NACIÓN

“Cuando comíamos pescado, creíamos que estábamos comiendo a nuestro seres queridos”: comunidades en la audiencia pública Canal del Dique

Las víctimas del conflicto piden la recuperación y exhumación de los restos de sus seres queridos.

20 de octubre de 2022
Audiencia pública sobre canal del Dique en el Teatro Adolfo Mejía de Cartagena.
Audiencia pública sobre canal del Dique en el Teatro Adolfo Mejía de Cartagena. | Foto: Captura de vídeo JEP

En la mañana de este jueves 20 de octubre, el Teatro Adolfo Mejía en Cartagena fue el escenario para la primera audiencia pública sobre el Canal del Dique, liderada por la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP).

Esta audiencia se desarrolla en el marco del estudio de las medidas cautelares restaurativas que realiza la Sección de Ausencia de Reconocimiento de Verdad y Responsabilidad. Y está dirigida por los magistrados Alejandro Ramelli y María del Pilar Valencia, también participan los demás integrantes de la Sección de Ausencia de Reconocimiento: la magistrada Reinere de los Ángeles Jaramillo y los magistrados Gustavo Salazar y Raúl Sánchez. Así como el Ministerio de Transporte, el Fondo Adaptación y la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI).

Antes de iniciar, las comunidades invitaron a los magistrados de la JEP presentes a participar en un ritual de armonización con los pueblos étnicos. Donde presentaron ofrendas con objetos, alimentos y ritmos que marcan su día a día.

Luego del acto protocolario, subió al escenario Aura Esther Camargo Mercado, delegada de la Ruta del Cimarronaje y peticionaria del trámite cautelar, quien realizó una conmovedora intervención donde puso en contexto lo que significa el canal del Dique para los municipios a la orilla del río. Igualmente, contó cómo era la vida antes y después de la guerra, hechos que marcaron a la comunidad y cómo las comunidades son un símbolo de resistencia.

Aura habló en representación de las comunidades negras e indígenas asentadas al sur del departamento del Atlántico y al norte de Bolívar, quienes vivieron en carne propia los vestigios de una guerra que partió en dos el estilo de vida que tenían.

“No teníamos servicios públicos, pero éramos felices en nuestros territorios. Veíamos eso de la guerra en la televisión y decíamos ‘eso está lejos de nosotros’; y en las tardes los niños y niñas nos íbamos al canal del Dique a jugar y nuestro juegos más hermosos eran bañarnos en el canal”, contó con nostalgia la delegada de la Ruta del Cimarronaje.

Sin duda era un estilo de vida simple que mantenía unida a la comunidad, de hecho, Aura contó que cuando era niña aún se utilizaba el trueque, ella iba hacia la casa de sus vecinos con limones cultivados por su abuela y de regreso traía pescado para la comida.

Para quienes allí residen “el canal del Dique no es cualquier cosa, es la vida”; pero esto cambió el día en que la guerra arrebató su tranquilidad y contaminó su día a día, ya los niños no podían ni acercarse al río.

“La historia se parte en dos cuando nosotros como humanos, como negros, negra e indígenas que vivimos alrededor del canal del Dique, no podíamos llegar, no podíamos ver las aguas, porque veíamos más sangre que agua; porque veíamos más grasa humana que peces. Los pescados no los podíamos comer, porque olían a sarna, porque eran comedores de muertos y cuando comíamos pescado creíamos que nos estábamos comiendo a nuestros seres queridos”.

Esta situación se extendió entre 1997 y el 2005, según el relato a diario quienes pasaban cerca del río podían ver brazos, mujeres desnudas, cadáveres flotando a tan solo unos metros de las familias que veían el canal como una fuente de sustento, el cual la guerra les arrebató. Esta ha sido la realidad de los pueblos que viven y resisten a las orillas del río Magdalena.

A pesar de las dificultades, la historia demuestra cómo las comunidades étnicas son resilientes y por esta razón el día de hoy se pusieron al frente de este proceso a exigir al “Estado colombiano las garantías a los derechos que tenemos de vivir en un país libre de violencia. Sobre todo la recuperación y exhumación de los restos de nuestros seres queridos”.

En esta Ruta del Cimarronaje compuesta por más de 200 organizaciones sociales, entre ellos 56 consejos comunitarios, quienes han manifestado que muchos de ellos no han sido parte del proceso de consultas previas, si bien están en la búsqueda de la paz y la transformación, esperan que sea de una forma que beneficie a las comunidades. “Creemos que el proyecto es importante, pero debe tener condiciones de vida dignas para las comunidades”, señaló Aura Camargo.