomisadas por policías en límites entre Atlántico y Magdalena, cuyo propietario, según testimonios recopilados por los investigadores, era 'Jorge Cuarenta".
Según fuentes de la I División del Ejército, 'Jorge Cuarenta' es superior en el mando de las AUC de 'Treinta y Nueve' -un mayor retirado del Ejército, David Hernández Rojas-, junto con quien libró una guerra contra Hernán Giraldo Serna y su jefe militar, Jairo 'Pacho' Musso, por el control del manejo del narcotráfico en la Sierra Nevada. En la Unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía tiene un proceso de 1997 por homicidio y conformación de grupos sicariales que está a punto de ser fallado. Además tiene otro proceso por el secuestro y homicidio de siete funcionarios del CTI el 9 de marzo de 2000. Y está acusado por fabricación y tráfico de armas.
Cuando detuvieron a 'Trinidad', muchos habitantes de Valledupar llegaron a sus casas y brindaron con whisky con satisfacción. Eso sí, con discreción, porque en esta ciudad nadie habla en público de la guerra que tanta sangre ha hecho correr. "Es la única manera, o si no, la tragedia también terminaría por arrastrarnos a nosotros", dice un compadre de los abuelos de Tovar y Palmera. Eso fue lo que le sucedió a la familia y amigos de Palmera, hoy muertos o en el exilio. Una hermana de 'Trinidad' fue secuestrada por las autodefensas (y luego dejada en libertad), y don Ovidio, su padre, se murió el año pasado en Paraguay, dicen que de tristeza.
"Yo creo que tanto Ricardo Palmera como, luego, Rodrigo Tovar estaban tan convencidos de poder cambiar el estado de injusticias, que al igual que Simón Bolívar dejaron sus comodidades y se echaron a las batallas", dice Ciro Pupo, alcalde de Valledupar y primo hermano de Rodrigo Tovar.
Lo cierto es que la guerra les cambió drásticamente el estado de ánimo. Antes eran espontáneos, abiertos, cordiales, de buen humor, como la gente típica de Valledupar. Hoy ambos son serios, tajantes y no permiten siquiera que la gente los llame por su nombre. "La otra vez lo vi y lo llamé: compadre Rodrigo, ¿cómo
estás?". "Cuál compadre Yo soy el comandante 'Jorge Cuarenta", le dijo en tono severo a un conocido suyo. En la Fiscalía y ante los miembros del Ejército, el jefe de las Farc no acepta que lo llamen Ricardo Palmera: "Yo soy el comandante 'Simón Trinidad". Y en público, el país lo vio gritando: "¡Vivan las Farc, el ejército del pueblo!"
El gobernador Molina cree que donde Palmera no se hubiera ido para la guerrilla hubiera sido "por lo menos ministro", y de Tovar cree que hubiera sido "presidente de un gremio agricultor". Hoy ambos están en la página de Internet del Ejército como "narcoterroristas". "Yo no hablo de ninguno porque yo a ambos les tengo miedo", dice una matrona del Cesar.
En la ciudad circula un disco grabado por Poncho Zuleta en el que rinde un homenaje a 'Jorge Cuarenta', y alaba sus acciones. Se sabe que 'Jorge Cuarenta' adora como pocos a su ídolo Diomedes Díaz, a pesar de que él todavía no le ha hecho una canción. Lo quiere tanto que, según fuentes del Ministerio de Defensa, fue él quien protegió al cantante en la región de Badillo, en estribaciones de la Sierra Nevada, durante el tiempo que permaneció en la clandestinidad tras la muerte de Doris Adriana Niño.
Pero no todo el mundo celebra su triunfo contra las Farc. Por eso quienes celebraron la captura de 'Simón Trinidad' guardaron media botella de whisky porque la otra media la reservaron para cuando caiga 'Jorge Cuarenta'. Por ahora, su presencia se siente en cada esquina de la ciudad, se dice en voz baja que controla todo, que hoy reina donde reinó 'Trinidad'.