JUSTICIA
Las escabrosas revelaciones del crimen de Yuliana
SEMANA relata los detalles del brutal asesinato de la niña de 7 años, a manos del arquitecto Rafael Uribe.
Rafael Uribe constructor de casas y destructor de vidas”. Esta frase, escrita con un marcador sobre un trozo de cartulina, cuelga en la entrada de la humilde vivienda donde reside la familia de Yuliana Samboní, en los cerros orientales de Bogotá. Este juego de palabras resume en una frase el macabro crimen que aterró e indignó a toda Colombia la semana pasada, cuando se conoció que, en la mañana del domingo 4 de diciembre, el exitoso arquitecto bogotano Rafael Uribe Noguera secuestró, torturó, violó y asesinó a la humilde niña de 7 años.
En una nación tristemente acostumbrada a la violencia, las circunstancias del asesinato de Yuliana dejaron estupefacta a la opinión y despertaron una ola de repudio y solidaridad pocas veces vista. Miles de ciudadanos reunidos en calles y parques de varias ciudades reclamaron justicia, las redes sociales estallaron de rabia e indignación, los medios cubrieron el escándalo como si fuera un reality y hasta el presidente se pronunció en varias ocasiones para condenar el hecho. Una turba enfurecida intentó linchar al asesino cuando la Policía lo trasladaba desde una clínica hasta los juzgados de Paloquemao. Esa reacción fue producto de los detalles que se conocieron sobre la forma como planeó y ejecutó el macabro crimen.
En video: "Jamás defendería a Rafael Uribe Noguera".
No es nada fácil tratar de entender por qué este joven arquitecto de 38 años de edad, con una estabilidad familiar que muchos envidiarían, que estudió en los mejores colegios y universidades del país, y que se crio con todos los privilegios, terminó secuestrando, violando y asfixiando hasta la muerte a una pequeña hija de un joven matrimonio de escasos recursos, conformado por un ama de casa, con cinco meses de embarazo, y su esposo, un humilde obrero de la construcción. La pregunta que se hacen hoy todos los colombianos es cómo un ‘niño bien’ terminó convertido en un monstruo.
Esta historia de horror comenzó poco después de las nueve de la mañana del primer domingo de diciembre. A esa hora Uribe Noguera llegó hasta el frente de la casa de Yuliana, en el barrio Bosque Calderón. La menor estaba en la calle jugando cuando el arquitecto abrió la puerta de su camioneta y la subió a la fuerza al vehículo. Al ver lo que estaba ocurriendo, su pequeño primo de 7 años intentó tomar a Yuliana de las piernas para evitar que Uribe la introdujera a la camioneta gris. El hombre arrancó y el niño corrió a avisarle al padre de Yuliana. Este, desesperado, buscó la camioneta, pero todo fue en vano.
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De inmediato, la familia de Yuliana avisó a la Policía del sector lo que acababa de pasar y decenas de uniformados de toda la ciudad empezaron a buscarla. Por tratarse de lo que inicialmente era un caso de secuestro, llegaron al barrio varios investigadores del Gaula de la Policía. “Por las características de que se trataba de una familia muy humilde, sin recursos, era claro que no era extorsivo. Las entrevistas que hicimos en el barrio también nos indicaban lo peor y por eso toda la Policía de Bogotá empezó a buscar a la niña”, afirmó a SEMANA uno de los investigadores.
El temor de los experimentados hombres del Gaula no era infundado. Los vecinos y amigos de la menor les contaron que en las últimas tres semanas el mismo hombre ya había estado rondando a la niña en esa camioneta. De hecho, un par de días antes del secuestro, el sujeto le había ofrecido 2.000 pesos para que subiera a su vehículo, pero esa vez Yuliana logró escapar. Por estos datos, los investigadores creían que podría tratarse de un traficante de menores, un depredador sexual o un asesino. Por eso cada minuto era crucial.
Búsqueda implacable
La Policía Metropolitana en pleno instaló urgentemente retenes y decenas de uniformados comenzaron a hacer un barrido amplio y a registrar parqueaderos. Los investigadores pidieron los videos de dos cámaras de seguridad del sector y así establecieron con certeza la placa del vehículo.
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A las 12:45 de la tarde llamaron a la persona que figuraba en los registros de tránsito como propietaria de la camioneta, Laura Arboleda, quien resultó siendo la esposa del abogado Francisco Uribe Noguera, hermano del arquitecto. Telefónicamente los investigadores le explicaron la gravedad del caso y le advirtieron que ese vehículo estaba involucrado en el secuestro de una menor. Inicialmente el abogado dijo desconfiar de que realmente se tratara del Gaula y pidió un tiempo para consultar el asunto. Pasado un rato, un oficial nuevamente se comunicó y le pidió que se encontraran de urgencia en cualquier unidad de Policía que él escogiera. Así fue. La cita se cumplió en el CAI de la calle 72 con Séptima.
Allí, hacia las dos de la tarde, los investigadores le informaron al hermano que estaban buscando desesperadamente a Yuliana, y le hicieron saber que cada minuto era crucial. Este explicó que el vehículo no estaba bajo su poder por cuenta de un negocio familiar informal hecho años atrás, y cuando el abogado trató de entrar en detalles del asunto, los investigadores le insistieron en que la prioridad era dar con el paradero de la niña. Entonces Francisco empezó a hacer llamadas para averiguar entre su familia sobre el carro, sin ofrecer una respuesta clara.
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Finalmente, al cabo de varias averiguaciones Francisco les dijo a los agentes que el carro “lo tiene mi hermano”. Señaló que su nombre era Rafael Uribe Noguera, pero que nadie en la familia sabía en ese momento dónde estaba.
El Gaula comenzó, entonces, en compañía de Francisco, a buscar a Rafael. Fueron al edificio donde este vivía y averiguaron entre familiares y amigos. Chequearon en todos los lugares que la familia les indicó. También insistieron al teléfono de Rafael, sin respuesta.
A las 3:05 de la tarde un oficial del Gaula le escribió, vía WhatsApp: “Señor Rafael, necesitamos hablar urgente con usted”. El celular aparecía encendido. Los investigadores establecieron la posible ubicación del teléfono y salieron hacia el lugar sin Francisco quien partió hacia las 3:15 de la tarde, y quedó de comunicarse con ellos más adelante.
Los hombres del Gaula llegaron hasta el apartamento de Rafael gracias a los datos que les había entregado Francisco. El portero del lugar les confirmó que poco antes de las diez de la mañana Rafael había ingresado en su camioneta al parqueadero y tras permanecer cinco minutos volvió a salir del edificio. Mientras toda la Policía recorría la ciudad en busca de la pequeña, los investigadores intentaron infructuosamente volver a comunicarse con Francisco durante toda la tarde.
Solo cuatro horas más tarde, hacia las siete de la noche, Francisco llamó a los investigadores y les dijo que había aparecido Rafael, pero que estaba en mal estado por lo que lo estaba llevando en ese momento a la Clínica Montserrat. Los investigadores acudieron de inmediato al lugar.
Al ingreso de esa clínica psiquiátrica se reencontraron con Francisco. Estaba con parte del personal médico. En ese momento, les dijeron que los galenos estaban atendiendo a Rafael por lo que no podría hablar con ellos.
Un segundo apartamento
Francisco Uribe Noguera estaba allí en compañía de un abogado al que consultó antes de decidirse a hablar con el Gaula. Minutos después, Francisco les dijo a los investigadores que su hermano, camino a la clínica, le había confesado que había estado con la niña que estaban buscando y que esta había muerto accidentalmente.
El Gaula preguntó dónde estaba la niña y Francisco les dio una información que no había mencionado antes: habló de un segundo apartamento, ubicado en el edificio Equus 66, en donde habían encontrado a su hermano. Dijo no conocer la dirección pero que sí sabía llegar. Guiados por Francisco, las autoridades partieron a toda velocidad hacia ese lugar.
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Por el camino, pidieron refuerzos a otras unidades y dieron aviso a la Fiscalía. Aún guardaban la esperanza de encontrar a la niña con signos de vida. A las 8:50 de la noche llegaron al apartamento 603. Se trataba de un lujoso espacio de dos niveles, deshabitado, sin muebles: apenas vieron unos cigarrillos y una botella de licor. No les tomó mucho tiempo registrar la primera planta sin hallar nada.
Luego subieron a la terraza donde había un gran jacuzzi empotrado con puertecillas en los costados para acceder a la tubería interna y motores. Los investigadores abrieron una de ellas y proyectaron un chorro de luz con la linterna del celular. Entonces vieron a la niña tendida adentro.
Al revisar su pulso confirmaron lo peor. No había nada qué hacer. Incluso algunas de sus extremidades ya presentaban rigidez cadavérica, prueba de que había muerto horas antes. La escena dejó impresionados a los investigadores.
La niña estaba desnuda y su ropa escondida en el tanque de agua de uno de los baños del apartamento. El caso pasó de ser una investigación por secuestro a un feminicidio agravado. Los patrulleros acordonaron el lugar y llegaron los forenses e investigadores de la Sijín. De inmediato observaron que el cadáver estaba embadurnado de aceite de cocina en un intento por borrar las evidencias y huellas en el cuerpo. Posteriormente, Medicina Legal estableció -tras una necropsia de diez horas- que el asesino golpeó a la menor, la violó y la asfixió, presionando su boca y cuello.
Mientras la dolorosa escena se desarrollaba en el apartamento, Francisco y su hermana Catalina llevaron hasta la Clínica Navarra a su hermano Rafael para internarlo por una supuesta sobredosis de cocaína y alcohol.
“Paciente remitido de Clínica Montserrat antecedente de consumo de sustancias psicoactivas, refiere consumo de alcaloide perico, refiere que fueron tres bolsas y alcohol una botella y media de aguardiente, refiere que el consumo de alcaloide fue hace aproximadamente cinco horas”, dice el reporte médico de esa clínica. Basado en esto, y otras evidencias, la Fiscalía afirma que Rafael se drogó varias horas después de cometer el crimen, como parte de una maniobra para intentar atenuar la responsabilidad de sus actos, según expuso la fiscal del caso el miércoles pasado durante la audiencia de legalización de captura del arquitecto, quien fue enviado a la cárcel La Picota.
Las horas clave
La Fiscalía tiene pruebas suficientes para demostrar la culpabilidad de Rafael Uribe, quien podría afrontar una condena de 50 años de prisión sin ningún tipo de beneficios por ser un feminicidio agravado por tratarse de una menor de edad. Los videos del arquitecto cuando secuestra a la niña, la ropa encontrada en el apartamento, así como un zapato y huellas encontradas en la camioneta son algunas de las pruebas. El arquitecto no es el único que enfrenta serios problemas judiciales. Para las autoridades hay serias dudas e inquietudes también sobre las actuaciones de sus hermanos Francisco y Catalina.
“La escena del crimen fue manipulada y he instruido a los fiscales para que judicialicen a los terceros que están intentando obstruir la acción de la Fiscalía”, aseguró el fiscal general, Néstor Humberto Martínez, cuando se refirió al asunto visiblemente indignado. El funcionario aseguró, además, que no permitiría que “manosearan más la investigación”. Su afirmación, evidentemente, tendría que ver con el papel que desempeñaron los hermanos del arquitecto durante esa fatídica tarde.
La Fiscalía tiene plenamente documentado que ambos ingresaron a media tarde del domingo al apartamento 603 del edificio Equus 66, donde apareció el cadáver de la niña. Esto sucedió justo cuando los agentes del Gaula fueron a buscar a Rafael en otro punto. Catalina llegó al apartamento a las tres de la tarde y se reunió con Rafael y Francisco, quien solo hasta las siete de la noche llamó a los investigadores del Gaula desde un taxi para avisar que su hermano había aparecido y que iban camino a la clínica.
¿Qué ocurrió en esas horas en las que los tres hermanos estuvieron en el apartamento? ¿Quién ocultó las prendas y el cadáver? ¿Quién bañó en aceite de cocina el cuerpo de la menor para borrar evidencias? ¿Quién escondió el cuerpo? ¿Por qué no avisaron a las autoridades desde el primer momento en que estaban con Rafael? ¿Por qué no mencionaron ese segundo apartamento en el edificio Equus al comenzar la tarde, cuando el Gaula y la Policía buscaban afanosamente a Rafael y la menor? Estas y otras preguntas las hizo la Fiscalía a Francisco y Catalina el viernes pasado cuando los citó a interrogatorio.
Al final de la semana pasada también las autoridades supieron que una tercera persona, una joven mujer con la que el arquitecto tendría algún tipo de relación sentimental, también estuvo en el lugar del crimen. Además descubrieron otra denuncia contra el arquitecto. En abril de este año Rafael Uribe tuvo un incidente en el mismo barrio en donde secuestró a la pequeña Yuliana. En esa oportunidad estaba asediando a una joven mujer del sector. Estacionó su auto y empezó a realizar actos obscenos y de acoso. El esposo de la mujer se dio cuenta y alcanzó a patear el vehículo del arquitecto antes de que este huyera. Del incidente quedó una denuncia que hoy cobra relevancia pues evidenciaría una línea de conducta aberrante de Rafael.
La firma de abogados Brigard & Urrutia, en donde trabajó Francisco, se solidarizó con la familia de la pequeña víctima y publicó un comunicado de prensa en el que asegura que este se aparta de sus labores en esa organización. “Francisco Uribe Noguera, miembro de nuestra firma y hermano del presunto responsable de esta tragedia, ha solicitado marginarse de sus actividades profesionales y laborales para atender, junto con su familia y sus abogados, esta difícil situación”, asegura el comunicado, en el que también dice que no darán consejo legal a quien fue miembro de ese bufete por varios años.
Como si todo lo anterior no fuera suficientemente dramático, en la tarde del viernes pasado apareció muerto en su casa del sur de Bogotá Fernando Merchán, el vigilante del edificio Equss 66. Las primeras informaciones señalaban que se pudo tratar de un suicidio pues al lado de su cuerpo se encontró una carta. Sin embargo, las autoridades no descartan ninguna hipótesis. Merchán fue testigo de excepción de qué hizo el arquitecto Uribe y quiénes entraron y salieron del apartamento el día del asesinato de Yuliana. Esta muerte es un nuevo elemento en esta macabra historia (ver artículo).
Por ahora lo cierto del caso es que este crimen, que sumió a una humilde familia en una tragedia inenarrable e indignó a todo un país, se transforma también en un desafío para las autoridades. Estas tienen la obligación de hacer justicia de forma ejemplarizante y castigar a un cruel asesino que acabó con una vida que apenas empezaba.