NACIÓN
Las niñas intercambiadas al nacer en Barranquilla volverán a sus hogares biológicos: así será el proceso
La comisaría de Palmar de Varela decidió enviar a las niñas a sus hogares biológicos correspondientes.
Después de 8 años y tras la lucha de los padres de las niñas que fueron separadas al nacer de sus hogares biológicos, la comisaría de familia del municipio de Palmar de Varela decidió regresarlas a sus hogares, donde debieron estar desde su nacimiento a cargo de sus padres “verdaderos”.
Claudia Payares, la comisaria de familia encargada del caso, decidió hacer cumplir la orden del juez, diciendo que este caso fue conocido desde el año 2020 y hasta este año se tomó finalmente la decisión de que las menores volvieran con sus padres biológicos.
Según reveló la comisaria a uno de los padres que habría iniciado el proceso, se sumó el clamor de una madre que pedía a su hija biológica.
El proceso comenzó desde el año 2020, según explicó la funcionaria. “Se inició la socialización, tanto con los padres biológicos de la niña de Palmar de Varela, como con la de Chimichagua. Se hizo acercamiento con los padres, se les empezó a fortalecer todos los vínculos filiales y se les comenzó un tratamiento psicológico a las niñas y a las madres”, dijo Payares.
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La decisión ya fue tomada y las niñas regresarán a los padres biológicos, pero desde la entidad dejaron claro que no habrá prohibición para que puedan interactuar con sus antiguas familias, siempre y cuando lo deseen.
Toda la historia que parece de película, comenzó en el Hospital Niño Jesús de Barranquilla, allí se presentó el cambiazo cuando ambas madres de las menores llegaron para dar a luz. Casi cuatro años después, los padres se enteraron de lo que había ocurrido.
Uno de los padres de las niñas señaló que todo inició el 21 de marzo de 2016, cuando su esposa tuvo la bebé en aquel centro asistencial; el hombre dice que, aunque hizo todo lo posible para llegar, no alcanzó a estar en el hospital a la hora exacta en que nació su hija. No obstante, ese día la mujer no le comentó de ninguna situación extraña, por lo que, a las pocas horas, con parte médico se marcharon a casa.
La pequeña fue concebida dentro de una relación entre la pareja y aunque no eran pareja estable, el hombre dice que asumió toda su responsabilidad durante el embarazo y luego en el nacimiento.
Los dos primeros años, como suele ocurrir, ni él ni nadie en la familia notaron nada extraño en la niña. Pero con el paso de los días, cuando los rasgos de la pequeña Sofía* empezaron a definirse, el padre comenzó a sentir inquietud, cada vez veía la piel de la pequeña mucho más blanca y las facciones de su rostro no encajaban con el de sus otras tres hijas, ni con los de la familia materna.
La duda lo atormentaba cada cierta hora y le daba vueltas en la cabeza, se angustiaba, pero el amor cultivado con la bebé lo hacía desistir. “Son cosas de la naturaleza, eso puede pasar”, solía decirse para calmarse.
Hasta ese momento, la conclusión ligera a la que había llegado era que podía haber sido víctima de una infidelidad por parte de la madre de la pequeña. Así que después de darle vueltas, llevó a escondidas a la niña a Barranquilla, con la excusa de comprarle unos zapatos, y le practicó una prueba de ADN y a los pocos días confirmó lo que hasta ese momento era su sospecha, la niña no era su hija biológica.
Se sintió muy triste, decepcionado y “burlado”. Con el resultado en la mano fue a encarar a su pareja, le suplicó que le dijera la verdad, que si había estado con alguien más ya no había nada que hacer, que la pequeña no tenía la culpa, que igual él la quería. Pero la respuesta que obtuvo fue la misma siempre: un no contundente.
Confundido, tratando de atar cabos y con la palabra de su pareja, el único camino que se le ocurrió fue someter a madre e hija también a una prueba. Ahí la sorpresa se agigantó, pues también salió negativa, 99,9 por ciento de incompatibilidad. Entonces el mundo de esos padres se quedó sin luz, no sabían cómo seguir, a quién acudir. No obstante, ella le confesó que nunca había sospechado nada, le sugirió dejar las cosas quietas, no complicarse la vida buscando de más.
Pero ¿dónde estaba la verdadera? Entonces, con las dos pruebas en mano, metió un derecho de petición al Hospital Niño Jesús para solicitar la información de todos los partos ocurridos ese 21 de marzo. La respuesta fue afirmativa y recibió el listado de los nacimientos ocurridos tanto de forma natural como por cesárea no solo ese día, sino también entre el 22 y el 26 de marzo en el centro médico de Barranquilla.
Los del 21 de marzo eran siete en total, los revisó y por puro descarte de horas y datos llegó al nombre de una mujer que había tenido también a una niña con solo 20 minutos de diferencia.
Sin otra herramienta más que sus conocimientos generales de redes sociales, el curioso padre se sentó frente al computador. Pero, cuenta, que más tardó en teclear el nombre de la mujer en Facebook, que en confirmar que había hallado a su verdadera hija.
En la foto que la mujer que buscaba tenía en su perfil en la que aparecía cargando a la niña. Al verla, se vio a sí mismo, su piel morena, su nariz aguileña, sus ojos grandes, la sonrisa a medio abrir. Sintió, dice, una corazonada.
Decidió seguir tejiendo certezas sobre las dudas, le empezó a enviar mensajes, pero no recibía respuesta. Luego les escribió a los familiares de ella que iba encontrando en internet y tuvo que esperar 20 días para que un tío residente en Bogotá le respondiera y a él le pidió que le explicara más la situación.
Por ahí empezó a jalar de la madeja. Consiguió el número telefónico, hablaron, primero la madre y todo le pareció un chiste que un desconocido de un pueblo del Atlántico la llamara para decirle que ella tenía a su hija y él la suya. Se reía, desconfiaba. Pero cuando le sugirió intercambiar fotos, todo cambió.
Han pasado casi dos años desde aquellos días de pruebas clínicas. En un par de ocasiones, las dos niñas han compartido en casa del hombre que descubrió la verdad y hasta en tono de chiste se les ha escuchado decir “somos gemelas”.