NACIÓN
“Yo fui víctima del silencio de las Farc. Álvaro Gómez Hurtado era mi amigo”: Ernesto Samper
El expresidente Ernesto Samper habló en exclusiva con SEMANA, en su primera entrevista desde que las Farc reconocieron la responsabilidad en el magnicidio. Fue crítico con los familiares de Gómez Hurtado, quienes lo señalan a él como el asesino, y afirmó que probablemente lo único que buscan es plata.
SEMANA: Las Farc conmocionaron al país al confesar que habían matado a Álvaro Gómez Hurtado. ¿Usted les cree?
Ernesto Samper Pizano: Este no es un tema de creer o no creer. A lo largo de estos 25 años han aparecido distintas hipótesis relacionadas con el asesinato de Álvaro Gómez Hurtado. Personalmente he defendido una de ellas, que fue la que presenté ante la Comisión de la Verdad. Pero también he respetado las otras que se han trabajado, muchas de ellas de una manera caótica y hasta ofensiva. Como exjefe de Estado, independientemente de qué o quién investigue, considero que lo que le interesa al país es que se llegue finalmente a la verdad. Ahora las Farc tendrán que ir a la JEP y presentar las pruebas de lo que están diciendo. Para Horacio Serpa y para mí su confesión realmente fue una sorpresa, y tengo un reclamo público para ellos: hubiera querido que este reconocimiento se produjera hace muchos años. Por cuenta de su silencio vivimos décadas en la incertidumbre y, en nuestro caso, hasta tuvimos que soportar ofensas, mentiras y calumnias. Ahora habrá que esperar a que la JEP haga su trabajo. Por mi parte, estoy dispuesto a reexaminar mi hipótesis sobre el crimen a la luz de las circunstancias de modo, tiempo y lugar que aporten las Farc en cumplimiento de su compromiso de verdad ante la JEP.
SEMANA: Pero la hipótesis suya y de Serpa nunca apuntó a las Farc. Más bien, a los que usted llama “los conspiradores”. ¿Cómo puede ser que ahora, 25 años después, el país quede con la versión de que a Gómez lo mató la guerrilla? ¿Es posible una pifia judicial de ese tamaño?
E.S.P.: Precisamente, mientras que no conozcamos las circunstancias de modo, tiempo y lugar en las que se habría presentado el asesinato por parte de las Farc, no estamos en condiciones de emitir un juicio definitivo. Por el momento sigo creyendo en la hipótesis que nosotros hemos venido defendiendo desde hace muchos años, que señala que los conspiradores que querían tumbar a mi gobierno, de alguna u otra manera, tuvieron participación en el asesinato de Álvaro Gómez Hurtado. Mientras no haya unos hechos que demuestren lo contrario, yo seguiré defendiendo la tesis que trabajaron las autoridades desde el día del asesinato y que expuse en la Comisión de la Verdad hace algunos meses. Si se presenta un hecho nuevo como el que aportaron las Farc ante una autoridad legítima como es la JEP, lo que procede es investigar y llegar al fondo para que el país conozca la verdad. Pretender que no se investigue sería una contradicción de mi parte. Lo que importa es que, por uno u otro camino, les respondamos a las víctimas de estos terribles asesinatos con la verdad.
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SEMANA: El presidente Duque, como muchos colombianos, tampoco se mostró convencido con la confesión de las Farc. ¿Qué le dice al jefe de Estado sobre ese respecto?
E.S.P.: Yo lo que le pido a Iván Duque es que respete el sistema jurisdiccional de paz. Me parece preocupante la actitud en la que veo al presidente, de un desconocimiento sistemático de la justicia colombiana en general. Desconoce la sentencia de la Corte Suprema sobre los límites de la protesta social; desconoció la Constitución para darle amparo en el país a unas tropas norteamericanas que aún no sabemos a qué vienen. Y ahora, después de haber pedido la semana pasada que los excombatientes contaran la verdad ante la justicia, dice que desconoce la capacidad que tiene la JEP para buscar esa verdad. El presidente está recorriendo un camino muy peligroso, e inédito en Colombia, de politización de la justicia. Se le olvida que es el jefe del Estado quien tiene el deber de respetar y preservar el equilibrio de poderes.
SEMANA: Volvamos al caso de Gómez Hurtado. La familia del líder asesinado los señala a usted y a Horacio Serpa como los responsables del crimen. ¿Se sienten de alguna manera reivindicados con la confesión de las Farc?
E.S.P.: Esto no se trata de una lucha de reivindicaciones. La hipótesis confusa del crimen de Estado que sin ninguna prueba que la avale hasta el momento ha venido sosteniendo la familia de Gómez Hurtado tiene dos motivaciones absolutamente cuestionables. La primera es la política, la segunda es la económica. Haciendo política, pretenden distraer la atención sobre los verdaderos responsables del magnicidio, atribuyéndonos a Serpa y a mí un supuesto crimen de Estado. ¿Por qué insisten en este camino? Porque quieren dinero, obtener una indemnización económica, vender la memoria del dirigente sacrificado. Siempre he respetado el dolor de las familias y, en este caso, lo he hecho en silencio pero no al precio de la honra de Serpa y la mía. Convertir el asesinato del líder conservador en un crimen de Estado para sacarle dividendos políticos y obtener una indemnización económica me parece una motivación demasiado mezquina. Ellos pueden creer lo que les parezca, están en su derecho. Pero su percepción tiene un límite que es la honra nuestra y su motivación pecuniaria. Otra cosa es que los medios que les abren generosamente sus micrófonos y sus cámaras para que nos insulten no se hayan detenido a investigar si detrás de sus afirmaciones hay pruebas o, por lo menos, alguna coherencia: es el espectáculo lo que les interesa.
SEMANA: Vamos a la pepa del asunto. La familia Gómez afirma que existe una alianza entre Ernesto Samper, las Farc y Piedad Córdoba, para que el caso de Álvaro Gómez pase a la JEP, acusen a un muerto, y el crimen quede en la impunidad. ¿Usted qué les responde?
E.S.P.: Ese señalamiento es completamente estrafalario. Es como si yo ahora dijera que la familia de Gómez Hurtado está esperando que la Fiscalía, cuyo titular es muy cercano al gobierno, le avale su hipótesis del crimen que hasta el momento no tiene ninguna fortaleza judicial y que desconoce el trabajo que hicieron varios fiscales en los años anteriores. No hay que olvidar que la teoría del crimen de Estado no surgió inmediatamente después del asesinato. Surgió en el año 2007, pocos días después de que Fernando Botero fuera condenado por la Corte Suprema de Justicia por haber sustraído los dineros de mi campaña para enriquecerse personalmente. Entonces el señor Botero lanzó, a manera de venganza, en la Procuraduría, la teoría del crimen de Estado y la familia Gómez Martínez, en ese mismo día, en México, decidió montarse en esa hipótesis. Desde entonces, lo que dicen los Gómez no ha podido comprobarse judicialmente, así todos los medios lo den por hecho. A pesar de lo cual no nos oponemos, nunca lo hicimos, a que se investiguen los hechos. Lo mismo nos sucede en este caso. Si se demuestra que lo que dicen las Farc es verdad, seremos Serpa y yo los primeros en salir a reconocer que estábamos equivocados y pedir perdón a quienes implicamos injustamente. Esperaríamos lo mismo de la familia Gómez si lo que les interesa, de verdad, es preservar la memoria de su ilustre pariente.
SEMANA: Dicen también los Gómez que les parece muy extraño que todas estas confesiones se den unos días después de la famosa reunión de Santos y Timochenko en la casa de Juan Fernando Cristo...
E.S.P.: Esto es todavía más grotesco. Forma parte de este doloroso proceso de polarización ideológica que está viviendo este país alrededor del tema de la paz y de la guerra. Pasadas las elecciones presidenciales de 2018 no hemos sido capaces de volver a ponernos de acuerdo y el presidente Duque de tomar la iniciativa para hacerlo. Entonces cualquier episodio que ocurra, que no les guste a los defensores de la guerra, se lo achacan a las dificultades que tienen el proceso de paz y los pacifistas, cualquier problema que surja en la implementación de los acuerdos, se lo achacan a los defensores de la guerra. Si no logramos superar esa polarización el país no va a tener paz ni progreso.
SEMANA: La tesis de los familiares de Gómez es la siguiente: Samper lo mandó a matar porque estaba contra la cuerdas con los editoriales de ‘El Siglo’ y la influencia de Álvaro Gómez sobre los conservadores en el Congreso. Dicen que si el líder político no hubiera sido asesinado, a usted lo habrían tumbado. ¿Cuál es su respuesta?
E.S.P.: Eso es absolutamente ridículo. Si nosotros hubiéramos cobrado venganza de los periodistas que escribían en contra del gobierno, no me hubiera quedado tiempo de gobernar. Había periodistas mucho más directos, algunos, precisamente, trabajaban en el medio al cual usted hoy pertenece. Para que no haya ninguna duda: Álvaro Gómez siempre fue mi amigo. Participé en las gestiones para liberarlo cuando el M-19 lo secuestró, es más, fui a Panamá a contribuir a su liberación. Posteriormente estuve con él en París donde acordamos el apoyo que él le daría a mi campaña. Cuando Álvaro Gómez fue asesinado había tres ministros cercanos a él trabajando en mi gobierno. Su sobrino Daniel Mazuera, ministro de Comercio; Juan Carlos Esguerra, ministro de Defensa; y Rodrigo Marín, que era su principal jefe de debate político. No había entonces ninguna razón para que yo tuviera algún sentimiento de animadversión hacia Álvaro Gómez. Sus editoriales eran duros pero amables, en un lenguaje distinto al de sus parientes. Su asesinato me dolió mucho personalmente y fue uno de los episodios más tristes de mi gobierno.
SEMANA: ¿No se sentía entonces usted “acorralado” por Álvaro Gómez, como afirma su familia?
E.S.P.: ¡Por favor!. Este es un montaje hecho por la familiares de Gómez Hurtado haciéndole un gran daño a su memoria. Están absolutamente obsesionados con que prevalezca la emboscada que les tendió el señor Fernando Botero para volver esto un crimen de Estado. Aquí hay muchos más insultos y calumnias que pruebas. Al final, esperamos que la verdad, esté donde esté, prevalezca.
SEMANA: Hablando de la justicia transicional, tras la confesión de las Farc, está sobre la mesa el debate de la competencia. Fiscalía vs. JEP. ¿Quién se debe quedar con el caso?
E.S.P.: La justicia se respeta. En este caso debe ser la JEP la que determine si estos aportes a la verdad sirven para la aclaración del conflicto y para los propósitos de la justicia restaurativa que ella lidera. Su competencia no depende de ella: está contenida en la ley, en la Constitución y en los fallos de la Corte Constitucional que la interpretan. Su competencia se debe definir institucionalmente. La justicia restaurativa nació, precisamente, para ayudar al país a sanar las heridas del conflicto aplicando el bálsamo de la verdad en las heridas de las víctimas. Son ellas, en este caso los familiares de las seis personas asesinadas, quienes tienen el derecho de exigirla. Hago un llamado a que dejemos que la justicia transicional cumpla su trabajo.
SEMANA: Si llega a ser verdad que las Farc asesinaron a Gómez, ¿usted y Serpa se declararían víctimas?
E.S.P.: Hoy ya me siento víctima del silencio de las Farc. Llevamos 25 años con la carga de esta incertidumbre. Ojalá brille la luz de la verdad y que sea pronto, lo hemos estado buscando y esperando durante todo este tiempo.
SEMANA: ¿Qué opinión le merece lo que está pasando con Piedad Córdoba? La familia Gómez ha dicho que debería ir a la cárcel por omisión de denuncia o incluso por obstrucción a la justicia.
E.S.P.: Me llama la atención el tratamiento bipolar que le dan a Piedad en Colombia: si libera secuestrados, ayuda a la paz, denuncia verdades que le gustan a algunos la elogian, destacan su condición de guerrera negra y hasta le mandan flores. Si no lo hace, la insultan, la estigmatizan, le encuentran todo tipo de defectos y la excluyen de las ferias y fiestas. Pienso que al final prevalecerán sus admiradores sobre sus detractores, se lo merece.
SEMANA. Ya para terminar, si la justicia establece que lo que dicen las Farc es cierto, ¿usted cree que la familia Gómez aceptaría esa conclusión?
E.S.P.: Yo estaré con la verdad. Sobre qué hagan ellos, el problema es suyo, de su conciencia y la memoria de Álvaro Gomez Hurtado que a mí, hoy, me sigue mereciendo respeto.