Bogotá
Joven desaparecida hace 20 días fue encontrada en medio de un operativo en San Bernardo, en Bogotá
Las autoridades investigan si la joven estaba siendo utilizada o sometida por algún delincuente para el consumo de alucinógenos.
En el marco de un operativo en la noche de este miércoles, entre la Policía, el Ejercito, la Secretaria de Seguridad y otras entidades distritales, en el sector de San Bernardo (Localidad de Santa Fe), se logró rescatar a una joven de 22 años que estaba desaparecida desde hace más de 20 días.
El papá de la joven cuenta que el venía buscándola hace semanas. En la noche de ayer, cuando estaba en inmediaciones de Medicina Legal averiguando por ella, al ver el operativo de las autoridades, decidió ingresar al barrio con el apoyo de los uniformados. La encontraron sentada en una esquina.
“Hace 20 días aproximadamente mi hija se fue de la casa, no sabíamos en dónde estaba. Yo me encontraba en Medicina Legal, cuando recibí una llamada y me dijeron que la habían visto por este sector. Al llegar a este lugar, me encontré a la fuerza pública y, gracias a la colaboración de las autoridades, encontré a mi hija. Ahora estamos tratando de recuperarla para ver si la podemos llevar a un centro de rehabilitación”, dijo Timoleón Castillo Gómez, padre de la joven.
Y agregó: “Ella me vio, se asustó y salió a correr. La verdad no sé por qué mi hija llegó hasta acá”.
Tendencias
La joven fue trasladada al hospital Santa Clara para su valoración y atención. Las autoridades investigan si la joven estaba siendo utilizada o sometida por algún delincuente para el consumo de alucinógenos.
El operativo, que se extendió al barrio Las Cruces, también dejó:
- La captura de 3 personas por tráfico y porte de base de coca y de bazuco
- Incautación de 360 dosis de estupefacientes y 21 armas blancas
- 3 establecimientos sellados
- 10 cambuches desmontados en San Bernardo
- 1 tonelada de residuos recolectada por la Uaesp
En el operativo participaron especialidades del Comando Élite, Goes, Patrulla Púrpura de Infancia y Adolescencia, Tránsito, Sijin, Gaula, Unipol y equipo de reacción bancaria con el acompañamiento Canino, la Uaesp, la Secretaría de Gobierno y el equipo de mercados criminales de la Secretaría de Seguridad, Convivencia y Justicia.
Las megatomas y operativos continúan de forma permanente, escalonadas y simultáneas en todas las localidades.
SEMANA se internó en la vida de la calle y las drogas de San Bernardo
La Colombia zombi está ahí, muy presente. Solo basta recorrer y ver las impactantes ollas de consumo en las principales ciudades para saber que el país está ante un problema mayúsculo de consumo. Son miles de personas las que, bajo los violentos efectos de alucinógenos sintéticos, solo son cuerpos que respiran, pero no oyen ni ven.
Tampoco parecen sentir mientras están en el oscuro trance que los saca de su existencia por minutos y hasta horas. Lo paradójico es que todo sucede a escasos metros de sedes de alcaldías, comandos de Policía, entidades judiciales, ejecutivas y gubernamentales. A pocos pasos, hay personas envenenadas con bazuco, tusi, pepas, heroína y fentanilo que caminan por inercia.
En la capital del país, por ejemplo, el consumo descarado de droga se da a pocos metros del Ministerio de Hacienda, el Palacio de San Carlos, el Congreso de la República e incluso la Casa de Nariño, en donde a diario se ven altos funcionarios del Gobierno y diplomáticos de otros países. A tres cuadras, en San Bernardo, reinan el cúmulo de basuras, las pipas, el pegante y la combinación putrefacta de olores por el consumo exacerbado de estupefacientes y los excrementos humanos.
Es una contradicción dantesca: por un lado, desfilan quienes toman las decisiones en el país y juraron defender el bienestar de toda la población, y, por otro, quienes deambulan sin un rumbo claro, adictos que merodean como zombis caminantes sin ninguna otra motivación que inyectarse heroína o conseguir una pipa de bazuco.
Hay mujeres, niños, adultos mayores, excantantes, personas hasta con posgrados, extranjeros y artistas, todos sumergidos en un mundo del que parecen no tener escapatoria. Nadie hace nada por cambiar sus realidades. “Aquí llevo metida toda una vida, desde que tenía 10 años de edad. Yo estuve en el Cartucho, en el Bronx, toda la vida he estado en la calle, rodeada de droga. Yo llegué al Cartucho porque un hermano mío se murió y me refugié en la droga. Empecé metiendo bazuco, pero en ese entonces la ‘bicha’ era mucho más barata, tan solo valía 200 pesos, en cambio, hoy una traba ya cuesta 2.000 pesos”.
Esa es tan solo una parte del desgarrador relato de Adriana Venegas Espinosa, de 45 años, quien lleva más de 30 años sumergida en las turbulentas aguas del consumo. Ella, como quizás muchas de las personas que hoy deambulan por las calles de San Bernardo, en Santa Fe, en la zona céntrica de Bogotá, conoce a la perfección lo que es haber vivido en las dos ollas más perturbadoras y sanguinarias en la historia de la capital: el Cartucho y el Bronx.
Hoy, su hogar o su refugio son las carreras décima y once, entre calles cuarta y primera, una zona a la que los propios habitantes y autoridades tienen identificada como la nueva olla de consumo en la ciudad.
Y no es para menos. Allí se consiguen desde ‘bichas’ de bazuco, como lo llaman los propios consumidores, hasta marihuana, cocaína, heroína y cualquier tipo de droga sintética. Dependiendo de la calidad y el cliente, el precio es diferente. Si bien el común denominador es el habitante de calle, que lleva años sumergido y casi que ahogado en el consumo, a la zona también llegan vehículos y motocicletas de alta gama buscando cualquier tipo de estupefaciente. Dos realidades económicas diferentes, pero un solo infierno: la droga.
Con algo de lucidez, tras llevar varias horas de no consumir, pero como si a la vez estuviera un poco ida por la cantidad de droga que ha metido en toda su vida, Adriana Venegas, mientras prepara una pasta para comer, en un improvisado fogón encendido con ladrillos y cartón, recuerda con vagas frases lo tormentoso que ha sido su existir por culpa de la droga.
“Cuando me meto una ‘bicha’ de bazuco, lo único que siento es ganas de fumar más. También consumo alcohol y meto pegante”, dice la mujer entre tímidas risas, al tiempo que recuerda lo doloroso de su pasado: “Todos los hijos los perdí por el bazuco. Todos me los quitó el Bienestar Familiar, porque nacían enfermos de los pulmones, pues yo metía mucho bazuco y bareta en los embarazos. Tuve siete hijos, yo puteaba en las ollas”, cuenta.
Ahora ella trabaja barriendo las calles, o pidiendo monedas, con el único objetivo de hacerse los 2.000 pesos que cuesta la ‘bicha’ de bazuco. “Fumo varias veces al día”, afirma. En esta olla, una moneda de cualquier denominación es oro puro.