VISITA INTEMPESTIVA

Por equivocación, el ministro de Obras Públicas aterrizó en territorio venezolano y puso en aprietos a las autoridades

2 de abril de 1984

"Creo que estamos sobre el pozo de la "L" o "Caño Limón", podemos bajar a tanquear", le dijo el piloto del helicóptero al ministro de Obras Públicas, Hernán Beltz Peralta. Era el sábado 25 de febrero. Venían de realizar una inspección de la carretera Saravena-Arauca y querían sobrevolar las obras que en las orillas del río Arauca adelantaba el ministerio. Cuando el helicóptero tocó tierra, sus cinco ocupantes --el Ministro y su pequeño hijo, el piloto y dos ingenieros-- no sabían que se iban a convertir en los protagonistas de un episodio con rasgos de delicado affaire diplomático y graciosa anécdota para recordar.
Ante la insistencia del piloto para reabastecerse de combustible, el Ministro no puso ningún reparo cuando aquél le sugirió aterrizar en un campo petrolero supuestamente colombiano. Sin embargo, cuando uno de los ingenieros se bajó del helicóptero a averiguar si podían tanquear, los pasajeros se llevaron un susto mayúsculo: un piquete de soldados apuntando con ametralladoras los obligó a descender. En ese momento se dieron cuenta de que no estaban precisamente en territorio colombiano: los uniformes y el acento de los miembros del "comité de recepción" les hicieron caer en cuenta de que, sin saber a qué horas, habían aterrizado en territorio venezolano y de que cuanto antes era necesario aclarar la equivocación para evitar un nuevo diferendo entre los dos países. Conminados a identificarse, todos procedieron a sacar sus cédulas de ciudadanía, el piloto mostró el plan de vuelo y el Ministro se identificó como tal. Un sargento, "muy firme, pero con mucha cortesía", según palabras del propio Beltz Peralta, le exigió un carnet que acreditara su cargo. "¿Cuál carnet?" preguntó desconcertado el Ministro. "Pues el que le debieron dar el día en que se posesionó", contestó el coronel. "En Colombia no damos carnets, firmamos decretos", respondió Beltz, sin lograr con ello disminuir la incredulidad del interlocutor que procedió a confiscar los documentos de identidad y a comunicarse con un superior a quien escucharon que le decía: "Sí mi coronel.. no mi coronel... son cuatro adultos y un niño. Uno de ellos dice ser el ministro de Obras Públicas de Colombia...".
Entre tanto, los demás soldados requisaban el helicóptero y entre el equipo de emergencia encontraron un machete que, en opinión del Ministro, "no les les gustó ni cinco". Terminada la conversación del sargento con su superior, les informó que había orden de trasladarlos al Comando más cercano, en Guasdualito a hora y media de distancia por carretera. Los montaron en un jeep de la compañía petrolera y detrás los escoltaba una camioneta con varios soldados armados con ametralladoras. Recordando con muy buen humor el episodio, el Ministro le dijo a SEMANA: "Era una excelente carretera, le daba a uno envidia".
Ya en el Comando, les dio la bienvenida un coronel "muy amable" que les informó que había estado tratando infructuosamente de comunicarse con el cónsul de Colombia en Apure, para aclarar la identidad de los pasajeros. En ese momento entró una llamada de Caracas. Después de unos breves "sí General, no General", se le solicitó al Ministro pasar al teléfono.
Su identidad había sido confirmada y el gobierno venezolano no sólo le ofrecía disculpas, sino también facilitarle su regreso a la capital de Arauca donde un avión lo estaba esperando. El traslado, que sólo tomó 20 minutos, se realizó por "otra excelente carretera" que nuevamente despertó la envidia del Ministro. Ya en Bogotá, cómodamente sentado en su despacho y recordando el incidente, Beltz Peralta recibió una amable llamada del embajador venezolano, Pedro Contreras, quien con un cortés tono burlón le dijo: "Ministro, ¿que nos estuvo visitando el sábado?"--