Bogotá
Madre e hijo se reencuentran después de 30 años de desaparición. Esta es la desgarradora historia
El conflicto armado en el Caribe colombiano, en la década de 1980, los obligó a separarse.
Ni el tiempo, ni la distancia, ni la violencia, ni las duras condiciones de vivir en la calle acabaron con el amor entre Verónica* y Jerónimo*. Ella le dio la vida hace 52 años. Él es le primero de sus cuatro hijos.
De uno de los departamentos del Caribe colombiano que resistió el conflicto armado desde la década de 1980, Jerónimo, quien para entonces no había cumplido la mayoría de edad, tuvo que salir de su casa por la violencia que se vivía en su región. Desde ese momento, el amor maternal fue la llama que brilló para volverse a encontrar con Verónica.
“En ningún momento pensé que mi hijo estaba muerto. Siempre pensaba si comería”, relata Verónica al referirse al inicio de esa incertidumbre que se convirtió en meses y luego en largas décadas.
Esta madre persistente cuenta que no se despegaba un solo minuto de los noticieros para obtener alguna información que condujera al paradero de su hijo. Muchos le decían que no contemplara más la idea de encontrarlo con vida. Ella insistía.
Me decían: “‘Ya él vivo no está, 35 años”'. Yo respondía: ‘Sí, tengo fe que está vivo’. Siempre, de rodillas, todas las noches oraba por él”, recuerda Verónica.
Estaba tan convencida de que estaría de nuevo con Jerónimo, que en 2007 llegó a la Regional Magdalena de la Defensoría del Pueblo donde inició la ruta de atención como víctima del conflicto armado. Recibió asesoría psicológica y jurídica permanentes y estuvo rodeada por una familia de servidores que aún hoy la reciben con amor y don de servicio. Desde octubre de 2019, la Defensoría contactó a Verónica con la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD) para ayudarla en su misión.
Por otra parte, Jerónimo logró salir de la situación de violencia en la que se encontraba y que lo dejó con heridas en algunas partes de su cuerpo. Fue así como llegó hasta el municipio de Madrid, en Cundinamarca, donde enfrentó diferentes circunstancias para sobrevivir. Se dedicó a la venta ambulante de golosinas o “mecatico”, como le solía llamar. Sin embargo, contaba con un deterioro en su estado de salud que lo condujo al hospital municipal de Santa Matilde. Él manifestó allí que no quería regresar a la calle.
“Ya después que cogí la calle para mí fue durísimo, porque enfrentar la calle no es bonito porque la he vivido en carne propia. Toda esta parte de los 30 y pico de años que tengo de no estar con ella y con ellos es un karma que he vivido en la vida. Es algo durísimo, pero solo supervivencia, eso es lo que me ha tocado siempre. Lo que me tocó (sic)”, cuenta Jerónimo.
A través de una persistente funcionaria de la Alcaldía de Madrid, se activó de manera ágil la ubicación de Jerónimo en ese municipio cundinamarqués. Cuando ella identificó mediante sistemas de información de atención a víctimas que a él lo estaba buscando su familia, junto con sus compañeros contactaron a la UBPD e informaron del posible hallazgo.
A su vez, la Unidad de Búsqueda contactó a Verónica para articular con la Regional Magdalena de la Defensoría del Pueblo las acciones que pudieran producir la plena identificación de Jerónimo, ya que una primera foto tomada fuera del hospital y enviada a los familiares no permitió su identificación inmediata. La calle y las experiencias vividas produjeron drásticos cambios en su rostro y cuerpo, como también en la memoria de su madre.
Mientras ello sucedía, la Unidad de Búsqueda adelantó en Bogotá con mayor insistencia las acciones para establecer plenamente la identidad de Jerónimo. Los científicos del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses analizaron las muestras biológicas de Jerónimo, las de Verónica y sus otros hijos, que fueron tomadas en Santa Marta y Barranquilla. Pocas semanas después se estableció que, efectivamente, eran madre e hijo. La búsqueda de más de 30 años había culminado.
“Es un esfuerzo de Estado. El Sistema Nacional de Búsqueda precisamente tiene como objetivo que nosotros reconozcamos que la búsqueda puede ser enriquecida por todos y por todas, que cada entidad, aunque no lo parezca, puede aportar un granito de arena para que una persona pueda volver, después de tantos años, a reencontrarse con su familia”, indica Sol Alonso Parra, coordinadora del equipo Bogotá-Cundinamarca de la UBPD, que trabajó de manera articulada con su similar del Atlántico.
*Identidades modificadas por petición de la familia.