NACIÓN
La tierna historia de un caleño y su perro en el derrumbe de Rosas; solo logró rescatar a su mascota: “Por él hago lo que sea”
SEMANA llegó a la vereda El Chontaduro, donde un deslizamiento de tierra sepultó la vía Panamericana y afectó a más de 150 familias.
Carlos Andrés Preciado Rosero, un caleño que decidió residir en la vereda El Chontaduro, en el Cauca, en busca de nuevas oportunidades, relató los dramáticos momentos que vivió luego de la reciente emergencia que paralizó el tráfico en la vía Panamericana, a la altura del municipio de Rosas.
Preciado contó que tenía un taller de motos, el cual había surtido de repuestos el pasado 23 de diciembre, con la ilusión de que este 2023 su negocio surtiera frutos. Sin embargo, quedó sepultado por la tierra y solo pudo rescatar a su perro.
“Tenía un taller de motos, el 23 de diciembre le había metido todos los repuestos. Lo único que pude hacer fue pasarme por encima para sacar a mi perro, porque ya venía toda esa tierra y no pude sacar repuestos, no más tomé el perro, lo cargué y lo saqué por esa montaña. Por mi perrito hago lo que sea, él me acompaña a todo lado, es muy cariñoso, es lo único que tengo, lo único que me queda”, relató a SEMANA.
También recordó los momentos de angustia previos al derrumbe: “E día que se vino la tierra eran como las 3:30 a. m. o 4:00 a. m. La tierra empezó a sonar, primero suave, después duro, entonces me salí donde el señor de enseguida y le dije: ‘Remulo, ve qué pasa’; me dijo: ‘viene una avalancha’, entonces llamé al otro señor de enseguida y nos salimos los tres. Nosotros cruzamos y después cayó un palo grandísimo en la carretera. Nos salvamos de milagro, Dios nos salvó”, expresó.
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Hasta el momento no hay víctimas fatales, aunque sí cuantiosos daños materiales y la vía Panamericana completamente sepultada.
Es tanta la magnitud de la emergencia que el presidente Gustavo Petro canceló su gira por Chile e intentó llegar hasta Popayán para estar al frente del hecho, pero no pudo aterrizar en la capital del Cauca.
“Habrá un plan para comprar haciendas, cercanas ojalá a la zona, que nos permita reubicar a la población. No puede volver la población a ese mismo lugar, y en esa medida la población tendrá que ser compensada con más tierra de las que tenía hoy, media hectárea por familia, para producir alimentos con ayuda del Estado y para lograr que sus nuevas viviendas tengan los niveles de dignidad que necesitan”, dijo el presidente desde Cali.
Otro testimonio
Entretanto, Fernando Narváez, de 50 años, un hombre de poco optimismo —o más bien, como dice él, realista—, a pesar de ser una de las más de 650 personas damnificadas por el megaderrumbe en Rosas, Cauca, no espera ayuda del Gobierno nacional.
No aguarda por socorro, porque la esperanza de ser asistido la perdió hace mucho, cuando le prometieron una casa nueva en 2019 en medio del primer alud en esta zona que dejó 33 muertos.
Esta vez, como en aquella ocasión, lo perdió todo: su casa está a punto de ser arrastrada por el movimiento constante de tierra en la vereda Chontaduro y solo es cuestión de horas para ver cómo se derrumba, al igual que las aproximadas 65 viviendas que ya se llevó el alud.
“Los derrumbes comenzaron el pasado jueves en la vereda La Soledad. Primero se abrió una pequeña grieta y un día después se abrió la carretera; luego se empezó a caer la escuela y se llevó como cuatro casas, ya el sábado en la madrugada, como a la 1:00, cayó acá a la vereda Chontaduro”, cuenta Fernando.
La emergencia tiene paralizado el tráfico en la vía Panamericana, a la altura de Rosas, muy cerca de la frontera que divide a los departamentos de Cauca y Nariño, suroccidente colombiano. Y al ser este paso vehicular el único apto para transporte de carga, ya hay desabastecimiento de productos en muchos lugares.
Fernando, que se dedica al transporte de personas con su moto, dice que además de su hogar perdió el trabajo, porque casi toda la zona rural de Rosas quedó incomunicada; es decir, no hay paso de una vereda a otra.
La primera vez que experimentó algo así fue en 2019, cuando un alud de tierra sepultó varias viviendas en la vereda Portachuelos y ocasionó la muerte de 33 personas. La familia de Fernando se salvó de milagro. Ante esa situación se mudaron a la vereda Chontaduro en búsqueda de estabilidad, pero el destino tenía otros planes.
“Nosotros no creíamos, pero la tierra nos dio aviso, porque sonaban como truenos, entonces todos salimos a las 3:00 de la madrugada. El derrumbe empezó a venirse lento y ya a las 6:00 de la mañana tapó la carretera (vía Panamericana)”, relata Fernando.
Contrario a lo ocurrido en 2019, la tierra no se movió con rapidez. El movimiento fue furioso, pero lento, lo que permitió la evacuación de miles de personas. Hasta el momento no hay víctimas fatales, aunque sí cuantiosos daños materiales y la vía Panamericana completamente sepultada.
Por ahora, el panorama en Rosas (y el suroccidente colombiano en general) es complicado: la principal vía está colapsada, decenas de personas lo perdieron todo y permanecen en un albergue improvisado en el colegio Santa Teresita del casco urbano.