Valle del Cauca
Carta de un feminicidio: detalles del asesinato de Yency Fernández, atacada a puñaladas por su exesposo frente a su pequeño hijo
El atroz crimen de Yency Fernández a manos de su expareja sentimental en Jamundí generó una ola de rechazo en todo el país. Su agresor, pese a entregarse dos veces, sigue libre.
Para: Yency Fernández, víctima de feminicidio.
Tu hija, Carolayn, aún ríe a carcajadas cuando te recuerda cantando ‘Señora de las cuatro décadas’. Dice que con esa canción te sentías empoderada y que la podías repetir una y otra vez hasta saciarte de felicidad mientras realizabas operaciones matemáticas, tu otra gran pasión. El último año y medio fuiste una pequeña gran mujer de 44 años, que apenas descubrió la libertad de vivir sin miedo.
Durante 24 años padeciste los atropellos de tu expareja Bleyner Adrián Mejía, tu agresor y papá de tus dos hijos. El maltrato fue constante, desde gritos y golpes hasta atentados con disparos de arma de fuego. Intentó matarte varias veces, te golpeó hasta dejarte inconsciente varias veces, te humilló varias veces, pediste ayuda, pero el ciclo se repetía una y otra vez hasta que el domingo 29 de septiembre traspasó tu cuerpo con un cuchillo en el antejardín de tu casa en el barrio Las Flores de Jamundí. Tu hijo menor, de apenas 8 años, vio todo.
Ese día lo viste llegar en tres oportunidades; las dos primeras te refugiaste en una tienda, la tercera, tu hijo estaba jugando en el antejardín y temiste que lo tomara de rehén, como ya había ocurrido hace tres años en uno de sus episodios psicópatas, así que te armaste de valentía y saliste de tu refugio. Te apuñaló hasta destruir el cuchillo. Mientras te arrebataba la vida, gritaba improperios. Falleciste en agonía, con la tristeza de no poder abrazar a tu hija, ni de ver crecer a tu niño, ni de disfrutar tu derecho a ser feliz.
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Carolayn aún batalla contra sus recuerdos para evitar esa imagen de tu cuerpo bañado en sangre en la morgue. Una hora después te vio acostada en una fría plancha y te abrazó con tanta fuerza que el tiempo se detuvo para ella y el alma amenazó con escurrirse en esa descarga de lágrimas culpables.
Dice que siente mucha rabia porque no alcanzó a defenderte como en otras ocasiones durante los 20 años que estuvieron juntas. “Yo le había prometido que la iba a defender. Murió en agonía, con tristeza, quedó con una expresión horrible, yo la levanté y la besaba, ella se estaba terminando de desangrar en la plancha, todavía estaba caliente, ella me abrió un ojo, entiendo que son espasmos musculares, pero en mi esperanza de que estuviera viva le decía: mami, reacciona. Yo le cierro el ojo y ella lo vuelve a abrir”, recuerda tu hija, Carolayn.
Es una jovencita muy valiente, en esa misma sala te prometió que haría justicia. Y así lo está haciendo. Desde tu muerte no ha descansado en la búsqueda de tu agresor, quien se entregó dos veces a las autoridades y dos veces lo dejaron libre. Hoy está prófugo. “Le dije que la amaba, que me perdonara por no haber estado, que iba a cuidar a mi hermano, que iba a ser justicia, que esto no se quede así. Yo le dije que no iba a permitir que mi papá la tocara, pero como le fallé en eso, iba a ser justicia”, recuerda Carolayn.
Tenías una conexión especial con tu hija. Ambas fueron víctimas del mismo agresor. Carolayn se sentía tu protectora. Así lo determinó cuando ella era bebé y el feminicida te golpeaba y tú, para evitar los golpes, le suplicabas que no lo hiciera más porque podía golpear también a la niña. Esa maniobra nunca funcionó, porque en medio de la irracionalidad de este psicópata, las golpeaba a las dos. La violencia las unió en la adversidad. Siempre te protegió.
Incluso te animó a salir de ese ciclo violento. Hace año y medio eras libre y decidiste retornar a una aula de clases. En diciembre se graduaban juntas: tú de Regencia en Farmacia y ella de Criminalista. Podría describir todas tus virtudes en los párrafos siguiente, pero dejaré que lo haga Carolayn, la persona que mejor te conoció:
“Mi mamá es el significado del aprendizaje, era una persona que le encantaba aventurar en todo, le gustaba mucho aprender, leer, estudiar, ayudar mucho. Era muy solidaridad. Nunca la vi como mi mamá, sino como un ser al que debía de cuidar porque ella era muy pequeñita, medía 1,54. Por eso, siempre en los problemas con mi papá me metía y llevaba del bulto.
Mi mamá si tenía que ir a hacer una comida, iba. Se le medía a todo, no ponía peros. Estudiaba regencia en farmacia, era pedagoga, trabajaba en acompañamiento académico de los niños, auxiliar de ruta escolar. Todos los niños del colegio la querían.
Era muy tranquila. La palabra que mejor describe a mi mamá es nobleza. Ella no tenía corazón para decirle que no a nadie. Ella no le ponía peros así estuviera cansada, enferma, de mal humor… Por eso la querían mucho. Era muy servicial, cariñosa, emotiva, sentimental. Era muy alegre de un tiempo para acá. La mayoría de su vida era triste cuando estaba con mi papá, pero cuando lo dejó mantenía reluciente, sonriente, alegre y así súper chiquitica se veía espectacular.
Le gustaba jugar básquetbol, le gustaba mucho los números, los jueguitos en el celular. La emocionaban las matemáticas, hacer operaciones matemáticas. Yo le decía que por eso ella era buena resolviendo los problemas de la gente. Ella siempre se reía cuando le decía eso. Le gustaba mucho escuchar música, baladas. ‘Señora de las cuatro décadas’ la ponía muy feliz, se sentía muy realizada con esa canción, la hacía empoderar. Amaba el café con pan dulce”.
Lastimosamente tu caso no es el único durante este año en el Valle del Cauca. Según cifras del Observatorio de Género de la Gobernación, 19 mujeres fueron víctimas de feminicidio en el 2024. Tu crimen fue el número 15. En esa estadística no tienes nombre, ni edad, ni sueños, ni momentos felices. No tienes nada. Solo eres un número más de una penosa lista que nos debería doler a todos.
El incremento, en comparación con el año anterior, es de 36 por ciento. Mientras escribía estas letras, otra mujer, Ana Bolena Fernández, también fue asesinada por su expareja sentimental. Tenía 34 años, diez menos que tú, vivía en el corregimiento El Cabuyal, zona rural de Candelaria. Su agresor la apuñaló en ocho oportunidades y, al igual que Bleyner, también está prófugo.
Sobre tu agresor se sabe que tras atacarte viajó a Caloto, Cauca, donde trabajaba como bombero. Llegó a la casa de un compañero y le dijo: “chucé a la mamá de mis hijos”. A ese lugar llegó la Policía, lo llevaron a una estación, pero minutos después lo dejaron libre. Días después se presentó con una abogada en Santander de Quilichao, pero las autoridades le dijeron que podía irse para su casa.
Hace tres años, ocurrió algo similar. “En una ocasión la agredió con un arma de fuego, él intentó percutar, pero la pistola tenía el seguro no percutó. Él me puso el arma en la cabeza porque yo me metí en medio de los dos, ahí yo abro la puerta, empujo a mi mamá, ella sale corriendo por un lado, yo salgo corriendo por otro lado, y ahí escuchamos los disparos. Eso fue hace tres años. Llegó la Policía y le dijo que saliera a dar una vuelta para que se calmara”, recuerda Carolayn.
La sociedad te falló en repetidas ocasiones, pero nunca te dejaste derrumbar por las adversidades. Fuiste una mujer valiente e inspiradora para tus hijos y para todo aquel que te conoció. Ricardo Arjona lo dijo en esa canción que te gustaba tanto: su talento está en manejar con más cuidado el arte de amar.
Descansa en paz, Yency.