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La colombiana que estafó al Ejército dice haber sido amante de Hugo Chávez

Una investigación del Washington Post publicada esta semana le dio una dimensión internacional a la historia de la mujer que estafó al ejército colombiano en casi 1.000 millones de pesos y continuó su actividad en EEUU bajo una nueva identidad.

19 de septiembre de 2017
Extracto de entrevista con Canal 1/Noticiero CM&
Extracto de entrevista con Canal 1/Noticiero CM& | Foto: Extracto de entrevista con Canal 1/Noticiero CM&

A finales del año pasado, la señora Rolla Jaller Jarbour se presentó en Colombia para contar un nuevo capítulo de su increíble historia y deshacerse de los estigmas que pesan sobre su nombre, desde que fue imputada por estafar al Ejército colombiano en más de 800 millones de pesos. La mujer colombo libanesa explicó que todo se trataba de un malentendido y agregó nuevos capítulos a la historia que ha estado relatando a través del mundo en sus continuos viajes.

En esta ocasión, explicó que además de ser una exitosa empresaria, había sido la amante del presidente venezolano Hugo Chávez y también -como si nada- asesora del presidente Trump para latinoamérica. Debido a la inverosimilitud de su relato, la entrevista quedó engavetada y cuando la fiscalía reactivó el proceso pendiente en su contra por una millonaria estafa a un banco, la mona Jaller se esfumó.

Literalmente desapareció de los radares de las autoridades colombianas.

Para ese entonces, su historia ya era conocida en Colombia. En una entrevista concedida a un noticiero en 1997, Jaller reconoció la historia revelada en medios según la cual Giselle Jaller Jabbour -su verdadero nombre- usurpó la identidad de su hermana Rolla para poder escapar de la justicia.

En este país fue sucesivamente alta ejecutiva en la sucursal del Banco de Caldas ubicada en la Avenida Pepe Sierra, gerente del Banco de Crédito y Comercio de Colombia (BCC) y -falsa- representante legal de la empresa Inter Terra que logró millonarios contratos con el Ejército.

Al igual que Frank Abagnale Jr. -el estafador al que interpretó Leonardo Di Caprio en la película Atrápame si puedes-, Giselle Jaller dejó deudas y dudas sobre lo que realmente sucedió en todos los lugares por los que pasó.

Pero ese era un asunto que no podían conocer los nuevos vecinos del lujoso apartamento 713 en el que vive Giselle Yazji en el condado de Washington, estado de Maryland y que puso a descubierto el Washington Post.

Como sucedió siempre en su vida, con el cambio de país, Jaller nuevamente logró convencer a sus vecinos de la veracidad de sus propósitos y envolvió a otros incautos en sus redes.

Les explicó que fue esposa secreta del presidente egipcio Abdel Fatah-al Sissi, asesora de la administración Obama para la política pakistaní y dejó correr el rumor de que tenía un despacho en la Casa Blanca cerca de la oficina de Ivanka Trump, la nueva primera dama de la primera potencia mundial.

De alguna manera podría decirse que la historia de la increíble señora Jaller es una fuga permanente de la justicia en la que una historia suplanta a la otra hasta que ya no exista lugar al que pueda fugarse.

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Según la investigación llevada a cabo por el Washington Post publicada este martes, la mujer nacida en Líbano en marzo de 1959 atrajo la atención de la oficina de fiscales del condado de Montgomery  cuando recibieron las quejas de vecinos a las que adeudó sumas de hasta 50 mil dólares.

En una ciudad en la que se reúne la ‘creme de la creme‘ de la élite diplomática y financiera, su historia apareció en un principio como otro maravilloso cuento de hadas de los que pueblan al centro de decisión norteamericano.

Pero pronto los vecinos empezaron a lamentarse de que la mujer que decía tener un jet privado y una colección de casas en Estados Unidos, España y Colombia no reembolsaba los pequeños préstamos de mil a dos mil dólares que solicitó a sus vecinos hasta acumular montos consecuentes.

La primera víctima que aceptó dar su testimonio para el medio norteamericano fue Bob Underwood, un hombre de 53 años que labora en desarrollo internacional y al que la señora Jaller -o Yazji, como se hacía llamar- conquistó a través de su hija, con el encanto que describen todos los que han tenido algo que ver con ella.

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Primero -dice el Washington Post- la hija de Underwood encontró un magnífico pájaro ornamentado en la entrada de su apartamento y luego fueron apareciendo nuevos regalos anónimos hasta que conocieron a su nueva vecina, la hermosa señora Yazji, una colombo-libanesa que pronto dijo trabajar en un despacho de la casa blanca.

El momento fue perfecto. Underwood estaba pasando por un divorcio difícil y Yazji había sido separada de sus hijos, lo cual creó lazos entre los dos vecinos casi inmediatamente.

"Me dio la impresión de estar completamente devastada. Era visceral" explicó al periódico Bob Underwood.

Luego empezaron a salir y, además del lujo que despilfarró, gastando billetes de 100 dólares como propina, Yazji comenzó a confesarle con lujo de detalles la vida de aventuras en la que fue amante de Hugo Chávez, conoció a Raúl Castro y aconsejó al presidente de Ghana John Kufuor durante los períodos más difíciles de su mandato. Aunque existen dudas sobre la manera en que realmente sucedieron las cosas, existen fotografías de Jaller en reuniones en Ghana que vuelven aún más difícil lo que es verdadero y falso en su vida.

"Nunca había conocido a nadie así en mi vida", dijo Underwood.

Después de conocerla durante un tiempo y a medida que fue conquistando a su hija, Yazji comenzó a pedirle prestadas pequeñas sumas de dinero (de entre mil y dos mil dólares) para pagar los gastos de sus abogados, pero le prometió que lo reembolsaría con creces cuando regresara de sus viajes a Damasco, Siria, o a Venezuela a donde se dirigió para cerrar un negocio con militares a los que vendió camisas del ejército.

Sin embargo, según recopiló el Post, en cada ocasión sucedieron hechos que le impidieron regresar el dinero. Ya fuera que le robaran el bolso en Egipto, un día en que lo dejó descuidado, fuera de la presencia de los cinco guardaespaldas con los que pretendía siempre viajar, o que el partido político con el que negoció atravesara una tormenta en Venezuela.

Hasta que Underwood se cansó de esperar el pago, cambió de piso para evadirla y la demandó por 1.7 millones de dólares, la suma que le prometió Giselle a cambio de los 50 mil dólares.

Eso sucedió en febrero de 2016, más o menos al mismo tiempo en el que se reabrió la investigación en su contra en Colombia en la Fiscalía por los delitos de estafa, fraude procesal y falsedad en documento privado al hacer pasar por la gerente de la compañía Inter Terra S.A.S.

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Hasta donde pudo averiguar el Washington Post, Jaller había sido capturada y condenada un año antes, en 2015, por estafar al Ejército en casi 1.000 millones de pesos, pero un juez la liberó debido a su condición de madre embarazada de siete meses, bajo la promesa de que regresara a prisión una vez liberada del parto.

Entonces se perdió su rastro y se transformó en una famosa fugitiva. El hecho de que haya reaparecido en Estados Unidos bajo otro nombre no es tan sorpresivo si se considera que ya empleó la misma técnica anteriormente, después de dejar deudas de 120 millones de pesos en las entidades bancarias en las que trabajó en Bogotá.

En esa ocasión dejó de llamarse Giselle Jaller para ser conocida como Rolla Jaller. Con ese nuevo nombre obtuvo contratos por casi mil millones de pesos con el Ejército colombiano -gracias a los militares que cayeron en sus encantos en la junta de licitaciones- que incumplió en gran medida y en esta otra historia extraordinaria, recibió un alto pago por el suministro de 16.400 ponchos impermeables, 16.400 morrales de campaña y 16.400 arneses o tirantes de campaña que nunca entregó.

Cuando reapareció en Estados Unidos, la increíble señora Jaller se hizo llamar Giselle Yazji o señora Giselle, como le dijo la hija de Bob Underwood.
Incluso después de que la contactara el Washington Post, la mujer aseguró no ser la misma señora Jaller de la que hablaron los medios colombianos, "la mona Jaller" como se le conoció en el país.

Pero lo que la traicionó finalmente fue que en el mismo edificio en el que vivió y en el que estafó a varios vecinos, trató de hacerse amiga de Dick y Patricia Carlson, padres del reconocido presentador de televisión Tucker Carlson, quien contactó a un exdirector FBI para preguntar por la mujer a la que nadie conoce en los círculos de poder de Washington.

Entonces volvieron a aparecer en la luz pública las múltiples vidas de la extravagante señora Jaller, una despampanante rubia libano-colombiana que arrasó con sus encantos a todos los lugares en los que se presentó y dejo deudas a su paso como si no existiera mañana.