Valle del Cauca
Valle del Cauca ya reporta 37 personas quemadas con pólvora; estos son los municipios más afectados
La Gobernación del Valle hace un llamado para la manipulación responsable de estos artefactos.
La Secretaría de Salud del Valle presentó este martes su más reciente reporte de personas quemadas con pólvora en ese departamento. De acuerdo con las cuentas de las autoridades, son 37 ciudadanos que tendrán una Navidad amarga.
Se trata de 25 adulto y 12 menores lesionados por manipular o ser impactados por artefactos diseñados con pólvora. Cali, Tuluá, Buenaventura y Buga son los municipios que concentran el mayor número de afectados, de acuerdo con el reporte que se realiza en todo el departamento desde el 1 de diciembre hasta el 15 de enero de 2024.
“Hasta el momento tenemos afectados dos niños menores de 5 años y tenemos casi todas las lesiones en las manos. La pólvora que estalla afecta los dedos de las manos, tenemos pérdida de dedos. de falanges y tenemos una pérdida de capacidad laboral que es lo que más nos preocupa. Las víctimas de la pólvora se concentran en hombres, adolescentes y jóvenes”, indicó la secretaria de Salud del Valle, María Cristina Lesmes, al reiterar el llamado a los padres de familia a “estar atentos al manejo de la pólvora en los chicos que son un poco arriesgados y que no miden los efectos de la misma”.
En estas celebraciones familiares, novenas y previo a la festividad de la Nochebuena, la secretaria departamental de Salud insistió a los ciudadanos manejar la pólvora con cuidado.
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“La pólvora no se debe mezclar con licor, la debe manejar expertos y quisiéramos que usaran pólvora no explosiva, sino pólvora de colores que hacen menos daño. Recomendarles también tener cuidado en los hogares donde hay personas en alta condición de vulnerabilidad de no usar la pólvora porque el ruido los afecta severamente”.
De igual manera, pidió evitar el uso de estos artefactos explosivos por el daño que hace a la naturaleza, a los animales silvestres y a los animales domésticos, la quema de las mismas plantas. “Queremos cuidarnos todos para tener una Navidad tranquila, ojalá sin pólvora, pudiendo compartir con nuestros amigos y familiares un rato muy especial como significa para nosotros la Navidad”, concluyó la titular de Salud del Valle.
Dolorosa cifra en el país
Cada 28 de diciembre, las imágenes de la tragedia pasan, dolorosas, por la memoria de Argemiro Ángel Restrepo, a quien en una fecha como esa, hace seis años, la pólvora le cambió la vida para siempre. Estaba en su casa del Olímpico, un barrio popular del sur de Cali, donde la pólvora circula tanto como los buñuelos y las natillas. La ciudad estaba de feria y el ruido de la pólvora se esfumaba entre la música que salía por los parlantes de varias casas de la cuadra.
Un amigo de la familia Ángel apareció con cervezas frías en una mano y en la otra un juego de luces de bengala. El hombre aseguró que eran inofensivas, escuchó decir Argemiro, desde la cocina, donde terminaba de servir unos vasos con hielo para el whisky que había comenzado a beber más temprano con su esposa y un primo recién llegado de Estados Unidos.
“De la casa nos salimos a la cuadra y de repente esa vaina explotó, todo al tiempo. Eso fue en cuestión de segundos. Yo sentí que algo me cayó en el ojo izquierdo y enseguida me recorrió como un fogonazo por toda la cara. Me llevé las manos al rostro y vi tanta sangre en ellas que me desmayé ahí mismo. Lo que me pasó lo supe después, en el Hospital Departamental”, relata este tolimense que aprendió a ganarse la vida como taxista en la capital del Valle siendo muy joven.
“Cuando la bengala me cayó en el ojo, me lo estalló y me empezó una hemorragia tremenda. Perdí ese ojo para siempre. Y no perdí el otro porque mi Dios es muy grande. Me hicieron rápido una enucleación, que los médicos me dijeron que consiste en sacar todo el ojo de la cuenca para evitar que se termine contaminando el nervio óptico y perdiera la visión por el ojo derecho”.
Tuvo suerte, le dijeron los médicos. Las luces de bengala, por ejemplo, se queman a una temperatura cercana a los 1.000 grados centígrados, aunque popularmente se cree que son las menos graves. Nada más alejado de la realidad.